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Eloy M. Cebrián, escritor: “Los libros están ahí para representarte, tú no importas”

El escritor albaceteño Eloy. M. Cebrián

José Iván Suárez

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Sobre la mesa de una cafetería, un ejemplar de 'Cómo se cuenta una historia' mira de reojo a un café humeante. Si una mano torpe no agarra con decisión la taza, las páginas del libro podrían quedar mutiladas para siempre. Quizá por eso, la última obra de Eloy. M. Cebrián no le quita ojo al café que se va a tomar el periodista.

Entre tanto, llega el autor. Nacido en Albacete, en 1963. Licenciado en Filología y catedrático de instituto. Autor de más de una veintena de libros entre novelas, cuentos y recopilación de artículos. Galardonado con el Premio Jaén, Francisco Umbral o Ateneo-Ciudad de Valladolid, también ha sido finalista de otros prestigiosos certámenes como el Fernando Lara o el Herralde. Una experiencia literaria que le ha llevado a impartir talleres de escritura durante los últimos años. Y debido a esta práctica formativa, decidió escribir un libro para adolescentes, “pero me fui a las 400 páginas, una tendencia muy frecuente en mí por eso de ser novelista”, bromea Cebrián.

Así surge este peculiar ensayo plagado de técnicas, reflexiones y ejemplos para aquel que quiera iniciarse en el tortuoso y a la vez fascinante mundo de la escritura. Y vuelve a bromear Eloy: “Aún me han quedado muchas cosas en el tintero, el tema es inabarcable, en el último capítulo amenazo con otro”.

Queremos saber más sobre el propio hecho de escribir. Cuenta el autor de 'El fotógrafo que hacía belenes': “Los narradores o novelistas tenemos que trabajar con mucha disciplina porque si no, no lo acabas; cuando te embarcas en serio en la escritura de una novela sabes que tienes que escribir todos los días, más o menos lo que la vida te permita, pero todos los días tienes que añadir algo, sea un párrafo o sean cuatro páginas. El momento para mí siempre es difícil, a mí me cuesta trabajo ponerme a escribir, no es algo natural. Curiosamente, escribiendo este último libro, sí; no me resultó un esfuerzo tan grande, quizá porque era ensayo, no era narrativa, no tenía que cambiar tanto el chip de ponerme en una situación diferente, sino porque estaba contando algo que había estado contando durante dos años en los talleres de escritura, eso hizo que el hecho de plasmarlo fuera más suave, más fluido”.

Aunque la escritura es disciplina, Eloy reconoce que, a veces, “hay momentos que parece que no estás escribiendo tú, que parece que el libro se está escribiendo solo, que es cuando mola realmente, pero no son tan frecuentes. Al fin y al cabo, las novelas se escriben con mucho esfuerzo, con muchas horas de estar sentado delante del ordenador y con muchas horas perdidas de darle vueltas o escribir páginas que luego borras, que es peor todavía pero que es imprescindible. La gente que no borra nada o son genios o son muy malos escritores, una de dos, no hay puntos intermedios. Y yo borro bastante”.

Desde su primer libro, 'Memoria del Bucéfalo', Eloy. M. Cebrián se ha adentrado en la novela juvenil, negra, terror o en la ciencia ficción. Antes de escribir está la lectura, este es un dogma que cualquier amante de la literatura conoce. Por eso, el escritor albaceteño recuerda tanto cómo ha disfrutado leyendo y, añade,: “Leo mucha novela inglesa y norteamericana, leo literatura de género como la ciencia ficción, leo lo que me apetece, me dejo seducir por las novedades, leo lo que sé que me va a divertir, no me encasillo, no soy nada intelectual ni escribiendo ni leyendo”.

Pese a su torpeza habitual, el periodista ha sido capaz de tomar el café sin derramar el oscuro líquido sobre 'Cómo se cuenta una historia'. Más allá de este libro, queremos seguir sabiendo sobre el entrevistado. Preguntamos a uno de sus amigos, Miguel Ángel Molina, escritor y compañero en los talleres que imparten en Albacete. Define a Eloy como “el mejor narrador de Albacete” y se explica: “Es un autor todoterreno, y en todos los géneros se desenvuelve con soltura. Me gusta especialmente el tono humorístico de alguna de sus novelas, su ironía, esa retranca tan característica de La Mancha. Pero también su capacidad para construir historias profundas y existenciales, muy en la corriente de Borges o Cortázar”.

¿Y cómo persona? Responde Molina: “Creo que habría que distinguir en lo que se aprecia a primera vista, en un primer contacto, en el que puede dar la impresión de ser una persona hermética o seria, y luego el verdadero Eloy, el que solo se encuentra si se escarba lo suficiente. Un Eloy divertido, agudo y sensible, característica necesaria para todo aquel que escribe, sin la cual resultaría imposible construir historias”.

Interrogamos de nuevo a Eloy sobre su mejor novela. Lo tiene claro, 'Memorias de un fantasma'. Cuenta que “este libro está lleno de mi personalidad, el sentido del humor o incluso la misma biografía. El personaje es un impresentable, pero para construir su historia puse buena parte de mi biografía, hay muchos rasgos, muchos comentarios que los podría hacer yo, otros no, pero incluso mi vida en Aýna y luego en La Roda, como hijo de un maestro rural, mis años en la Universidad de Valencia, hay muchas cosas, muchísimas … Si piensas que leyendo este libro me vas a conocer, me vas a conocer como un psicópata y algunas cosas más que en definitiva es de lo que va la novela”.

Cebrián se ríe de sí mismo e insiste en quitarse la etiqueta de intelectual pese a que todas las semanas escribe un artículo de opinión en prensa. “Será porque llevo gafas”, sonríe. No hay más que hablar sobre el tema. Lo cierto es que Eloy siempre dice lo que quiere.

Nos ayudamos en otro de sus amigos, Manuel Merenciano, también aficionado a las letras. “La Ley de Murphy, sus recopilaciones de artículos, me encanta su capacidad de crítica de lo cotidiano que trasciende más allá, siempre muy divertida, con mordacidad y mala leche, pero él también utiliza una crítica muy valiente, da la cara, se pone él el primero por delante a la hora de satirizar lo absurdo y las miserias de este mundo en el que vivimos”. Y con todo, matiza Merenciano, “cuando leo sus obras hay siempre una impronta que impregna de cierto aire de sensibilidad y ternura”.

En su último libro, Eloy. M. Cebrián afirma que “la escritura es mi personalidad secreta” y tal vez, esta es la llave para entenderle. El impulso por la escritura lo ha tenido siempre, escribió algunos relatos de joven y luego lo dejó durante muchos años. Sin embargo, ya de niño se había aventurado en la redacción de una novela 'El Ser de la Cueva', un manuscrito de veinte página que su madre debió guardar y por eso ha llegado hasta hoy. Y ahora “no comprendería mi vida sin la escritura”, confiesa en otro momento el autor de los libros 'Madrid, 1606' y 'Madrid, 1616'.

En estos treinta años de labor creadora, el albaceteño ha llegado a vender hasta 20.000 ejemplares de su historia juvenil ambientada en la guerra, 'Bajo la fría luz de octubre'. Y además, en este tiempo, ha emprendido, junto a Antonio García Muñoz, la tarea editorial con el sello 'Los Libros del Problema de Yorik', con el que ya han publicado 31 libros y un buen puñado de revistas. Y lo que aún falta por escribir. En la mente de Eloy, ya busca acomodo una nueva historia. Una novela ambientada en la Inglaterra de Shakespeare. Todo se andará.

Mientras tanto, el escritor recomienda llevar siempre papel y boli a mano pues “la sustancia que compone las ideas es una de las más volátiles del mundo”. La entrevista va terminando. Los posos del café duermen olvidados en el fondo de la taza. Sobre la mesa, 'Cómo escribir una historia' resopla tranquilo. Su autor lo coge entre sus manos. El periodista rememora entonces algo que ha leído en el libro, uno de los recuerdos que con más emoción guarda Eloy; la cara de asombro de su hijo cuando de pequeño el escritor le contaba historias creadas solo para él. Sobre esto no han hablado.

La conversación termina pensando en la tranquilidad de la jubilación, en el desquicio de la sociedad y en un titular para esta entrevista: “Los libros está ahí para representarte, tú no importas”, zanja Eloy y Albacete anoche mientras las luces de los escaparates iluminan la realidad paralela. 

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