Los abrigos de arte rupestre son una huella de nuestro pasado más remoto. Mensajes enviados desde hace miles de años por quienes se paseaban por las sierras y llanuras castellano-manchegas. Intentar entender y descifrar estos métodos de comunicación tan remotos es el trabajo de investigadores como el profesor Juan Francisco Ruiz y su equipo de alumnos de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha en Cuenca. El proyecto de investigación de arte rupestre en Minglanilla es uno de los 41 financiados por la Junta de Comunidades a lo largo de 2018, subvenciones que han logrado la creación de unos 300 puestos de trabajo.
Trabajar con este tipo de abrigos, explica Ruiz, es una tarea compleja, que implica tener el máximo cuidado, especialmente en la difusión de su localización, ya que no siempre cuentan con la protección que necesitan. El trabajo del profesor y su equipo de ha realizado en tres enclaves en la localidad de Minglanilla, en Cuenca, que incluye la documentación a través de fotogrametría de objeto cercano y fotografía gigapixel de la estación de Hoz de Vicente y otras zonas que es mejor mantener 'en secreto'. Además, se han obtenido modelos 3D generales de las estaciones, así como modelos de detalle de cada uno de sus paneles o sectores.
Estas avanzadas técnicas de trabajo, explica Ruiz, son habituales a la hora de documentar el arte rupestre y sirven para conocer la situación actual de las pinturas o, incluso, para “monitorizar” los posibles cambios o alteraciones que hayan sufrido las pinturas. “De este modo, a efectos de la investigación, podemos obtener un detalle y una precisión que van mucho más allá de lo que se podía hacer hace, digamos, cinco o seis años”, explica el profesor.
Los profesionales no sólo han trabajado en la documentación de las figuras que ya conocían, sino que también se ha ido prospectando el espacio, es decir, localizando nuevos sitios con pinturas rupestres que ya se conocían. “Desafortunadamente no hemos encontrado demasiado, pero el objetivo es conocer en qué medida se relacionan estas pinturas con otro tipo de patrimonio, y llegar así a nuevas conclusiones”, explica el docente.
Gracias a la fotogrametría de objeto cercano se pueden escanear bienes patrimoniales a través de fotografías, obteniendo modelos 3D con los que se documenta el volumen de los espacios y los objetos que se pueden encontrar en los abrigos. De este modo, se consiguen “texturas fotográficas hiperrealistas” y saber así dónde está cada una de las figuras identificadas, así como la relación que tienen con el soporte donde se hayan, si tienen deterioro por efectos naturales o del hombre. Además, se abre la puerta al uso de otras técnicas, como la enfatización del color para incrementar la visibilidad y el contraste que existe entre las pinturas rupestres y sus soportes.
Al combinar estas técnicas se permite ver detalles que no siempre son visibles, o incluso descubrir figuras que no se logran identificar a simple vista. Es el caso de las que están tapadas por costras o concreciones naturales, o aquellas en las que el pigmento se ha deteriorado tanto que no se puede recoger siquiera por un ojo tan entrenado como el de Ruiz, que lleva décadas trabajando con abrigos de arte rupestre. “Gracias a estas técnicas, podemos incluso llegar a doblar el número de figuras de cada uno de los enclaves”, explica el profesor, que explica que en Minglanilla se han descubierto figuras nuevas pero “no tantas”.
En el caso dela fotografía gigapixel, lo que se intenta es obtener una imagen continua con un “nivel enorme” de detalle, para poder “mantener un control” a la hora de revisar los descubrimientos en el laboratorio y así observar detalles que no siempre es posible apreciar en el sitio como tal. “El objetivo de una parte de este proyecto es obtener calcos digitales en 3D y poder enfatizar así dónde están las pinturas y transmitir qué es lo que se ve en los sitios en el momento de la documentación”, afirma el profesor. De esta manera, se pretende potenciar también la divulgación de este tipo de patrimonios.
En estos enclaves se están encontrando elementos típicos de Arte Levantino, que es el estilo principal que se puede encontrar en el arco mediterráneo. “Estamos encontrando elementos que contribuyen a resaltar la importancia que tenía este espacio en ese momento de la historia”. Ese momento ocurrió hace miles de años atrás, entre 10.000 y 8.000. “La posibilidad que tenemos de todavía poder observar estas figuras es una auténtica casualidad y, por tanto, son cosas muy fácilmente alterables”, reflexiona el profesor.
También se han podido identificar pinturas que se encuadran en el Arte Esquemático, desarrollado principalmente a partir de los momentos finales del Neolítico, hace unos 5.500 años. “Somos muy afortunados de poder ver este mensaje que nos mandó una persona hace diez mil años. Es como si recibieras un mensaje en una botella en una playa. Estas pinturas son siempre comunicación y nosotros recibimos estos mensajes, aunque no podamos entender su transfondo”, señala el profesor. Por eso, explica, el que todavía podamos entender las escenas cotidianas reflejadas en “una parte” de ellos, es algo “auténticamente excepcional”, recalca.
De este modo, continúa, se es testigo de los “primeros sistemas de comunicación” de los seres humanos, que han quedado fijados en las paredes de estas rocas milenarias. “En algunos casos podemos entenderlo y en otros, no. Esto es comunicación humana, un vestigio del pasado tremendamente significativo y por eso cuenta con las categorías máximas de protección”, concluye.