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Erradicar los mitos alrededor del suicidio como parte de su prevención

Olmo Calvo

Francisca Bravo Miranda

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El suicidio sigue siendo la primera causa de muerte no natural en España. Según el Instituto Nacional de Estadística, se producen casi diez muertes al día por esta causa. Y sin embargo, “su reconocimiento como tal, se sigue evitando en muchas cosas”. Así lo explica la Estrategia para la prevención del suicidio y la tentativa autolítica de Castilla-La Mancha, que se enmarca dentro del Plan de Salud Mental 2018-2025 y que critica que “hacer de esta causa de fallecimiento un tabú, no tiene por qué ser beneficioso para el resto de personas en riesgo de plantearse el suicidio”. 

En esto coincide el doctor Francisco Celada, psicólogo y profesor asociado de la Universidad de Castilla-La Mancha. El también miembro fundador de la Sociedad Española de Suicidología habló precisamente en contra de estos mitos y tabúes en el café-coloquio organizado por el Colegio regional de Psicología en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, 'Rompiendo mitos y tabúes sobre el suicidio. Hablar es esencial'. Celada se ha especializado en el tema, a partir de su labor como enfermero de Emergencias, basado en la UVI de Illescas. “Veía muchos intentos autolíticos, en los que sí podíamos ofrecer asistencia”.

Al formarse como psicólogo, se dedicó a investigar los intentos de suicidio registrados en la base de datos del servicio del 112 en la región. Su Trabajo de Fin de Máster, y posteriarmente su doctorado, analizaba los intentos autolíticos entre el 2006 y el 2015. Como datos, señala que en el primer año analizado hubo 104 intentos, mientras que en 2015 fueron 144, y hubo picos en 2007 y 2013, con 162 casos de intento. Dentro de su análisis también incluyó la crisis económica y otros marcadores como el PIB nacional o regional.

Una de las conclusiones obtenidas de su estudio es que, efectivamente, la solvencia de las personas y la capacidad económica van relacionados: “a más capacidad económica o más dinero tienen las familias, disminuyen los intentos de suicidio”. Además, señala que existen otras variables: son ellas las que lo intentan más, con métodos “más blandos”, como la intoxicación por medicamentos.

“Tenemos que hablar de ello”

Aquí entran también los mitos, por ejemplo, el de que “las mujeres lo intentan, pero no llegan” o que “sólo se suicida la gente mayor o la que está enferma”; también “todos los que se suicidan son enfermos mentales”. “Se trata de mitos que hay que destruir y desmontar”, explica Celada. Y la mejor manera, asegura, es hablando de ello. “La gente tiene que hablar de ello y darse cuenta de todas las creencias erróneas que existen”, asegura el profesional, que se refiere también al mito de “hablar de suicidio puede ayudar a cometerlo”. 

“Muchas veces se piensa que al hablar de suicidio tendrá un efecto propagador, pero es al revés”, asegura. En este sentido, Celada señala que, por ejemplo, cuando un superviviente a un intento autolítico explica su historia, el apoyo que recibió sirve como una manera de prevenirlo. “Hay mucho miedo a hablar de esto, la gente no quiere hablar del tema, si hay un suicidio en la familia se esconde. Queremos esconderlo, las personas nos lo hemos autoimpuesto, la sociedad se lo ha autoimpuesto”, reflexiona. 

Por ello, insiste, “hay que hablar de ello”. No sólo del suicidio, sino también de la salud mental para “que todo se normalice”. De este modo, las personas en esta situación de “tensión y ansiedad” pueden conseguir hablar de ello y buscar apoyo en su familia, amigos o el profesional de cabecera. “La mayoría de las personas comentan sus intenciones de manera indirecta. Incluso se lo dicen al médico de cabecera, pero no se logra detectar o tomarlo en serio, y no ven los signos de alarma”, señala. 'Estoy harto, quiero descansar, como me quiten mi casa o mi coche, verán lo que es bueno', son las que mencionan. 

La sociedad, asegura, tiene que estar “bien formada” al respecto y por eso, explica, es importante la difusión que se da del tema. No es necesario que sea un psiquiatra o un psicólogo, asegura, sino que cualquier persona del entorno puede desactivar la ansiedad y la tensión, el “punto de crisis” que se observa. 

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