Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
'Santander four days', frivolizando con la sostenibilidad
Empieza una a estar curada de espanto ante los intentos publicitarios y políticos de frivolizar cuestiones socioambientales de calado. Desde los greenwashing como el de Naturgy, tratando de pintar de verde la capacidad contaminadora de Gas Natural Fenosa, al purplewasing —lavado violeta, esto es, feminista— de Nike que vende empoderamiento femenino en zapatillas cosidas por mujeres y niñas explotadas y tiene ejecutivos denunciados por acoso, pasando por el pinkwashing —oportunismo publicitario LGTBQ+— israelí con el que comercian con una dudosa tolerancia afectivo sexual para asegurarse el turismo mientras machacan al pueblo palestino, pasando por el redwashing —marketing del compromiso con la igualdad social— de Telepizza que se atreve a usar un packaging que se pretende «altavoz de las causas sociales» mientras retribuye sistemáticamente por debajo del salario mínimo… Se trata de apropiaciones de luchas y valores, con finalidades relacionadas a menudo con el lucro, que generan confusión y frivolizan con temas de gran importancia en sociedades democráticas.
Del 7 al 10 de junio se desarrollarán en Santander una serie de marchas y actos militares impulsados por la industria armamentística con el apoyo de las fuerzas armadas españolas y distintas instituciones de Cantabria. Se trata de un acto promocionado como «evento deportivo sostenible» pero que a la postre es propaganda castrense —y no hay valores castrenses sin armas que los custodien: se trata del ejército, no de Boys Scouts—, que han dado en denominar «Santander four days» (S4D). Un tipo de evento como mínimo desafortunado en tiempos no precisamente de paz, con la Guerra ruso-ucraniana en marcha. En vez de promover la cultura de paz, las instituciones cántabras animan este verano al turismo a una marcha rodeada de imaginario de guerra.
Por fortuna, ya hay una iniciativa ciudadana, independiente y autofinanciada, que ha puesto en marcha la campaña denominada CEBRA —Campaña En Busca de una Resistencia Antimilitarista— y propone visibilizar en ventanas, balcones y escaparates, en las casas y en las calles, la defensa de la paz y el rechazo a las guerras, usando para ello sendos pañuelos, blancos y negros. Se intentará que, en las marchas militaristas previstas, los responsables de semejante despliegue perciban el rechazo mayoritario de la población a la cultura en torno a las armas y la guerra. La campaña culminará con una concentración contra las guerras, el viernes 3 de junio, a las 19.00 horas, en la Plaza del Ayuntamiento de Santander.
En febrero del pasado año, Industria concedió a siete clústeres de Cantabria 323.000 euros en ayudas a través de Sodercan. Entre dichos clústeres, a saber, grupos de empresas e instituciones interrelacionadas en determinados negocios, se encontraban CINC, un clúster de la Industria Nuclear, al que se entregaron 26.760 euros para mejorar la visibilidad dentro del sector —promocionando una industria tan peligrosa como altamente contaminante—, y CID, el «clúster de la Industria de Defensa», esto es, industria armamentística, al que se entregaron 32.466 euros. ¿Alguien podría explicarnos que hace Sodercan financiando guerra y energía nuclear? ¿Esa es la idea de desarrollo sostenible que tienen pensada para Cantabria? ¿Esto es lo que el actual gobierno entiende por I+D+I y por sostenibilidad?
En concreto, CID reúne a empresas como FCC, Navantia y la tristemente conocida Indra, bestia negra de producción de armamento para la guerra y la militarización de fronteras, acusada de incentivar la militarización fronteriza para vender sus productos, junto con empresas cántabras, instituciones como Sodercan y varias instituciones militares. Sus objetivos, según apuntan, van de «contribuir al reforzamiento de la base tecnológica e industrial al servicio de la defensa de España», a «eliminar tabúes, generar orgullo de marca y procurar el respeto, el reconocimiento social y la visibilidad que la industria de defensa», pasando por la promoción de la llamada «Cultura de Defensa» —esto es, de las armas y la guerra—. Nada que se aleje de lo esperable, pero tampoco nada que lo vincule a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que pretenden representar, y con los que promocionan el evento, como el fin del hambre y la pobreza, la reducción de la desigualdad de todo tipo o el cuidado del medio ambiente.
Seguro que hay formas más sostenibles de atraer turismo que promocionar la cultura bélica asociada al comercio de armas y los valores castrenses. Lo más grave del asunto es que las autoridades que lo promocionan, de Gema Igual (PP) a Verónica Samperio (PSOE), pasando por Alejandro Blanco, presidente del COI y entusiasta promotor de la cita, hacen declaraciones que eliden el componente bélico del evento, dando la sensación de tomar por tonta a la ciudadanía. Un ejemplo de cómo autoridades que parecen vivir en Marte quieren contarnos a la ciudadanía que esto es Júpiter, da igual cuánto pueda sonar a sandez lo dicho. Les invito a ver los videos de presentación del evento para comprobarlo. Ahí es donde machaconamente repiten que se trata de un evento deportivo sostenible, haciendo un uso ilegítimo de la etiqueta «sostenible» que la desgasta.
De hecho, el ejército en sí, según apuntan estudios recientes, no es sostenible: todo lo que queda de basura y restos tras los conflictos daña la tierra, el agua y afecta gravemente a la biodiversidad de los territorios. Una reciente publicación del Centre Delàs, «Militarismo y crisis ambiental. Una reflexión necesaria», señala que, la militarización es «el acto humano más destructivo desde el punto de vista ecológico». Se estima que en total las emisiones CO2 de los ejércitos de todo el mundo suponen entre un 5% y un 6% del total de emisiones de este gas. Y no solo durante las guerras: mantener las bases activas en periodos de paz, en los que se realizan maniobras de ensayo, también pasa una factura ambiental al planeta. Ya lo señalaron la mayoría de los premios Nobel de ciencias y 1.700 científicos hace ya 28 años: los recursos dedicados a la preparación y conducción de la guerra serán muy necesarios para solucionar la crisis ambiental, y deberían ser desviados hacia estos nuevos retos.
Sin duda es una excelente idea organizar marchas en nuestra Comunidad, pero no se entiende que nuestros representantes estén invirtiendo dinero e imagen en una enfocada a valores belicistas. Hubiera sido magnifico para Cantabria, por ejemplo, organizar una marcha en honor de los mayores y no tan mayores que se llevó el Covid19, como forma de elaborar ese duelo colectivo que aún tenemos pendiente, o apoyar a nuestros establecimientos turísticos con marchas que muestren la biodiversidad de esta tierra, pero será algo tan forzado como conmemorar —cito a la CID— «el aniversario de la concesión del título de ciudad a la villa de Santander por el rey Fernando VI» o tan inespecífico como rendir «homenaje a los combatientes caídos en todas la guerras» lo que se trate de relacionar con Cantabria este verano. Solo cabe esperar que cale la crítica y, para la próxima edición, Cantabria acuda a Fitur con propuestas realmente comprometidas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, sobre todo, con valores que representen nuestra tierra, que son tantos y tan vinculados con la sostenibilidad, y nos hagan sentir orgullosas.
Empieza una a estar curada de espanto ante los intentos publicitarios y políticos de frivolizar cuestiones socioambientales de calado. Desde los greenwashing como el de Naturgy, tratando de pintar de verde la capacidad contaminadora de Gas Natural Fenosa, al purplewasing —lavado violeta, esto es, feminista— de Nike que vende empoderamiento femenino en zapatillas cosidas por mujeres y niñas explotadas y tiene ejecutivos denunciados por acoso, pasando por el pinkwashing —oportunismo publicitario LGTBQ+— israelí con el que comercian con una dudosa tolerancia afectivo sexual para asegurarse el turismo mientras machacan al pueblo palestino, pasando por el redwashing —marketing del compromiso con la igualdad social— de Telepizza que se atreve a usar un packaging que se pretende «altavoz de las causas sociales» mientras retribuye sistemáticamente por debajo del salario mínimo… Se trata de apropiaciones de luchas y valores, con finalidades relacionadas a menudo con el lucro, que generan confusión y frivolizan con temas de gran importancia en sociedades democráticas.
Del 7 al 10 de junio se desarrollarán en Santander una serie de marchas y actos militares impulsados por la industria armamentística con el apoyo de las fuerzas armadas españolas y distintas instituciones de Cantabria. Se trata de un acto promocionado como «evento deportivo sostenible» pero que a la postre es propaganda castrense —y no hay valores castrenses sin armas que los custodien: se trata del ejército, no de Boys Scouts—, que han dado en denominar «Santander four days» (S4D). Un tipo de evento como mínimo desafortunado en tiempos no precisamente de paz, con la Guerra ruso-ucraniana en marcha. En vez de promover la cultura de paz, las instituciones cántabras animan este verano al turismo a una marcha rodeada de imaginario de guerra.