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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Mirando al dedo

- Mira, hijo mío. Mira qué bonita está la luna-, afirmó un padre señalando con el dedo índice de su mano derecha al satélite terrestre.

- Igual deberías cortarte las uñas, ¿no? Las llevas muy largas-, respondió el niño con una sonrisa en la boca.

Imaginad las ganas del progenitor de mostrarle algo realmente hermoso a su hijo y su desazón ante el resultado de sus esfuerzos; imaginad también su cara de impotencia y de decepción. Ahora, grabad ese gesto, ajustadle un poco las medidas y pegarlo a mi cara. No, no, lo toquéis durante un rato; dejadlo ahí mientras estéis leyendo este texto. Creo que nos va a hacer falta a todos.

El hecho

Mirad, a lo largo de esta semana se han llenado páginas y páginas sobre la victoria del Barça, sobre si hay una campaña contra Florentino Pérez, sobre si Benítez se va a “comer el turrón”, sobre si Cristiano está contento, sobre si la delantera de Luis Enrique es la mejor de la historia…

Además de esto, hemos podido leer varias noticias sobre el estado de Alerta Máxima de Bruselas, el encarcelamiento de un dibujante iraní por mostrar su solidaridad con los atentados de París, la colleja de Rajoy a su hijo por criticar el doblaje de un vídeojuego, los atentados de Mali y de Túnez, los múltiples viajes de Willy Fog Hollande y el avión ruso que fue derribado por los turcos, con aviso o sin él, sobrevolando esto o aquello... ¡fíate tú de Putin o de Erdogan!

La tristeza

Empapelamos nuestras vidas con informaciones que se consumen rápido, que nos llaman la atención y que olvidaremos en pocos días (especialmente, lo de la campaña contra Florentino). Del mismo modo, rememoramos efemérides de conflictos o de eventos deportivos y esperamos que todo esto nos ayude a mirar con perspectiva el discurrir de nuestras vidas. A veces tengo la sensación de que la actualidad es un huracán creado para que no tengamos tiempo para posarnos sobre las cosas importantes.

Dejamos de lado los gestos de nuestra vecina, la mirada de nuestro perro, la puesta sol, el rebotar de la lluvia sobre los charcos amamantan los adoquines… y todo ello para estar informados de multitud de cosas que nos resumen y distorsionan y que, a la larga, seguramente tampoco tendrán tanta importancia. El resumen de la actualidad es fácil: siempre perdemos los mismos.

Impotencia y decepción

Ahora es el momento preciso para que volváis a ponerme en vuestras mentes la cara de impotencia y decepción que habíamos ensayado al principio, ¿ok? Mirad, entre tanto balón y tanta bala, entre tanto tonto que bala, este miércoles se cumplieron 100 años desde la publicación de una de las teorías clave en la historia de la Humanidad. De verdad que no estoy exagerando.

El 25 de noviembre de 1915, un físico llamado Albert Einstein hizo pública su Teoría General de la Relatividad. Un siglo después, habiendo cambiado esta hipótesis nuestro conocimiento sobre el funcionamiento del Universo y habiendo significado un antes y un después en la Física (os pongáis como os pongáis los cuánticos), no hemos sido capaces de dedicarle nada más que un miserable enlace en nuestros muros de Facebook y unas cuantas líneas en algunos de nuestros medios de comunicación. ¿Pero qué nos pasa?

¿Por qué nos cuesta tanto centrarnos en las ideas y obras de aquellos personajes que han sido realmente grandes y no en los enanos a los que dedicamos la mayoría de nuestros pensamientos?

Insignificantes

Tengo claro que contar la actualidad es una faceta importante y clave, que estar informados es un derecho (casi diría que una obligación ciudadana), pero hay fechas que deberíamos llevar tatuadas en la frente. Amigos y amigas, el espacio y el tiempo, los movimientos de los planetas y hasta la posibilidad de los viajes en el tiempo (cosa que yo, humildemente, no creo posible) son descritos por esta teoría.

Necesitamos aprender tantas cosas y, sobre todo, ponerlas en valor, que se me hace muy difícil no pensar en que pasamos por la vida como las cobayas que corren por un laberinto creyendo que son libres y que lo tienen todo controlado.

Quizá sería más provechoso para todos dejar de discutir por los vestigios franquistas en la toponimia (que mira que a algunos les cuesta aceptar lo evidente) y empezar a dedicarles más calles a los Da Vinci, Einstein, Aristóteles, Curie, Newton, Kelvin, Bernini, Cervantes y compañía. Quizá deberíamos dejar de celebrar fiestas absurdas y deberíamos dedicarle días a teorías, descubrimientos u obras de arte que no tengan parangón en la producción humana.

Quizá deberíamos dejar de discutir por las chorradas que rodean el fútbol (no de fútbol) y aprender algo más sobre la gravedad, sobre el espacio-tiempo, el Big-Crunch o las antipartículas. Claro, que cuanto más supiéramos sobre el Universo, sobre su inmensidad, sobre su funcionamiento, más nos daríamos cuenta de lo insignificantemente insignificantes que somos la mayoría de nosotros.

A quien corresponda: propongo que el 25 de noviembre sea declarado el Día Mundial de la Teoría General de la Relatividad.

- Mira, hijo mío. Mira qué bonita está la luna-, afirmó un padre señalando con el dedo índice de su mano derecha al satélite terrestre.

- Igual deberías cortarte las uñas, ¿no? Las llevas muy largas-, respondió el niño con una sonrisa en la boca.