La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.
Lo que las avutardas nos enseñan
Una de las mayores satisfacciones que, como naturalista, he experimentado fue la primera vez que contemplé avutardas en libertad. A sólo veintitrés kilómetros de Madrid capital, entre suaves lomas donde crecían cultivos de secano, y a una distancia prudencial con mis prismáticos, pues las avutardas son aves muy espantadizas, pude contemplar un grupo de unos once ejemplares caminando parsimoniosamente, picoteando su alimento, hasta que desaparecieron detrás de una pequeña colina.
Y recuerdo que reflexioné sobre lo cerca que la fauna silvestre puede estar de las grandes aglomeraciones humanas, sin problemas, estorbos ni interferencias. El mundo es ancho y todos cabemos en él, si ponemos voluntad para ello.
La avutarda 'Otis tarda' es, sin discusión, una de nuestras joyas ornitológicas. En la Península Ibérica vive nada menos que el 60% de la población mundial. Es la mayor ave voladora europea: el récord de peso lo ostenta un macho que pesó veintiún kilos. En efecto, es un ave 'realmente' grande, majestuosa cuando vuela con sus casi dos metros de envergadura alar, parsimoniosa cuando exhibe su precioso plumaje dorado salpicado de negro y blanco. En marzo, cuando machos y hembras se mezclan entre sí por única vez en el año, se produce un espectacular cortejo: en unos terrenos de combate llamados 'leks', los machos, desplegando en forma de rueda las plumas de su cola, erizando sus largos bigotes, echando hacia atrás la cabeza mostrando el blanquísimo cuello y vientre, casi convertido en una erizada bola de plumas, los machos danzan para impresionar a las hembras.
La avutarda no es un ave especialmente difícil de observar para cualquier curioso paseante por nuestros campos. Su gran tamaño y los terrenos despejados que elige para vivir facilitan su observación, siempre y cuando se usen prismáticos para no acercarse a menos de quinientos metros de distancia. También es aconsejable realizar una pequeña investigación previa para tratar de localizar las poblaciones más cercanas a nuestro domicilio. Y en marzo, cuando llega el celo, es una época inmejorable para buscarlas. Castilla-La Mancha alberga la segunda mayor población española, con aproximadamente entre 5.000 y 6.000 ejemplares, siendo más abundante en las planicies de Albacete.
Precisamente lo que más llama la atención sobre la gran avutarda es su facilidad para vivir en campos de cultivo, antropizados y aparentemente desnaturalizados. Pero es una contradicción sólo aparente: en ellos, la avutarda encuentra el alimento que necesita, invertebrados, semillas y materia vegetal. Los cultivos de secano son los más adaptados a nuestro clima mediterráneo, de veranos sofocantes y precipitaciones irregulares de un año a otro, lo que favorece la existencia de sequías recurrentes, como este otoño de 2017. Cuando nuestra agricultura y nuestra ganadería se adaptan al clima y al terruño, no son incompatibles con la fauna autóctona, es más, favorecen su existencia.
Recientemente, en un medio de comunicación pude ver un reportaje sobre los estragos que la actual sequía estaba causando en una explotación ganadera de vacuno para carne ubicada en los Montes de Toledo. Me quedé atónito cuando el propietario indicó que cada una de sus vacas necesitaba un mínimo de ¡ciento treinta litros de agua al día! En pleno clima mediterráneo, una ganadería de vacuno para carne no parece la elección más adecuada. De hecho, las comunidades autónomas que han visto reducir su población de avutardas han sido aquéllas donde los cultivos de secano están desapareciendo en pro de los regadíos, donde las avutardas no pueden prosperar.
Ésa es la gran enseñanza de las avutardas: apostemos por una cultura agropecuaria adaptada a nuestro clima y geografía. No sucumbamos a los cantos de sirena del pan para hoy y hambre para mañana. La fauna silvestre nos recompensará con su simbiosis. Como las avutardas.
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