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De héroes y heroínas

A lo largo de los años, una docena de mitos se han ido cayendo paulatinamente de las paredes de mi habitación. Y no es que ya no considere como unos fuera de serie a mis Freddie Mercury, Larry Bird, Albert Einstein, la sonriente chica anónima de poca ropa (donde “poca ropa” es un claro eufemismo) o a la guerrera cántabra cabalgando a los lomos de una osa de Gustavo Cotera, no; simplemente, es que no queda serio maquillar las paredes de tu casa con estas imágenes a partir de una determinada-indeterminada edad.

Además, con el paso del tiempo, este viajero se ha ido dando cuenta de que los hombres y las mujeres de papel también realizan acciones cuestionables, también tienen mal aliento por las mañanas y también sufren de diarrea cuando se pasan con las grasas en su dieta diaria. Quizá, por eso, no me queden ya tantos héroes a los que venerar religiosamente. Soy de la opinión de que todos estamos hechos cuánticamente de la misma materia y todos merecemos por ello la misma adoración y respeto.

Sin embargo…

Sin embargo, a este anodino mundo de falsa igualdad en el que vivo ha llegado alguien que ha roto mis cansados y pesimistas esquemas vitales. Alguien que ha derrumbado las murallas de mi Jericó cerebral y que me ha vuelto a poner en sintonía con el Ser Humano; aunque sea por unos cuantos nanosegundos.

- Nombre: Maire Kämpft.

- Sexo: Femenino.

- Edad: 84 años.

- País de origen: Alemania.

- Estado Civil: Súper abuela.

Imaginad: esta buena señora está tranquilamente sentada en un banco cuando escucha a un pastor de su Iglesia decir que “la homosexualidad es pecado, que va contra la voluntad de Dios y que debe ser curada” (tipo de argumento que siempre me ha llamado poderosamente la atención porque si Dios es todopoderoso no creo que nadie ni nada pueda ir contra de Su voluntad. Si se materializase esta paradoja, en mi modesta opinión, o Dios no sería todopoderoso o la homosexualidad, o lo que fuera, no irían contra Su voluntad. Irían, simplemente, contra la voluntad de algún listillo que utilizaría a Dios como refrendo de su propia y lamentable ideología).

Pues bien, nuestra querida Marie, con dos nietos homosexuales y una racionalidad y valor ejemplares, no tarda ni media hora en escribir una carta en la cual apostata de su Iglesia por este motivo. A partir de ese momento, asegura en ella, va a seguir creyendo en Dios pero desde su casa y sin la ayuda de una Iglesia que criminalizaba a sus nietos por su condición sexual. Ella les conoce y sabe que son buenos chicos, exactamente iguales a todos los demás.

¡¡Bravo, bravo, bravo y mil veces bravo!!

Mi heroína. Sin duda. El mejor ejemplo de racionalidad que he visto en mucho tiempo. ¿Por qué no actuaremos todos de la misma manera? ¿Por qué cuando una compañía telefónica nos está amargando la vida no nos cambiamos a otra ipso facto? ¿Por qué cuando un partido político nos roba y nos miente no votamos a otro? ¿Por qué si tu Iglesia condena tu manera de vivir no te cambias a otra? ¿Por qué seguimos adquiriendo productos de las marcas que esclavizan a millones de personas en el Tercer Mundo? ¿Por qué nunca actuamos en la medida de nuestras posibilidades?

Por supuesto que la Iglesia (protestante, en este caso) se ha apresurado a desautorizar al pastor que hizo estas afirmaciones y le ha pedido a Marie que no se marche. Bueno, se ha apresurado, en cuanto uno de los nietos de esta generala de mi devoción publicó la carta de su abuela en Facebook y se hizo viral en Alemania. Entonces sí; no vaya a ser que perdamos votos espirituales.

En cuanto me haga con una foto de esta mujer de 84 años, la colgaré de mi pared en lugar privilegiado. Es más, creo que todos deberíamos exigir su inmediata canonización y un capítulo dedicado en los libros de Historia, de Religión, de Ciudadanía y de Ética. Claro, que es seguro no nos iban a hacer ni caso, no vaya a ser que descubriésemos que podemos ser coherentes con nosotros mismos o algo peor: no vaya a ser que descubriésemos que podemos pensar por nosotros mismos.

“I will be King and you, you will be Queen. Though nothing will drive them away; we can beat them, just for one day. We can be heroes, just for one day”, David Bowe.

A lo largo de los años, una docena de mitos se han ido cayendo paulatinamente de las paredes de mi habitación. Y no es que ya no considere como unos fuera de serie a mis Freddie Mercury, Larry Bird, Albert Einstein, la sonriente chica anónima de poca ropa (donde “poca ropa” es un claro eufemismo) o a la guerrera cántabra cabalgando a los lomos de una osa de Gustavo Cotera, no; simplemente, es que no queda serio maquillar las paredes de tu casa con estas imágenes a partir de una determinada-indeterminada edad.

Además, con el paso del tiempo, este viajero se ha ido dando cuenta de que los hombres y las mujeres de papel también realizan acciones cuestionables, también tienen mal aliento por las mañanas y también sufren de diarrea cuando se pasan con las grasas en su dieta diaria. Quizá, por eso, no me queden ya tantos héroes a los que venerar religiosamente. Soy de la opinión de que todos estamos hechos cuánticamente de la misma materia y todos merecemos por ello la misma adoración y respeto.