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‘Jessica Jones’ & ‘Daredevil’: mis queridos y aciagos superhéroes

Los superhéroes imperfectos y oscuros han llegado para quedarse y, aunque no son algo nuevo, parece que Netflix los ha puesto más de moda que nunca, en detrimento de las más clásicas, coloristas y buen rolleras historias a las que nos tienen acostumbrados el cine y la televisión más actual (‘The Flash’, ‘Arrow’, ‘Los Vengadores’, ‘Guardianes de la Galaxia’, ‘Iron Man’, ‘Thor’, etc). Cuidado, no estoy en contra del tipo de narraciones que cuentan las series y películas que he mencionado, pero es cierto que ‘Jessica Jones’ y ‘Daredevil’ han conectado con un público que demandaba otro tipo de héroe: más adulto, real y complejo. La fusión del universo Marvel y el gigante del streaming ha dado como resultado dos productos necesarios que dan un paso más en el género, ahondando en temas poco frecuentes en este tipo de ficciones.

Drew Goddard (‘Buffy Cazavampiros’, ‘Angel’) y Melissa Rosenberg (‘Dexter’, ‘Crepúsculo’) son los ‘showrunner’ de ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’ respectivamente. Las dos ficciones están contextualizadas en el barrio neoyorquino de Hell´s Kitchen, asolado por el crimen y el pillaje. Las historias muestran maneras muy diferentes de afrontar o entender la idea de ser un superhéroe: mientras Matt Murdock (Charlie Cox), tras un accidente que le deja ciego, luchará incansablemente contra el crimen; Jessica Jones (Krysten Ritter) reniega de sus poderes e intenta reconstruir su vida, tras un hecho traumático, ejerciendo de detective privado.

Charlie Cox y Krysten Ritter son los encargados de insuflar vida a los dos superhéroes aunque sus papeles hasta ahora han sido poco reseñables debido a sus carácter secundario y residual; se tenía cierto temor a que no dieran la talla. Al primero se le puede recordar de ‘Boardwalk Empire’ y a la segunda de ‘Breaking Bad’, como novia de Jesse Pinkman y de la malograda serie ‘Don´t Trust The B---- in Apartment 23’ donde era la protagonista. La experiencia ha sido muy grata y la sorpresa aún mayor, ya que han sobrepasado las expectativas, consiguiendo transmitir unos héroes con cataduras morales, desazones, desencuentros, problemas y sobre todo conectar al público con esa soledad y responsabilidad que cargan en sus espaldas.

La realidad es que si hay un personaje que ha marcado el pasado año seriéfilo ha sido el de Jessica Jones. ¿Por qué? Muy sencillo, la televisión necesita heroínas de verdad, con o sin superpoderes, pero las necesita y por suerte cada vez hay más: Clarke, Alicia Florrick, Octavia, Peggy Carter, Saga Noren, Nyborg o Maddie Clark, entre otras. Nunca y, de hecho, en algún artículo antiguo ya lo reivindiqué requerimos de más grandes personajes femeninos.

La figura de interpreta Charlie Cox es la más clásica al uso -sin meterme en su complejidad psicológica-, por eso mucho es más reseñable el personaje que interpreta Krysten Ritter ya que ella no articula una superheroína al uso. Se trata de un enfoque distinto, donde es una Jessica Jones hundida, un poco alcohólica, cínica y vacilona que se ha cansado de ‘salvar’ a la gente. Aunque sea su ‘leitmotiv’ final pero, sin duda, ella busca primero su ‘salvación’ y bienestar, ya que está quemada de su status y de tener que anteponer la vida de otros a la suya. Al final, son personas que viven en un continuo estrés donde su camino no es precisamente de rosas por poseer unos poderes que les dan más responsabilidad y deberes que satisfacciones.

El pasado es el caldo de cultivo para entender los traumas y decisiones que toman a cada momento Matt Murdock y Jessica Jones. Dota a estos dos personajes de claroscuros y complejidad, aunque quizás en el caso de Jones es mucho más duro psicológicamente hablando. Las consecuencias -del pasado- son las que cambian su determinación, su relación con los superpoderes y la forma de lidiar su vida personal y la de superhéroe. Este último aspecto es tremendamente trágico en la vida de la superheroína.

La gran diferencia entre ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’ es su forma de expresar esa violencia en la pantalla: la primera tiene una narración con más violencia física y la segunda navega por el sadismo psicológico. Por eso, a mí me parece ‘Jessica Jones’ una historia más descarnada, compleja y visceral, además de ser temáticamente mucho más interesante: el trauma, el acoso sexual, el abuso, la violación o la soledad, entre otras. Es decir, ‘Daredevil’ plantea temas interesantes pero de corte más clásico y habitual.

Los villanos son parte fundamental del relato de superhéroes y tienen que estar a la altura e incluso eclipsar en algunos momentos de la narración a los mismos. Este apartado lo cumplen a la perfección, dejando a los mejores ‘badguy’ de la temporada pasada: Kingpin (Vincent D´Onofrio), ser despiadado cruel y de alto voltaje, un lobo con piel de cordero que estremece al espectador; y Killgrave (David Tennant), un ser enfermizo y psicótico, al que su poder no le impide sentirse brutalmente solo.

Una ambientación y estética comiquera dan al relato audiovisual un toque especial. En ‘Daredevil’ predomina la noche mientras que en ‘Jessica Jones’ el día, conjugando a la perfección la temática con la atmósfera oscura y aciaga. Aunque las dos ficciones guardan un apartado técnico y un tono muy parecido -para dar unidad al universo Marvel-, sí que se diferencia en que son superhéroes con personalidades muy distintas.

Cierto es que las dos ficciones no terminan de ser redondas por varios motivos: ‘Daredevil’ peca de tener exceso de capítulos o duración y con un par de episodios menos hubiera funcionado mucho mejor, y por otra parte, se echa de menos algún personaje femenino más allá de la función de ser un simple florero; ‘Jessica Jones’ tiene algunos errores en el texto al final de la temporada que conllevan a situaciones no mal resueltas del todo, pero que seguramente se podía haber hecho de otra forma mejor. Además, también se podría poner un ‘pero’ al excesivo retrato caricaturesco del personaje de Will Simpson (Wil Traval). En el apartado de los personajes secundarios también difiere mucho en ambas ficciones. De hecho, en la serie de la superheroína tienen bastante más peso y subtexto que en la del héroe rojo.

La nueva temporada de ‘Daredevil’ se estrenará a mediados de Marzo y la segunda de ‘Jessica Jones’ todavía es pronto para saberlo. A estos dos superhéroes se les unirán otros -con sus propias series- próximamente para completar el universo Marvel-Netflix: Iron Fist y Luke Cage, para al final unirlos a todos en el ‘crossover’ titulado, The Defenders.

En España, podéis ver estas dos fantásticas series a través de ‘Netflix’. Unas opciones perfectas para maratonear y disfrutar unos superhéroes con una tonalidad distinta a la que estamos acostumbrados.

Los superhéroes imperfectos y oscuros han llegado para quedarse y, aunque no son algo nuevo, parece que Netflix los ha puesto más de moda que nunca, en detrimento de las más clásicas, coloristas y buen rolleras historias a las que nos tienen acostumbrados el cine y la televisión más actual (‘The Flash’, ‘Arrow’, ‘Los Vengadores’, ‘Guardianes de la Galaxia’, ‘Iron Man’, ‘Thor’, etc). Cuidado, no estoy en contra del tipo de narraciones que cuentan las series y películas que he mencionado, pero es cierto que ‘Jessica Jones’ y ‘Daredevil’ han conectado con un público que demandaba otro tipo de héroe: más adulto, real y complejo. La fusión del universo Marvel y el gigante del streaming ha dado como resultado dos productos necesarios que dan un paso más en el género, ahondando en temas poco frecuentes en este tipo de ficciones.

Drew Goddard (‘Buffy Cazavampiros’, ‘Angel’) y Melissa Rosenberg (‘Dexter’, ‘Crepúsculo’) son los ‘showrunner’ de ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’ respectivamente. Las dos ficciones están contextualizadas en el barrio neoyorquino de Hell´s Kitchen, asolado por el crimen y el pillaje. Las historias muestran maneras muy diferentes de afrontar o entender la idea de ser un superhéroe: mientras Matt Murdock (Charlie Cox), tras un accidente que le deja ciego, luchará incansablemente contra el crimen; Jessica Jones (Krysten Ritter) reniega de sus poderes e intenta reconstruir su vida, tras un hecho traumático, ejerciendo de detective privado.