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Trenes que no pasan por los túneles y barcos más grandes que el muelle: el problema de Cantabria con el sistema métrico decimal

Una mujer observa la fragata "Extremadura" atracada en el arsenal de Ferrol, en una imagen de archivo.

Javier Fernández Rubio

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Por activa o por pasiva, Cantabria tiene un problema con el sistema métrico decimal. Desde hace décadas, varios proyectos han naufragado o se han postergado porque los cálculos no se ajustaban a la realidad. Desde trenes que no hubieran podido nunca atravesar los túneles del trazado, hasta museos navales cuyos barcos no se han ajustaban a los muelles que preveían albergarlos, pasando por estaciones de autobuses ajustadas tan al milímetro que requieren de malabaristas al volante y vehículos de dimensiones convencionales.

El último episodio es el frenazo en seco al proyecto de abrir un museo naval en Suances, a partir de la cesión por la Armada de un patrullero de altura. Cuando ya se está licitando las obras de acondicionamiento del muelle, a partir del cual saldrían las pasarelas de acceso al buque retirado del servicio 'Infanta Elena' una vez fondeado en la ría y afianzado sobre duques de alba [apoyos laterales para el amarre], el Gobierno autonómico ha hecho ver a los promotores (Asociación Trozo Cultural Veteranos de la Armada) y Ayuntamiento que la zona demanial cedida es inferior al barco que la espera. O una de dos: o la Armada cede un barco más pequeño o la Demarcación de Costas amplía la zona de concesión, algo menos práctico porque depende de la voluntad política y de los tiempos que manejan las administraciones. Tampoco facilitaría las cosas la reubicación del museo en otro punto de la ría lejos de la dársena del puerto ya que aquel dificultaría el acceso de los barcos.

Mientras tanto, ya suenan nuevos aspirantes a finalizar sus días convertidos en museo en Suances: uno de ellos es el buque oceanográfico 'Malaspina', próximo a su retirada del servicio, aunque solo es un planteamiento oficioso y la Armada aún no se ha pronunciado sobre la solución a adoptar.

No es la primera vez que ocurre esto en Cantabria, ni son distintos sus impulsores. La asociación que promueve el museo naval suancino es la misma que décadas atrás, con más moral que el Alcoyano, pugnó para que el dique de Gamazo, en Santander, una obra en sillería que pudo conservarse al ser declarada Bien de Interés Cultural, pudiera albergar con el mismo fin otro buque retirado de la Armada: la fragata 'Extremadura'.

Contaba el proyecto con el apoyo del Ayuntamiento de Santander y de la Armada, el mismo esquema que en Suances, pero el Gobierno cántabro y el Puerto de Santander no lo veían tan claro; de hecho el primero asistía como convidado de piedra a las reuniones de la fundación creada al efecto, sin soltar un euro; y el segundo, veía problemas técnicos por doquier, sobre todo uno: la fragata era más larga que el dique y, o se alteraba este, algo imposible ya que es un bien patrimonial a proteger, o la proa del barco asomaría por encima del barco-compuerta que cierra el dique. Si a esto se le añadía el millón de euros que costaba el traslado, ubicación (incluidas tasas portuarias) y la adaptación del museo, el proyecto acabó naufragando y la fragata desguazada tras más de una década de reuniones y dimes y diretes.

Sin apartarse del mar, el siguiente episodio ha tenido arreglo. El Puerto de Santander aprovechó el derrumbe de parte del muelle de Maliaño, dentro de su área comercial, para aumentar su longitud y poder así acoger a barcos ro-ro (portacoches). La actuación ha englobado la reconstrucción del muelle (18,2 millones), que ahora cuenta con una longitud de 390,2 metros, una anchura de 16 y un calado de ocho que permite el atraque de buques ro-ro cargo y buques ro-pax (ferries), y ocasionalmente, también de cruceros y de pequeños buques inactivos en su extremo sur, algo impensable hasta hace poco ante el tamaño de unos y otros.

Trenes del siglo XXI para túneles del siglo XIX

Los trenes en Cantabria y Asturias tropiezan con los gálibos [perímetro transversal de un vehículo en su dimensión máxima]. El del proyecto de nuevos trenes de ancho métrico [FEVE] es ya un hito nacional del surrealismo: de haberse construido, los nuevos trenes nunca hubieran podido pasar por los túneles. ADIF y Renfe se apresuraron a explicar lo ocurrido con cierto barroquismo: los trenes habrían de ser más pequeños de lo habitual para poder pasar por los túneles de la antigua FEVE. El gálibo obligaría así a construir trenes prácticamente de juguete si no se quiere estrellarlos contra túneles del siglo XIX y contra la actual legislación en materia de seguridad [las medidas de seguridad y las distancias que deben respetarse respecto a los túneles vienen fijadas de antemano para toda la red española de ancho ibérico]. Debía haber una solución intermedia y se encontró. La elegida es tomar como referencia de los futuros trenes el modelo del tamaño de los actuales, clonando sus dimensiones, un método llamado “comparativo”. Los nuevos trenes empezarán a entregarse en 2026.

Los problemas del tren con el gálibo no son únicos del transporte ferroviario. También importa la longitud, en este caso de los convoyes de mercancías con respecto a los apartaderos de una vía única que comunica con el Puerto. ¿Por qué? Los convoyes necesarios eran más largos que el apeadero por lo que la solución histórica era 'trocear' los convoyes.

El tráfico de mercancías por ferrocarril, en especial el tráfico con el Puerto de la capital, ha estado históricamente estrangulados. Actualmente, se está duplicando la vía entre Santander y Muriedas-Guarnizo, lo que permitirá establecer apartaderos que puedan alojar transitoriamente largos convoyes de mercancías, algo que no es posible con la actual configuración de vía única y apartaderos más pequeños que los trenes de mercancías que requiere el puerto. Las actuaciones contemplan también la ampliación del gálibo. En la Terminal Logística de Muriedas se podrán efectuar desvíos y actuaciones de ampliación de la longitud de las vías de apartado para reforzar capacidad y los accesos al Puerto.

Estación de autobuses

La estación de autobuses de Torrelavega, que fue ubicada en los bajos de los pisos de la Granja Poch, tuvo problemas con las dimensiones de los autobuses nada más inaugurarse: los convencionales entraban y salían, pero los articulados tenían tantas dificultades por el espacio ajustado para la maniobra que se las veían y deseaban para salir.

Aparte de este 'percance', en Torrelavega tienen la singularidad de tener una marquesina en el exterior donde, a la intemperie, los viajeros han de esperar cuando la estación cierra por las noches.

A la espera de que fragüe la construcción de una nueva estación intermodal en las obras para el soterramiento de las vías del ferrocarril a su paso por la capital del Besaya, proyecto ya iniciado, la estación actual sigue sin crecederas y pequeña en un mundo en donde los vehículos son progresivamente más grandes.

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