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Tres izquierdas con poco en común
El pacto de Syriza con Anel, es decir, que Alexis Tsipras tuviera que recurrir a un partido de derechas para poder formar gobierno en Grecia, invita a reflexionar sobre el hecho de que en el país heleno -aunque no sólo en el país heleno- existen tres izquierdas con poco o nada que ver entre sí: por un lado, la vieja socialdemocracia del Pasok; por otro, el leninismo del KKE, y por otro, una especie de nueva socialdemocracia, representada por la propia Syriza y llena de incógnitas por despejar. Tres izquierdas con diferencias prácticamente irreconciliables.
El Pasok forma parte de la vieja socialdemocracia europea, la sumisa a la oligarquía económica y financiera. La que asumió y ha desarrollado durante las últimas décadas el programa neoliberal de reconversiones, privatizaciones, reformas y recortes impuesto por el FMI y los mercados. La pata izquierda del bipartidismo. La de Felipe González, Tony Blair o François Hollande. La que reformó el artículo 135 de la Constitución española junto al PP y gobierna Alemania junto al partido de Angela Merkel. Una socialdemocracia a la que se le podría estar acabando el tiempo en Europa –como se le ha acabado en Grecia, donde el Pasok logró sólo 13 escaños de un total de 300–, pues la actual coyuntura económica parece la evidencia definitiva de que sobre todo en tiempos de crisis esta supuesta izquierda apenas se diferencia de la derecha y su margen de maniobra es prácticamente nulo, precisamente por su sumisión a la oligarquía. En España, esta socialdemocracia está representada por el PSOE, que comparte grupo con el Pasok en el Parlamento Europeo. Un Pasok que nunca se planteó pactar con Syriza, precisamente por la firme oposición de ésta a las imposiciones de la Troika. España no es Grecia ni el PSOE es el Pasok, pero en ambos casos las similitudes no son pocas.
El leninismo considera irrenunciable la socialización de los medios de producción, el enfrentamiento directo con la oligarquía, la salida inmediata tanto de la UE como del euro y la ruptura incondicional de todas las cadenas del sistema capitalista. Por ello –es decir, por razones diametralmente opuestas a las del Pasok–, el KKE, que logró 15 escaños en las elecciones, tampoco se planteó nunca pactar con Syriza, a la que acusa de desmovilizar y engañar a las clases populares, haciéndoles creer que pueden liberarse a través del voto. El partido hermano del KKE en España es el PCPE, pero éste carece de representación parlamentaria y de la influencia real de los comunistas griegos, es decir que en la práctica no existe un KKE español.
Syriza, coalición de organizaciones de izquierda que logró 149 escaños en las elecciones, representa una especie de nueva socialdemocracia, que asume las grandes estructuras del capitalismo continental –empezando por la Comisión Europea y el BCE–, pero rechaza el programa neoliberal impuesto por el FMI y desarrollado por los gobiernos europeos –tanto de derecha como de supuesta izquierda– durante las últimas décadas. Lo rechaza y se ha comprometido a hacerle frente. El programa de Syriza dista mucho de los de Pasok y KKE –precisamente por eso, Tsipras tuvo que recurrir a Anel para poder formar gobierno–, pero de alguna forma representa una especie de posición intermedia entre ambos extremos.
¿Ha abierto Syriza el camino a la sustitución de la vieja socialdemocracia neoliberal por una nueva socialdemocracia de izquierdas en Europa? Dicho de otra forma, ¿el triunfo de esta izquierda en Grecia se extenderá al resto de Europa, empezando por España? Dependerá de cómo el Gobierno de Tsipras soporte la presión de la oligarquía y las fuerzas reaccionarias, así como de los resultados de su intento de mejorar la dramática situación que viven las clases populares griegas.
Estados Unidos y Alemania y el resto de la Unión Europea jugarán su papel. También podrían jugarlo los BRICS y muy especialmente Rusia –Syriza ha denunciado la responsabilidad de EEUU y la UE en el golpe de Estado de Ucrania, y Moscú mira con simpatía indisimulada al nuevo Gobierno griego– e incluso el socialismo del siglo XXI latinoamericano –con el que esta izquierda tiene algunos puntos en común–, en un tablero internacional cada día más multipolar. Todo apunta a que con esta nueva socialdemocracia el capitalismo europeo agota su último cartucho por la izquierda. En cualquier caso, la clara victoria de Syriza y el Gobierno de Tsipras dibujan un escenario político nuevo –al menos, desde el primer tercio del pasado siglo XX–, y de cómo se resuelva la cuestión griega depende buena parte del futuro de Europa.
La Syriza española –si es que existe– será abordada en una próxima columna, porque merece un capítulo aparte.
El pacto de Syriza con Anel, es decir, que Alexis Tsipras tuviera que recurrir a un partido de derechas para poder formar gobierno en Grecia, invita a reflexionar sobre el hecho de que en el país heleno -aunque no sólo en el país heleno- existen tres izquierdas con poco o nada que ver entre sí: por un lado, la vieja socialdemocracia del Pasok; por otro, el leninismo del KKE, y por otro, una especie de nueva socialdemocracia, representada por la propia Syriza y llena de incógnitas por despejar. Tres izquierdas con diferencias prácticamente irreconciliables.
El Pasok forma parte de la vieja socialdemocracia europea, la sumisa a la oligarquía económica y financiera. La que asumió y ha desarrollado durante las últimas décadas el programa neoliberal de reconversiones, privatizaciones, reformas y recortes impuesto por el FMI y los mercados. La pata izquierda del bipartidismo. La de Felipe González, Tony Blair o François Hollande. La que reformó el artículo 135 de la Constitución española junto al PP y gobierna Alemania junto al partido de Angela Merkel. Una socialdemocracia a la que se le podría estar acabando el tiempo en Europa –como se le ha acabado en Grecia, donde el Pasok logró sólo 13 escaños de un total de 300–, pues la actual coyuntura económica parece la evidencia definitiva de que sobre todo en tiempos de crisis esta supuesta izquierda apenas se diferencia de la derecha y su margen de maniobra es prácticamente nulo, precisamente por su sumisión a la oligarquía. En España, esta socialdemocracia está representada por el PSOE, que comparte grupo con el Pasok en el Parlamento Europeo. Un Pasok que nunca se planteó pactar con Syriza, precisamente por la firme oposición de ésta a las imposiciones de la Troika. España no es Grecia ni el PSOE es el Pasok, pero en ambos casos las similitudes no son pocas.