Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
Accede aquí a nuestra portada.
Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
Accede aquí a nuestra portada.
El conflicto en Cataluña, a punto de una ruptura de consecuencias imprevisibles pero seguro dramáticas, es el fracaso de todos. De todos nosotros. Es, por encima de todo, el fracaso del PP que, desde que impugnó el Estatut, no ha parado en su cruzada contra Cataluña porque sabe que todo lo que pierde allí, donde lo tiene casi todo perdido, lo gana multiplicado en España. Creía Rajoy que podía jugar con este fuego eternamente pero cuando se despertó el incendio estaba ahí. Y en lugar de echar agua, les echó a la policía a apalearles. Normal que los catalanes pidan una orden de alejamiento. Es lo mínimo.
Pero también es el fracaso de los líderes del independentismo que van lanzados no sólo a romper con España sino a partir Cataluña. Entiendo que todo el mundo tiene prisa por cumplir sus sueños pero en democracia hay que evitar que el resto tenga pesadillas. Lo que no entiendo es que se denuncie que la represión no permitió votar en condiciones, pero se dé por válido el resultado. La demostración de democracia que dieron los catalanes votando, la convierten sus dirigentes en un fraude democrático. Y pueden convertirlo en un suicidio: si declaran la independencia unilateralmente no pueden esperar que no haya armas para impedirlo.
Es, por eso, un fracaso de quienes podrían evitarlo. Del PSOE por no torcerle el brazo al PP para obligarle a sentarse con el otro bando. Dicen diálogo y susurran 155. Ya sabemos que son monárquicos republicanos. Ciudadanos, que se sienta a la derecha del Padre, cree que el independentismo se acaba metiendo en la cárcel a sus dirigentes a los que equipara con Tejero. Comparar el 23F con esto es la falacia de quien no ha entendido nada: esta España no es aquélla y aquello eran cuatro militares nostálgicos sin apoyo social, esto es un movimiento social multitudinario. En las democracias modernas, no se acallan los clamores a cañonazos, espero.
Al rey le pasó lo mismo, que salió en televisión pensando que éste era su golpe de Estado y que había que ir mandando los tanques a Barcelona. Cómo les gusta la guerra civil a algunos. Ni una palabra sobre los heridos en las cargas policiales, ni una sola vez habló de diálogo. Se dirigió a quienes le sostienen en el trono, aunque de comer le damos todos. En Génova le aplaudieron el discurso que le habían escrito, pero si salió para tranquilizar, nos dejó aterrorizados. Éramos pocos y parió la monarquía.
Podemos ha sido el único en acercar posiciones. Este miércoles ha conseguido hablar con los dos lados para un diálogo mediado. Rajoy lo ha rechazado. Al menos mientras Puigdemont no retire la amenaza de DUI. Recemos para que sea más pragmático que épico. En cualquier caso, este proceso es un fracaso para la izquierda española. Si la burguesía y la derecha catalanas tienen más capacidad que tú para organizar una revolución, es que en algo estás fallando.
Es, sin duda, el fracaso de la política y de los políticos que no han querido evitar la colisión porque les sale a cuenta oponernos, pero también el nuestro como sociedad por no haberles puesto freno y habernos dejado llevar al borde del enfrentamiento.
Como pasó en la política nacional, todos quieren llevar la razón, todos dicen que España es plural, pero pocos se aplican el cuento. Cada loco con su tema, que cantaba Serrat, que ha pasado de símbolo antifranquista a fascista en la hoguera en la que arden los herejes y los matices. Los del “a por ellos” y los del “fascistas” son los mismos ciegos. Pero confiemos en que son pocos y cobardes y que son muchos más los cuerdos.
Es cierto que la exaltación patriótica a ambos lados del Ebro está nublando muchos juicios. No dejemos llevarnos por ellos. Somos mucho mejores que eso y que los políticos que tenemos. Convirtamos el fracaso de todos en un éxito conjunto. Hay que exigirles a quienes están ahí que lo solucionen hablando. Hablen, carajo.
Necesitamos tu ayuda para llegar a final de temporada. Otra radio es posible sólo si tú la haces posible.
El conflicto en Cataluña, a punto de una ruptura de consecuencias imprevisibles pero seguro dramáticas, es el fracaso de todos. De todos nosotros. Es, por encima de todo, el fracaso del PP que, desde que impugnó el Estatut, no ha parado en su cruzada contra Cataluña porque sabe que todo lo que pierde allí, donde lo tiene casi todo perdido, lo gana multiplicado en España. Creía Rajoy que podía jugar con este fuego eternamente pero cuando se despertó el incendio estaba ahí. Y en lugar de echar agua, les echó a la policía a apalearles. Normal que los catalanes pidan una orden de alejamiento. Es lo mínimo.
Pero también es el fracaso de los líderes del independentismo que van lanzados no sólo a romper con España sino a partir Cataluña. Entiendo que todo el mundo tiene prisa por cumplir sus sueños pero en democracia hay que evitar que el resto tenga pesadillas. Lo que no entiendo es que se denuncie que la represión no permitió votar en condiciones, pero se dé por válido el resultado. La demostración de democracia que dieron los catalanes votando, la convierten sus dirigentes en un fraude democrático. Y pueden convertirlo en un suicidio: si declaran la independencia unilateralmente no pueden esperar que no haya armas para impedirlo.