José Antonio Marina: “Hay redes sociales inteligentes y redes estúpidas”
Aunque el filósofo y pedagogo toledano José Antonio Marina es conocido por sus numerosos libros, estudios, artículos y ensayos, ha sido la puesta en marcha de la Universidad de Padres lo que le ha otorgado en los últimos siete años más prestigio si cabe en el mundo de la enseñanza y la pedagogía. Complementado con una Escuela de Parejas y en continua investigación, se trata de un proyecto único en el mundo donde se enseña a los padres, mediante el sentido práctico y las nuevas tecnologías, a estimular el talento de sus hijos. Marina, que va a remitir una propuesta sobre educación a los partidos políticos bajo el nombre ‘Objetivo 5 Años’, recibe a eldiario.es/clm en la sede de la Fundación que dirige este proyecto y charlamos con él sobre esta exitosa iniciativa y también sobre talento, emociones, crisis económica, jóvenes y leyes educativas.
Hace ya siete años que se creó la Fundación Educativa Universidad de Padres, ¿qué balance realiza?
Lo primero de todo, que la necesidad que tienen los padres de algún tipo de orientación era real y la valoran mucho. Segundo, que estamos sabiendo muchas cosas sobre educación que sería estupendo que pasaran a la escuela, pero que mientras lo hace, el mejor camino es comunicárselo a los padres para que cumplan la parte que puedan hacer ellos y presionen a la escuela para haga lo mismo. Y en tercer lugar, como somos una fundación investigadora, en estos años hemos aprendido muchísimo, porque el mundo educativo va a toda velocidad. Nos hemos convertido en expertos en aprendizaje, no solo para niños y adolescentes, sino también para los padres. Los padres se sienten presionados para aprender en su trabajo, socialmente, en las nuevas tecnologías, en la educación de sus hijos, y nosotros intentamos cubrir todo ese campo.
¿Este proyecto ha respondido a la necesidad de una generación concreta de padres o ha sido una respuesta social más global?
Se corresponde con la evolución de la sociedad, que ha hecho que niños y adolescentes tengan más oportunidades pero que sea más difícil conseguir que las aprovechen. Estamos en un mundo incierto y rápido que obliga a padres y docentes a saber lo que decimos a nuestros alumnos e hijos. Hay cosas que sabemos con certeza, como que nuestros chicos y chicas se van a enfrentar a un mundo global, muy competitivo y que va a ofrecer muchísimas oportunidades pero que va a ser feroz con quien no las aproveche. Lo que hacemos nosotros es facilitar a los padres que sus hijos puedan aprovechar esas oportunidades: primero fomentando el talento de sus hijos y luego informándoles sobre estudios, lugares, nuevas tecnologías o métodos para resolver problemas. Es una función casi de justicia social, porque quien está más informado tiene más recursos. Queremos que todo el mundo juegue en la primera división.
¿Cuáles son los prejuicios y estereotipos que deben desecharse en la educación de los hijos?
Muchos. Primero, los prejuicios que los padres tienen sobre ellos mismos. Muchos están angustiados porque creen que son responsables de todo lo malo que le vaya a pasar a sus hijos, y no es verdad. Hay que desculpabilizar a los padres porque no son los únicos agentes educativos; ahí el entorno juega un papel fundamental, y en España hay una desconexión enorme entre la familia y la escuela. Por eso estamos intentando construir esos puentes para que trabajen juntos. En segundo lugar, está el mito de que los niños nacen con una inteligencia determinada. Un niño sano tiene unas capacidades maravillosas pero que se pueden frustrar. Si las desarrolla, entonces adquiere talento.
Otro estereotipo es sobre el cerebro. El cerebro puede construirse a sí mismo, no es únicamente una herramienta que manejamos y si se construye bien tendrá muchos recursos. En cuarto lugar, que las emociones se aprenden como se aprenden otras cosas. Y por último, hay que desechar la idea de que la adolescencia es una época de crisis, porque no es así. Es una época donde todo el cerebro se rediseña y es la segunda gran era del aprendizaje. La educación del adolescente está infantilizada, sin darnos cuenta de que la responsabilidad forma parte del desarrollo de la inteligencia. Para ello tenemos también un taller especial para el desarrollo del talento adolescente y una Escuela de Parejas para ayudarles en esa misión (el plazo de matrícula finaliza en octubre).
¿Cómo cree que ha afectado la crisis económica a las relaciones entre padres e hijos?
Ha afectado por varias razones pero la fundamental es que el clima que se vive en una familia influye mucho en los hijos y cuando en la familia se da un ambiente de tensión, de miedo y de dificultades económicas, los niños y adolescentes lo detectan inmediatamente. También ha bajado el nivel de gasto de las familias; y luego está el gran porcentaje de estrecheces económicas, afectando a los niños incluso a nivel alimenticio, y eso es muy preocupante.
“Cualquier salida es posible con la educación”
¿Y en cuanto a la educación?
Respecto a la escuela se ha producido un efecto raro, porque la bonanza económica había provocado que aumentara el índice de abandono escolar, y ahora, con tanta gente sin facilidad para encontrar empleo, ha disminuido esa tasa de abandono escolar, pero no porque la escuela esté mejor sino porque el empleo está peor. La crisis ha propiciado que los que ahora están decidiendo su futuro en la adolescencia o entrando en la universidad se hayan convencido de que no tienen otra salida que la educación. Y para no meterles en un callejón de salida, tenemos que decirles que cualquier salida es posible a través de la educación pero que no tiene que ser solo mediante la universidad. Sin educación, no hay futuro, ni encaje social, pero no toda debe ser universitaria, tiene que haber una formación profesional fuerte y abierta.
Todavía existe la sensación de que los padres delegan muchas de esas funciones en los profesores, ¿es una impresión equivocada?
No se puede hablar de los padres en general. Hay un porcentaje de ellos que son negligentes o no son capaces de educar. Luego hay otros que quieren que la escuela solo les instruya porque la educación se la dan ellos. El resto de la población da mucha importancia a la escuela al mismo tiempo que desconfían de ella, están en una situación incómoda. Pero no creo que hayan abdicado de su tarea educativa. En su mayoría están preocupados, y muchas veces lo que hacen es multiplicar las actividades extraescolares de los niños porque no saben cómo hacerlo. Se inhiben más por sentirse incapaces que por no querer educarlos.
Usted es también colaborador en los estudios del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. ¿Hacemos mal al hablar continuamente de ‘ninis’?
Sí, porque lo que hay es una mezcla de personas desanimadas, decepcionadas y automarginadas. Los decepcionados son los que no han encontrado un trabajo tras mucho buscarlo y ahora están en un papel hostil contra la sociedad, la desprecian porque no se lo ha facilitado. Los desanimados están en una situación que no pueden superar, en estrés, paralizados. Y los terceros son los que ‘pasan’, o bien porque su familia les mantiene, o porque se han instalado en el gusto por la precariedad. No tienen ningún interés en planes a largo plazo, se han automarginado, no tienen esperanza, han encontrado una especie de impotencia confortable. Estos tres grupos forman un colectivo muy amplio pero muy diferentes unos de otros, y a cada uno de ellos habría que dirigirse de una manera diferente.
“Las tecnologías van tan rápido que no nos da tiempo a aprender a manejarlas bien”
Continuamente se alerta también del daño de las redes sociales a los jóvenes, ¿son tan malas, no aportan valores positivos?
Es que todavía no estamos acabando de saber cómo funcionan. Van tan rápido que no nos da tiempo a aprender a manejarlas bien. Es como si en una misma semana hubiéramos pasado de la imprenta al teléfono y al ordenador. Las tecnologías en red son potentísimas y magníficas pero todavía las utilizamos como a los niños que le dan un juguete. Eso es algo que cuidamos en la Universidad de Padres: cómo introducir las tecnologías en los procesos de aprendizaje. Por ejemplo, en nuestro Proyecto Centauro concretamos qué debe el niño guardar en el ordenador y qué debe guardar en su cerebro. Por eso me gusta tanto la frase “Un burro conectado a Internet sigue siendo un burro”. Porque hay redes sociales inteligentes y redes estúpidas, fanáticas, que limitan la capacidad de atender.
Dirigió en julio una carta al nuevo ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, donde fue muy crítico con el ex ministro Wert, ¿le ha respondido?
He de reconocer que me llamó al día siguiente y hemos tenido una entrevista. Ha cambiado el tono y ha conseguido algo imposible: que el comienzo de curso empezara sin grandes problemas. Wert dejó la educación como un avispero, con todo el mundo enfadado, con la ley ya aplicada en varios cursos. Y el nuevo ministro ha introducido un poco de calma y los consejeros lo han agradecido también, aplazando las cuestiones más polémicas. La LOMCE tiene más defectos por el modelo de gestionarse que por su contenido. Y no reconoce que la única forma comprobable de mejorar la educación es mejorar el nivel de los docentes. La formación del profesorado y de los equipos directivos es prioritario y mientras no se haga eso, no hay ley que valga.
¿Por qué es tan delicado el tema de la educación en España, por qué ninguna ley educativa ha terminado de funcionar?
Siempre ha sido un defecto de gestión, nunca hemos tenido buenos gestores educativos. Una ley no cambia la educación, pero si va acompañada del esfuerzo de implicar a todos los agentes, profesores, padres y la sociedad, sí lo hará. Yo he hecho una propuesta que enviaré a los partidos políticos de cara a las elecciones generales y publicaré bajo el nombre “El despertar del diplodocus”. Es el 'Objetivo 5 años': con el presupuesto que hemos tenido en España, que es el 5% del PIB, nos podemos convertir en una escuela de alto rendimiento en el plazo de cinco años. Los objetivos serían reducir el abandono escolar un 10%, subir 35 puntos en el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), que es posible; reducir la diferencia entre los buenos y malos estudiantes, y poder enseñar las destrezas del siglo XXI.
Tenemos la hoja de ruta en los modelos de países que lo han hecho muy bien, como Finlandia, Inglaterra o Polonia. Tenemos que conseguir que la sociedad española vea que esto es posible y que dentro de cinco años no nos vean otra vez discutiendo sobre lo mismo, una y otra vez. A ver si consigo despertar la polémica necesaria, y se puede hacer una propuesta rigurosa y optimista.