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Sobre este blog

Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

“La ciudad saludable sabe que su diseño tiene impacto sobre la salud y actúa en consecuencia”

Vista de Guadalajara desde el Hospital de la ciudad

Carmen Bachiller

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“La ciudad es un factor determinante de la salud”. La contundente afirmación la hace Manuel Franco, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Alcalá y profesor adjunto en la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins.

Desde 2014 el equipo de Manuel Franco analiza qué características de las ciudades son más o menos sanas y qué se podría hacer para optimizar la salud en las urbes.

La financiación para el proyecto llegó desde el Consejo Europeo de Investigación y concluye en agosto, pero no todo quedará ahí. Los trabajos realizados han permitido crear durante estos años una estructura científica para estudiar a fondo las ciudades y su relación con la salud.

Sus resultados se irán conociendo “a lo largo de los próximos años” porque la investigación continúa abierta. “El proyecto oficial ha terminado, pero seguimos investigando, con la colaboración de muchos estudiantes, a través de varios sub-estudios en torno a cuestiones como la incidencia del consumo del tabaco, el alcohol o parques y actividad física, entre otros”.

Los investigadores tienen cada vez más claro que la ciudad -no importa su tamaño- repercute en la salud. “Me refiero a la organización del entorno en cuanto a la alimentación, el tabaco, el alcohol o el propio diseño urbano. Tienen efectos sobre nuestros comportamientos y, por tanto, en el riesgo de enfermedades”, explica el profesor.

De hecho, hay una relación directa con las enfermedades crónicas como el cáncer, las dolencias cardiovasculares, la diabetes o las relacionadas con el pulmón. “La principal causa tiene que ver con una mala dieta, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el sedentarismo” y, curiosamente, “no está tan claro que incida la contaminación, salvo en las grandes ciudades”.

“Muchos médicos siguen pensando que la salud depende de que se receten o no medicamentos o de que te laven el cerebro para comer muy bien y adelgazar. Es una miopía. Eso es no tener ni idea de salud pública o poblacional”. 

El investigador explica que lo que el Consejo Europeo de Investigación pidió fue “producir conocimiento científico que valga para cualquier ciudad europea”. Eso se ha traducido, por ejemplo, en el desarrollo de metodologías para saber cómo de buenas son las calles de una ciudad para caminar, montar en bici u otras actividades y, además, hacerlo de forma segura.

 

También se han analizado los datos de bares, restaurantes o establecimientos de alimentación de la ciudad permitiendo “peinar y entender el entorno alimentario de cualquier ciudad, incluso una tan compleja como Madrid”. Y es que, España, no cumple con los preceptos de alimentación que sugiere la Dieta Mediterránea tan (teóricamente) instaurada en su acervo cultural.

“Tenemos un desastre mayúsculo que es la obesidad infantil”. Es otra de las  conclusiones de las investigaciones. Un aviso a navegantes que resulta, sin embargo, insuficiente. “Dar por hecho que el entorno urbano influye en la salud de los ciudadanos es un avance pero luego hay que ver la letra pequeña. ¿Cómo hacemos la ciudad? Es algo que hay que empezar a tener en cuenta porque tiene impacto en la salud pública”.

¿Y cómo trasladar las aportaciones científicas hasta el ámbito político y que se actúe en consecuencia?, preguntamos. “Estamos en contacto con ayuntamientos, consejerías y de hecho he estado en el Parlamento Europeo para trasladar los resultados de las investigaciones. Nunca es suficiente”, dice Manuel Franco, quien advierte de la “importancia” de que el mensaje llegue también a Castilla-La Mancha porque “los problemas son comunes a todas las ciudades”.

El profesor pone varios ejemplos relacionados con el tabaco o el alcohol. “Hemos visto cómo en los barrios turísticos se vende más alcohol y los que vivimos entre turistas estamos también expuestos. Es un negocio enorme en un país que de turismo”.

Sobre los riesgos del tabaco para la salud cardiovascular o su incidencia en el desarrollo del cáncer, dice, hay poco que aportar porque son de sobra conocidos. “Lo que hay que decidir es cómo organizamos las ciudades para que sea muy difícil fumar. Lo estamos haciendo mal. Parece que basta con una ley de espacios libres de humos que no sabemos si se cumple”.

 

De hecho, un reciente estudio de la Universidad de Alcalá, liderado por Xisca Sureda, del grupo de investigación Epidemiología Social y Cardiovascular, confirma que el tabaco en terrazas cerradas es igual de nocivo que si nos encontramos dentro de un establecimiento.

Lo mismo podría ocurrir en paradas de autobús, exteriores de locales de hostelería o de edificios públicos que ahora son objeto de investigación. “Los datos nos indican que la batalla contra el tabaco no solo no se ha ganado, sino que la estamos volviendo a perder”.

La turistificación de las ciudades y su influencia en la salud

Fenómenos como la turistificación o la gentrificación también caben en esta investigación. ¿Quién vive en cada barrio? ¿Por qué se marchan aquellos que no pueden pagar alquileres o las casas en entornos ‘colonizados’ por los turistas?

“Es un tema muy interesante y complejo en el que los sociólogos y geógrafos urbanos nos ayudan mucho para saber como esos fenómenos cambian el perfil de los que viven en la ciudad, cómo cambian los recursos y cuál es el impacto en la salud”.

 

Si el tabaco o el alcohol tienen efectos negativos en la salud, el ocio mal planificado no se queda atrás. El investigador mira hacia las ciudades turísticas de Castilla-La Mancha: “¿Qué ofrecemos al turista? ¿Ofrecemos cultura, gastronomía, paisaje maravilloso, deporte al aire libre u ofrecemos alcohol y juerga? Eso tiene que ver con cómo se organiza la ciudad”, asevera.

En el fondo, lamenta, “todo esto son intereses políticos y económicos. Hay mucho dinero en juego para que sigamos bebiendo y fumando, para consumir comida basura o para que sigamos utilizando el coche en vez de la bicicleta” y por eso advierte: “La ciudad saludable será aquella que sea consciente de que su diseño y organización tiene un impacto sobre la salud y actúe en consecuencia”.

El reto, dice, está en cómo diluir los efectos del tabaco, el alcohol o la contaminación y, en este sentido, la investigación científica puede contribuir a lograrlo. Solo hay una pega: “Vivimos en un país que sigue siendo tacaño, mezquino y miope con la financiación de la ciencia. La ciudadanía no sabe para qué vale”.

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