'Racismo' en perros: cuando pertenecer a una raza potencialmente peligrosa determina tu vida
Telmo es bueno, dulce, cariñoso y sociable. Obedece cuando se lo ordenan y no se separa de su dueño fácilmente. Sin embargo, la ley no le trata como a un perro más. Telmo es un bull terrier, un perro que aunque no está dentro de la Ley Estatal de Razas Potencialmente Peligrosas, en algunas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, sí que lo está. Él es una evidencia de las discrepancias de la legislación, ya que aunque en su país no es 'peligroso', en su municipio sí.
El Real Decreto 287/2002 del 22 de marzo, por el que se desarrolla la Ley 50/1999 del 23 de diciembre, marca como Perros Potencialmente Peligrosos (PPP) a ocho canes y sus respectivos cruces. A pesar de la firmeza de esta normativa suprema, cada Comunidad Autónoma y cada Ayuntamiento puede añadir a todos los animales que considere oportunos a este listado.
“Es un reino de Taifas, cada uno pone sus normas y las desarrolla en contra de una ley de rango superior”, admite un policía local de Cantabria que prefiere no dar su nombre. El agente, con especial conocimiento en este ámbito por su propia experiencia -ha tenido perros de este tipo-, confiesa que muchos de sus compañeros no conocen la normativa “pero es que hay un desfase de leyes brutal”, reitera.
Francisco Paredes, adiestrador canino del centro DAMELAPATA, revela que el “famoso listado” de PPP fue “un apaño”. “Fueron los propios medios los que provocaron esta ley sacando día sí y día también ataques en televisión. Lo curioso es que una vez se aprobó, dejó de haber noticias, lo que para mí significa que hubo un lobby que quería crear esta normativa”, aclara. A lo que el educador canino añade que muchos profesionales del adiestramiento no están de acuerdo con ella, ya que “demoniza ciertas razas y no es justo”.
Juan es el dueño de Telmo, este bull terrier que dentro de su Ayuntamiento está considerado como de raza potencialmente peligrosa. “No fue una decisión adquirir un perro de este tipo, porque yo lo acogí. Siempre he tenido debilidad por esta raza y, a pesar de su apariencia, es conocido por su carácter tranquilo, sociable y cariñoso”, confiesa Juan. Él conocía los estigmas a los que se tendría que enfrentar, pero tras meditarlo durante unos días, decidió adoptarlo “con todas sus consecuencias”.
De eso hace ya cinco años, un tiempo más que suficiente para que Juan se haya dado cuenta de que su perro no es diferente al resto. “Mi perro no es peligroso. Creo que cualquier perro de cualquier raza que no reciba los cuidados mínimos, y no tenga contacto con personas y animales, puede que reaccione mal en determinados casos”, admite el dueño del animal.
Verónica Ruiz Soto, veterinaria de la Clínica Boovet, en Boo de Piélagos, está de acuerdo con esta afirmación. “No podemos plantear una ley para todos los perros porque es evidente que todos los perros de una determinada raza no se van a comportar igual. Cualquier animal que no esté educado debería considerarse como potencialmente peligroso, pero no por su raza, sino por no estar educado”, apela esta especialista en animales pequeños.
Paula Abascal, del Refugio Canino de Torres, es muy consciente del estigma social que presentan esos canes. “Cuando alguien quiere adoptar y enseñamos a un PPP, algunas personas dicen: ”¿estos son de los malos, no?“”, señala la voluntaria. Y continúa: “Luego ven que son buenos, guapos y cariñosos pero les echa mucho para atrás el papeleo que hay que hacer porque si adoptas un perro cualquiera no tienes que hacer nada, y con un PPP tienes que sacarte el psicotécnico, la licencia, después no lo puedes llevar suelto… Es como si llevases un león por la calle”, indica Abascal.
Ataques a personas de los PPP
“Las estadísticas muestran claramente que no hay una relación entre las razas castigadas por la ley y el número de ataques, ya que una de las razas que despunta en los números es el pastor alemán, y ni siquiera es considerado como PPP. Por el contrario, razas como el bull terrier u otras que constan como tal, aparecen poco o nada en la realización de estos ataques”, detalla Juan, que se ha convertido ya en experto de muchas de estas cuestiones.
Su opinión es compartida por los especialistas. Verónica Ruiz, veterinaria, admite que con estos perros tiene “menos cuidado que con los que no son PPP” porque según su experiencia -lleva trabajando desde 2003- “el carácter de estos animales es espectacular”. “Jamás he puesto un bozal a un PPP solo por serlo, sin embargo con otras razas que no pertenecen a este apartado de la ley sí que tienes que andar con más cuidado”, asegura.
La normativa contempla varias características físicas obligadas para entrar dentro de este 'club'. “Hay un apartado en el cual se dice que el animal en cuestión tendrá que tener el pelo corto, y eso induce a error a los que tienen que aplicar la ley porque... ¿Qué pasa si un perro de pelo largo ataca a un niño? ¿No es potencialmente peligroso por su pelo? También se contemplan atributos como la capacidad de la mandíbula o que tenga un peso superior a 20 kg. ¿Y si pesa 19 kg deja de ser peligroso?,” se pregunta el policía.
La veterinaria respalda al agente y tampoco acaba de comprender del todo el por qué de esta generalización. “Ellos se basan en cualidades como su mordida y es cierto que estos canes tienen una mandíbula muy potente porque muerden y no sueltan, pero, por ejemplo, un mastín lo que hace es morder y soltar constantemente. El resultado de eso es similar a clavarte cuchillos todo el rato”, advierte la profesional.
Pastor alemán, mastín... Poco a poco los profesionales van añadiendo nombres de razas que, de haber una distinción por su peligrosidad, quizá también deberían estar dentro de ella. “En el momento en el que se hizo la ley, el perro con más denuncias por morder era el cocker pero les pareció ridículo añadirle a la lista”, afirma el adiestrador canino.
Soluciones al problema
Los expertos están de acuerdo, esta ley es “injusta” y está mal hecha “de base”. Para ellos, ninguna ley podría cuantificar una cuestión que parte de la generalización, por lo que todos comparten la necesidad de un examen “que valore individualmente el carácter de cada perro, y de cada dueño”. “No hay que hacer listados, hay que hacer una prueba a cada persona que quiera tener un perro independientemente de su raza. No todo el mundo puede tener perro, y eso la gente no lo entiende. Cualquier perro se puede convertir en peligroso sin una buena educación por parte de su dueño”, indica Verónica Ruiz.
“Para mí todos los perros son extraordinarios. Eso sí, cada uno tiene una forma de ser y ahí entra el ser humano. Por lo que he visto hay más perros que muerden sin ser potencialmente peligrosos así que el concepto de PPP lo haría desparecer porque, en caso de atacar, todos, grandes y pequeños, deben tener su responsabilidad independientemente de la raza. Todos iguales”, subraya el policía.
Suiza es para los expertos uno de los mejores ejemplos en lo que a tratamiento de perros se refiere. En este país ningún can -de cualquier raza- puede cumplir un año sin tener un certificado de comportamiento, lo que para el adiestrador Francisco Paredes es la solución “más factible”. “Para mí el perro peligroso es el que no supera este test, como si es un chihuahua”, recalca. “A veces trabajas con PPP encantadores y los dueños te preguntan que por qué tienen que pagar un seguro de responsabilidad civil, o por qué tienen que llevar a su perro en agosto a 30 grados con un bozal, mientras el chihuahua del vecino ha mordido a 3 o 4 personas y sigue sin tener ninguna obligación... Y no sé que responderles porque es cierto. Tendría que pasar como con las personas, el que la líe que la pague, pero que no influyan los colores o las razas”, sentencia el educador.
No hay duda de que los puntos que presenta esta ley son variados, pero todos -en teoría- buscan el mismo fin: la seguridad ciudadana. El dueño de Telmo está de acuerdo con la importancia de mantener el orden público, pero insiste en la necesidad de la individualización mediante pruebas de comportamiento que valoren el temperamento de cada can. “Me gustaría que hubiese una obligación para cada animal censado que permita a los perros y a los dueños de animales no peligrosos disfrutar de ellos al cien por cien en cualquier entorno público”, indica Juan.
Pero por el momento, estos canes, que en Cantabria ascienden a unos 1.600 según el RACIC (Registro de Animales de Compañía de Cantabria), seguirán estando en debate con defensores férreos y detractores que aluden al aspecto y al posible daño, que por su complexión, podrían llegar a inflingir.
Por el momento, Telmo y Juan seguirán alegrándose al ver cómo el que se atreve a acercarse, se alegra de hacerlo y elimina prejuicios. “Es genial cuando pasa eso, pero a la vez es injusto tener que ganarse una confianza que no existe debido a mitos infundados y leyes confusas”, concluye el dueño.