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‘Techo y comida’, de Juan Miguel del Castillo: un rostro para la dignidad
Desde que comenzó la crisis económica, esa que todavía no sabemos muy bien si ha terminado o amaga con reencarnarse en otra similar, la imagen colectiva más representativa de la pérdida de derechos sociales en España ha venido representada por los desahucios. Miles de personas que han perdido su casa porque les hicieron creer que el sistema financiero español era sostenible y que hipotecaron hasta su última gota de sudor. Un drama que pervive, que no ha finalizado y que gracias al cineasta Juan Miguel del Castillo se rescata de la debacle política Juan Miguel del Castillopara ponerle rostro en el drama ficticio pero real como la vida misma que supone 'Techo y comida'.
Desde su paso triunfal por el pasado Festival de Málaga hasta sus nominaciones en los últimos Premios Goya, la dramática historia de una madre soltera en Jerez de la Frontera durante el año 2012, sin trabajo y a punto de ser desahuciada por impago del alquiler, ha llegado al corazón del gran público, un objetivo difícil sobre todo para un tema muy complicado y que ha sido abordado en profundidad por los medios de comunicación comprometidos con la causa. Pero se trata de una película sencilla y certera, con un rodaje sin pretensiones que incluso imita por momentos al cine documental, y que deja caer toda su carga emocional en la maravillosa interpretación de Natalia de Molina, dando vida a la desamparada Rocío.
El cineasta andaluz debuta en el largometraje, tras una docena de cortos sociales, aunando en escenas sin apenas música y con diálogos contados, los dos derechos perdidos de la protagonista y de su hijo que dan título a la película. Pone rostro creíble y naturalidad desoladora a una situación de pobreza que se asoma por las cuatro paredes de ese frío y triste piso que madre e hijo habitan. Y de paso, siembra de encontronazos con la realidad los esfuerzos inútiles de su protagonista por hacerse hueco en un mundo que se le escapa de las manos: sin ayudas, sin esperanza, con solo un precipicio delante y un arnés construido a base de dignidad para salvarse del mismo.
El mayor mérito de la película reside en su aparente sobriedad. Se nota que hay detalle, compromiso y empatía con el relato, pero el guion apuesta por no recrearse en el drama, poniéndose en la piel de todas aquellas madres que han tenido que disimular cada desmoronamiento por el bien de sus hijos. 'Techo y comida' toca, o más bien acaricia, cuestiones como la desnutrición infantil, los recortes en ayudas sociales, el paro juvenil, la solidaridad o la explotación laboral, dejando en nuestras manos la impotencia de una sola persona frente al sistema. Y Rocío es el rostro individual de todo ello, en escenas donde incluso sus interlocutores ni aparecen en escena, quedan anulados, salvo por sus voces en off.
Lo más destacable desde su principio hasta su final (las dos mejores y más poderosas secuencias de la película) hay algo que el guion de Neus Devesa y Jesús Méndez no deja de decirnos -sin mencionarlo- en ningún momento: que comprendamos, que escuchemos, que ayudemos, que no vivamos al margen de dramas como el que encarna Natalia de Molina. No parece casual que Del Castillo haya elegido una historia tan íntima y triste poniendo el foco en la juventud y la maternidad. Y no lo es el poso que deja en el espectador cuando al terminar ese tránsito final, quiere salir corriendo a buscar por las calles a madre e hijo y ofrecerles una nueva vida, un nuevo mundo, otra oportunidad.