Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Ratas
Mi perro, un chucho que tiene casi diez años y está castrado, ha cazado recientemente dos ratas. Cosas del instinto. Ocurrió en sendos paseos por el campo, quiero pensar que eran ratas sanas y vigorosas, de esas que hacen madrigueras en la tierra y corretean olisqueando con sus naricillas entre la hierba. A una la dejó medio viva. Menos mal que estaba yo allí con mi infinita bondad para ayudarla. Le grité “¡NO!”, él soltó la presa y la rata se quedó en el suelo agonizando entre unos dolores que parecían atroces mientras yo me trataba de alejar lo más rápido posible de la escena del crimen.
Siendo sincero no le ordené que soltara a la rata movido sólo por la compasión. En realidad no me movía tanto el deseo de salvar la vida a la rata (que algo de pena me dio con sus grititos, sí) sino el asco que me provocaba el hecho de que mi perro tuviera una rata en la boca, aunque a él no parecía darle asco en absoluto.
En el segundo caso la rata murió rápido. El perro ese día no lo paseaba yo sino unos amigos que me mandaron un audio gritando horrorizados que Budi acababa de matar una rata junto al río y se la había empezado a comer. Por sus gritos aquello parecía la matanza de Texas. Por suerte, al final el perro les obedeció y sólo se comió un trozo. Cuando llegué a casa descargué en la boca del perro medio tubo de pasta dentífrica y luego lo aclaré con la manguera para protegerlo o protegerme o vete a saber. Qué asco, una rata, pensaba yo. Y culpé a la rata de su existencia. Porque contagian enfermedades y la peste y yo qué sé. Con el aliento a hierbabuena y la boca llena de espuma el perro me miraba con una incomprensión infinita.
El asco tiene estas cosas. Uno siente asco hacia algo y de manera instintiva quiere hacerlo desaparecer. Despreciamos lo que nos da asco, lo queremos lejos o que no exista. El asco suele generar reacciones violentas y un tanto primitivas. A las cucarachas las pisamos y nos enfadamos con ellas porque nos obligan a hacer algo tan desagradable como aplastarlas. El origen del asco a veces es genético y nos protege de alimentos perjudiciales, enfermedades y peligros. Pero el asco también viene determinado por la cultura y desempeña un papel clave en la política y en las organizaciones sociales. El asco es algo que también se construye y se enseña y se aprende. Cuando se quiere perjudicar a un colectivo social se le intenta asociar con características asquerosas: el mal olor, la viscosidad, la suciedad, lo contagioso. A partir de ahí, el resto: el aislamiento, el repudio, la violencia. Son cosas que pasaron. Cosas que siguen pasando. Por eso el asco hay también que pensarlo.
Mi perro, un chucho que tiene casi diez años y está castrado, ha cazado recientemente dos ratas. Cosas del instinto. Ocurrió en sendos paseos por el campo, quiero pensar que eran ratas sanas y vigorosas, de esas que hacen madrigueras en la tierra y corretean olisqueando con sus naricillas entre la hierba. A una la dejó medio viva. Menos mal que estaba yo allí con mi infinita bondad para ayudarla. Le grité “¡NO!”, él soltó la presa y la rata se quedó en el suelo agonizando entre unos dolores que parecían atroces mientras yo me trataba de alejar lo más rápido posible de la escena del crimen.
Siendo sincero no le ordené que soltara a la rata movido sólo por la compasión. En realidad no me movía tanto el deseo de salvar la vida a la rata (que algo de pena me dio con sus grititos, sí) sino el asco que me provocaba el hecho de que mi perro tuviera una rata en la boca, aunque a él no parecía darle asco en absoluto.