No es ninguna novedad que el señorial barrio de los Jerónimos, en Madrid, acoge variados e interesantes espacios gastronómicos. Delimitado por la calle de Alcalá, el Paseo del Prado, Infanta Isabel, Reina Cristina y Menéndez Pelayo, en este cuadrante capitalino hallamos joyas gastronómicas como la vinoteca García de la Navarra, el restaurante Alabaster (sucursal en Madrid del grupo gallego Albora), Meating (donde Vicente Lorente se esfuerza en traernos las mejores verduras y hortalizas y las carnes más apetecibles) o el mítico Viridiana del inclasificable Abraham García. Justo al lado de este último, en la calle Juan de Mena 12, se halla Condumios Taberna. Y ahora diréis, “¿otra taberna más?”. Pues sí…, ¡y no!
Comenzaré por los vinos. Sebastián López Robledo cuida al detalle la selección de estos y en su carta no nos encontramos una sota, un caballo o un rey (o la combinación de todos ellos). La carta luce sorprendente, con referencias que huyen de los gustos de las masas pero que a ojos de experto están requetebién elegidas. Puede que a vosotros, lectores, este texto sobre la bodega os eche para atrás. “Ya están los de los vinos en plan elitista”, pensaréis. Nada más alejado de la realidad: la carta de vinos de Condumios es fresca y divertida, con vinos como los blancos Dido, de la curiosa bodega de Montsant Venus “la universal” (basta con ver su web), o el txacolí Itsas Mendi o Buena Pinta, un tinto ligero de la D.O. Manchuelo. Y si solo hablo vinos livianos no es más que porque la canícula me impide disfrutar al cien por cien de un tinto intenso, pero en Condumios tienen y no son pocos.
La cocina no es otro cantar. Siguiendo la línea curiosa aunque con fundamento de la carta de vinos, Lola López Robledo elabora distintos platos a cual más apetecible. Hay personas que valoran la calidad gastronómica de un establecimiento por cómo son sus croquetas o su ensaladilla rusa. No me digáis que no tenéis amigos así. “Si las croquetas están ricas sabré si estoy en un buen restaurante”. ¿Cuántas veces habréis oído una frase parecida? Y aunque no sea un método científico ni comprobado, qué duda cabe que es un método que funciona a mucha gente. Os voy a contar el mío…
Aunque me dedique al periodismo gastronómico, no todo me gusta, y de ese defecto creo haber hecho una virtud. Me explicaré mejor. Es precisamente el hecho de que un ingrediente o plato no me guste el baremo que yo tengo para darme cuenta si un lugar es realmente bueno. Es decir, si me ofrecen algo que de entrada no me agrada, lo pruebo, me lo como, lo disfruto y me digo “¡pero qué rico está!”, claramente ese es un establecimiento digno de mención.
No voy a aburriros con mis gustos personales, pero sí deciros que en Condumios Taberna se come francamente bien. Lola López Robledo, que es abogada y por ahora no ha colgado la toga, firma todos y cada uno de los platos. «Cuesta desvincularse del derecho pero compaginar ambas cosas está siendo bastante duro. La hostelería exige mucha dedicación durante varias horas», me cuenta Lola. Probablemente a Lola le faltarán horas de sueño pero el cansancio no se refleja en su cocina, de impecable manufactura. Aunque la cocinera es ella, su hermano Sebastián también le ha ayudado en la elección de los platos de la carta. «Nuestros padres tenían restaurantes. Hemos mamado hostelería desde pequeños. Recuerdo que a Sebastián le llamaban el ‘maître chico’», rememora.
En la carta se dan cita platos como los mejillones de la ría en escabeche casero, el bacalao a la dorada (o revuelto de bacalao, como lo llaman ellos), delicado y sabroso a la vez, una magnífica coca de piperrada y sardinas (no tanto por la base como por las sardinas, pero a todas luces un muy buen plato), los cogollos con codorniz escabechada por Lola (de suave sabor, con punto dulce), el sargo con piparras (excelente presentación) o uno de los platos estrella de la casa debido a que ningún restaurante de Madrid lo sirve: la chuleta de porco celta.
En los postres, muy ricos todos, cabe reseñar la tarta de queso de cabra y salsa de naranja, un postre ideal para compartir por su contundencia, que pone el punto final dulce a unos platos sin altibajos.
Y a la hora de la cuenta, no hay sustos con ella. El ticket medio se halla entre los 25-35 euros. ¡Todo un lujo para cuidar nuestra cuenta corriente!
No es ninguna novedad que el señorial barrio de los Jerónimos, en Madrid, acoge variados e interesantes espacios gastronómicos. Delimitado por la calle de Alcalá, el Paseo del Prado, Infanta Isabel, Reina Cristina y Menéndez Pelayo, en este cuadrante capitalino hallamos joyas gastronómicas como la vinoteca García de la Navarra, el restaurante Alabaster (sucursal en Madrid del grupo gallego Albora), Meating (donde Vicente Lorente se esfuerza en traernos las mejores verduras y hortalizas y las carnes más apetecibles) o el mítico Viridiana del inclasificable Abraham García. Justo al lado de este último, en la calle Juan de Mena 12, se halla Condumios Taberna. Y ahora diréis, “¿otra taberna más?”. Pues sí…, ¡y no!
Comenzaré por los vinos. Sebastián López Robledo cuida al detalle la selección de estos y en su carta no nos encontramos una sota, un caballo o un rey (o la combinación de todos ellos). La carta luce sorprendente, con referencias que huyen de los gustos de las masas pero que a ojos de experto están requetebién elegidas. Puede que a vosotros, lectores, este texto sobre la bodega os eche para atrás. “Ya están los de los vinos en plan elitista”, pensaréis. Nada más alejado de la realidad: la carta de vinos de Condumios es fresca y divertida, con vinos como los blancos Dido, de la curiosa bodega de Montsant Venus “la universal” (basta con ver su web), o el txacolí Itsas Mendi o Buena Pinta, un tinto ligero de la D.O. Manchuelo. Y si solo hablo vinos livianos no es más que porque la canícula me impide disfrutar al cien por cien de un tinto intenso, pero en Condumios tienen y no son pocos.