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¿Santander animalista?
Abrir un debate sobre los derechos de los animales como seres sintientes en nuestra ciudad es más que necesario. Pero suele significar abrir también la caja de los truenos. No faltará quien diga que tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos; quien diga que, en una ciudad con una tasa de pobreza y exclusión social como Santander, los derechos de las personas deben primar por encima de otras cosas; quien diga que por qué perdemos al tiempo ayudando a que se respeten las necesidades de los animales cuando ni siquiera se respetan las nuestras. Como si fueran compartimentos estancos. Como si reivindicar el bienestar animal fuera excluyente. Como si nos olvidáramos de otras luchas sociales.
Frente a las visiones simplistas de un problema que nos preocupa a muchas, quizás deberíamos ampliar el foco, subir la mirada más arriba. ¿A qué nos referimos cuando hablamos sobre bienestar animal? Nos referimos principalmente a derechos. Y sobre todo a respeto.
Las cifras de la tenencia de animales de compañía no dejan de aumentar. En España un 40% de los hogares tiene una mascota, lo que supone unos 20 millones en números redondos. Y las adopciones no han dejado de crecer, frente a la caída de la compra que ha bajado hasta el 15%. Acogemos más, adoptamos más y compramos menos. Gracias a las campañas de sensibilización y visibilización de los colectivos animalistas, y también a las denuncias que estos mismos interponen ante cualquier tipo de maltrato, la ciudadanía está cada vez más concienciada de que tener un animal a tu cargo implica algo más que darle de comer. Una ciudad acogedora y que centre sus políticas en los cuidados no puede, no debe dejar de lado a quienes nos acompañan día a día en nuestras calles, en nuestras casas.
Pero, como suele suceder, mientras la conciencia social avanza, las administraciones se quedan unos cuantos pasos más atrás. Hablar de la gestión de las colonias felinas en las ciudades y de los proyectos CES (Captura, Esterilización y Suelta), del 'Sacrificio Cero', de crear espacios de esparcimiento que supongan un aumento de la calidad de vida y una mejora de la coexistencia de humanos y animales en nuestras ciudades o de la creación de un Consejo Local de Protección Animal dentro de la administración es, muchas veces, predicar en el desierto. Y el gobierno municipal de Santander no podía ser menos. Centrado en las macro obras faraónicas y los anuncios rimbombantes a ritmo infográfico, deja de lado las necesidades reales del municipio. De momento no se les ha ocurrido construir un macro parque canino a base de hormigón, muy smart y muy cool. Afortunadamente.
Porque una ciudad respetuosa con los animales y sus derechos no solo es aquella que cuida de sus mascotas, socialmente aceptadas e integradas en nuestra vida cotidiana. Aunque ya nos gustaría que el Consistorio de Santander hiciera “solo” eso. Para romper con el maltrato animal en todas sus vertientes tenemos que fijarnos también en el modelo de ocio que queremos, y si el bienestar animal está reñido o no con él. ¿Es la tauromaquia un modo de divertimento aceptable en el siglo XXI? ¿Los circos con animales son éticamente admisibles? ¿Es la caza, y lo que esta implica, un modelo de sostenimiento del ecosistema? ¿Los espectáculos en ferias con rapaces y otras especies son una forma de atracción de público tolerable? ¿El zoo de La Magdalena es un ejemplo a seguir o un espacio a modificar, proponiendo en su lugar un centro de recuperación de especies autóctonas? Muchas de nosotras tenemos una respuesta clara a esas preguntas.
Siempre que se priorice la diversión de unos pocos por encima del sufrimiento de un ser vivo, tenemos que ponernos enfrente. Y tomar medidas claras y contundentes, sin colocarnos de perfil. Retirar las subvenciones a la feria taurina de Santiago, prohibir los espectáculos con animales, tramitar las denuncias de maltrato animal de forma contundente, no es una cuestión meramente ideológica de resistencia de una izquierda minoritaria. Es recoger las reivindicaciones mayoritarias de una sociedad avanzada, que camina inexorablemente hacia una mayor conciencia global sobre los derechos de nuestros compañeros de planeta. Por eso hay que subir la mirada más arriba, por encima de los que claman cuando proponemos que la cabalgata de reyes se pueda hacer sin sufrimiento animal. No queremos acabar con la Navidad, solo que celebrar no implique tortura.
Santander es una ciudad que ha sido gestionada por la derecha desde hace demasiado tiempo. Herederos ideológicos del franquismo y con vocación de neoliberales al servicio de sus propios intereses, el Partido Popular nos deja una ciudad carente de lo más elemental. No tenemos una política de vivienda que priorice las necesidades de las que no pueden acceder a un hogar digno. Ni está ni se le espera un urbanismo integrador y respetuoso con la gente. Carecemos de una política medioambiental digna de llamarse por ese nombre. De las políticas feministas mejor ni hablamos, porque incluso rebuscando mucho en algún cajón, sería imposible encontrarlas. Dices “política cultural” en un pleno y te responden “Okuda”, mantra perfecto para la gentrificación de ciertas zonas degradas. ¿Antirracismo? ¿Política de cuidados y servicios sociales integrados? ¿Política fiscal progresiva y verde? El silencio más atronador es la respuesta. Y los animales esperan en el furgón de cola, atrás del todo. Solo un paso por detrás de tus derechos.
Abrir un debate sobre los derechos de los animales como seres sintientes en nuestra ciudad es más que necesario. Pero suele significar abrir también la caja de los truenos. No faltará quien diga que tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos; quien diga que, en una ciudad con una tasa de pobreza y exclusión social como Santander, los derechos de las personas deben primar por encima de otras cosas; quien diga que por qué perdemos al tiempo ayudando a que se respeten las necesidades de los animales cuando ni siquiera se respetan las nuestras. Como si fueran compartimentos estancos. Como si reivindicar el bienestar animal fuera excluyente. Como si nos olvidáramos de otras luchas sociales.
Frente a las visiones simplistas de un problema que nos preocupa a muchas, quizás deberíamos ampliar el foco, subir la mirada más arriba. ¿A qué nos referimos cuando hablamos sobre bienestar animal? Nos referimos principalmente a derechos. Y sobre todo a respeto.