Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Una oleada de protestas por el mundo anuncian la nueva crisis global que se nos viene encima. En Hong Kong, Ecuador o Chile hay una crisis de desigualdad y de representatividad. En Cataluña, más la segunda, provocada por un régimen caduco y un nacionalismo histórico e incentivada por el deterioro en las condiciones de vida (lástima que sea más nacional que socialista). En todo el planeta hay una crisis climática y una respuesta ecológica. Una crisis de género y una respuesta feminista. El problema sigue siendo un sistema que no nos representa, que no escucha, golpea.
Todos son contestaciones a democracias fallidas y al neoliberalismo que no cesa. Todos son síntomas de una enfermedad mal curada y de una nueva fase crítica que se avecina. El capitalismo se refundó, como pedía Sarkozy, sobre nuestras cenizas, apuntalando las diferencias y la miseria. Los ricos cada vez ganan más, el resto cada vez menos. La distancia se abisma. Hay trabajadores pobres, parados de larga duración y pensionistas que ven peligrar su jubilación.
La burbuja hipotecaria se ha transformado en burbuja del alquiler. El acceso a la vivienda sigue siendo para muchos una quimera. La inseguridad y la inestabilidad se han convertido en la norma. El destrozo global y medioambiental provoca mareas migratorias y alimenta el fascismo y la xenofobia. El mal es el capitalismo pero al capitalismo no se le toca, se le protege por encima de las personas, aunque está llevando a la destrucción de las sociedades y del planeta.
Hagan la prueba. Pongan “crisis” en el buscador. Les saldrán incontables informes y analistas que dan la voz de alerta, incluso en financieras como JP Morgan. Los multimillonarios han empezado a retirar dinero y rebajar sus apuestas. Como perros, son los primeros en olfatear el maremoto que precede al tsunami. Pero ahora, como en 2008, quienes nos gobiernan siguen negando las evidencias. Nuestra ministra de Economía en funciones afirma que no va a haber crisis y menos en España. ¿Les suena? Sólo le ha faltado añadir, como Zapatero, que estamos en la Champions League económica.
Ellos no se preparan, pero es que nosotros no estamos preparados para otra paliza cuando aún no nos hemos levantado de la previa. Ahora somos más débiles; nuestros derechos y libertades, más vulnerables. Es la tormenta perfecta para que los neofascismos salvapatrias se hagan con la partida. Por eso son tan importantes los movimientos populares insurgentes que han empezado a tomar la delantera dando en el clavo de la solución: hay que redistribuir la riqueza y el poder de arriba abajo, no de abajo arriba, como ahora.
No me sorprende ya que los medios minusvaloren las protestas en Hong Kong, Ecuador o Chile. No son Venezuela. No es el socialismo lo que se combate, es el capital que paga las noticias. Aquí, además, están más ocupados en señalar los excesos de la protesta en Cataluña que el desencanto que los alimenta. Chile grita que despierta. Dormíamos, despertamos, decíamos no hace tanto aunque parece que se nos olvida. Como no despertemos pronto, nos va a despertar la ola que nos ahoga.
ESTE JUEVES A LAS 10H: CHILE DESPIERTA
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Una oleada de protestas por el mundo anuncian la nueva crisis global que se nos viene encima. En Hong Kong, Ecuador o Chile hay una crisis de desigualdad y de representatividad. En Cataluña, más la segunda, provocada por un régimen caduco y un nacionalismo histórico e incentivada por el deterioro en las condiciones de vida (lástima que sea más nacional que socialista). En todo el planeta hay una crisis climática y una respuesta ecológica. Una crisis de género y una respuesta feminista. El problema sigue siendo un sistema que no nos representa, que no escucha, golpea.
Todos son contestaciones a democracias fallidas y al neoliberalismo que no cesa. Todos son síntomas de una enfermedad mal curada y de una nueva fase crítica que se avecina. El capitalismo se refundó, como pedía Sarkozy, sobre nuestras cenizas, apuntalando las diferencias y la miseria. Los ricos cada vez ganan más, el resto cada vez menos. La distancia se abisma. Hay trabajadores pobres, parados de larga duración y pensionistas que ven peligrar su jubilación.