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Los universitarios que volverán a casa tras pasar el confinamiento aislados sin sus familias: “En cuanto sea seguro, regreso”

Muchos de los universitarios a los que el inicio del confinamiento les sorprendió en su lugar de estudio decidieron regresar a sus casas para vivir esta extraña etapa rodeados de sus familias. Lejos de parecer más o menos ético, lo cierto es que la vuelta a la residencia familiar es una de las razones justificadas por las que uno se puede mover de una comunidad autónoma a otra.

Sin embargo, la responsabilidad social, el miedo o incluso la imposibilidad de viajar tras la declaración del estado de alarma ha hecho a algunos quedarse a cientos de kilómetros de los suyos. Este es el caso de Clementina, Alba, Elsa y Eduardo, cuatro estudiantes que después de tres meses esperando la 'nueva normalidad', ya han comenzado a pensar en cuándo podrán volver a abrazar a sus familias.

Atrapados en Cantabria

Los casos de Alba Martínez y Eduardo Rodríguez son bastante similares entre sí. Ambos estudian en Cantabria y ambos tienen sus residencias cerca, pero en otra comunidad. Alba es de Zumaia, Gipuzkoa, tiene 22 años y cursa el último año de Publicidad, Marketing y Relaciones Públicas en el Centro Universitario Cesine, de Santander. Ella decidió quedarse en su piso de alquiler durante el confinamiento por varias razones. La primera fue la incertidumbre: “No teníamos la suficiente información para saber si íbamos a tener pronto clases, y no quería irme para tener que volver a los cuatro días”, explica.

Otro de los motivos fue el alquiler, el cual hubiese tenido que seguir pagando aunque se fuese de su casa. Y el último fue el miedo: “¿Y si hubiese tenido el virus y hubiese contagiado a mi madre o a mi padre? Me he planteado volver, claro. Pero sé que podría haber sido una mala decisión”, revela.

Por otro lado, Eduardo, de 21 años, está a punto de acabar el grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (CAFYD) en la Universidad Europea del Atlántico, en Santander. Él es de Villarcayo, Burgos, por lo que acostumbraba -antes de la llegada del coronavirus y todo lo que provocó después- a irse a su casa al menos dos veces al mes. El día que se decretó el estado de alarma llamó a su madre para ponerse de acuerdo y tomar la mejor decisión.

“Ella trabaja de administrativa en el centro de salud del pueblo y me dijo que tenía miedo de pillar la COVID-19 y poder pegármelo, así que quedamos en que mejor me quedaba aquí para estar más seguro”, afirma. Lo que no pensó Eduardo en ese momento fue que el confinamiento se le iba a hacer tan largo: “No insistí a mi madre con irme a Burgos porque no pensé que fuese a ser más de un mes.. Y todavía sigo aquí”, señala.

Ahora Alba espera impaciente el 22 de junio -cuando previsiblemente será el fin de la fase 3 en Cantabria y Euskadi- para regresar a su casa. “El día que abran las fronteras y pueda volver me iré a celebrar con mi familia todos los cumpleaños que no hemos podido celebrar en estos meses”, cuenta esperanzada.

Eduardo, sin embargo, tiene dudas sobre cuándo podrá volver ya que Castilla y León se encuentra en una fase por detrás de Cantabria. A eso le suma que, a diferencia de Alba, que hace todas las tareas académicas online, él tiene que acudir presencialmente tanto a los exámenes finales como a la defensa del trabajo de fin de grado.“Pero en cuanto sea seguro, regreso. Aunque sea para estar una semana y luego tener que volver... Tengo muchas ganas de ver a mi familia y a mis amigos”, indica.

A 400 kilómetros de casa

Elsa Balbás vive la situación contraria a la de Eduardo y Alba. Y es que esta universitaria de Estudios de Asia Oriental en la mención de coreano es de Cantabria, pero estudia en la Universidad de Salamanca. Acostumbrada a volver a su tierra en fiestas o puentes, ahora ha tenido que aprender a vivir estando más de tres meses sin ver a su familia y con todas las restricciones propias del estado de alarma.

Sobre la razón principal por la que decidió quedarse en Salamanca, Elsa confiesa que fue por su asma, pero también por la inquietud de no saber: “Una vez se decreta el estado de alarma, mi madre no tenía muy claro si podía venir a buscarme, y yo tenía muy claro que en autobús no podía volver por ser asmática”, advierte.

A día de hoy, y a la espera de ver cómo avanza la provincia -es una de las más afectadas de Castilla y León-, Elsa confía en volver en cuanto permitan el paso entre ambas comunidades. “Mi último examen es el 11 de junio, pero preferimos esperar a que reabran las fronteras para que mi madre pueda venir tranquila a por mí”, confiesa.

Un SICUE diferente al que Clementina esperaba

Clementina Martínez, de 21 años, es santanderina y estudia Medicina en la Universidad de Cantabria. En cambio, para el curso 2020 decidió hacer un SICUE (Sistema de Intercambio entre Centros Universitarios Españoles) e irse a Granada a continuar con su carrera.

Pero el coronavirus modificó la idea que tenía en su cabeza de lo que sería este curso. “Decidí no volver a Cantabria porque, ya que se me había fastidiado el año, no me lo quería acortar yo misma. Ahora he decidido que me quedaré hasta que termine julio para poder hacer todo lo que no he podido hacer durante este tiempo”, asevera.

A diferencia de ella, muchos compañeros que también estaban en un SICUE, volvieron a sus casas, pero ella lo tenía claro: “Eso me hubiese supuesto irme para no volver”, insiste. Asimismo, sus tres compañeras de piso sí que decidieron marcharse por lo que Clementina terminó por irse a pasar el confinamiento con una amiga y tras comentar la situación con su casero, este les redujo el alquiler a la mitad.

Ella se despidió de su familia en Navidad y lo que no sabía era que no volvería a verles hasta tantos meses después. Ahora, y tan cerca del fin de la desescalada, Clementina y el resto pueden comenzar a prepararse para ese reencuentro en el que, a buen seguro, les costará contener la emoción.