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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.

Buen camino, compañeros y compañeras

Camino de Santiago

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Hace unas semanas decidí tener una nueva aventura y me apunté a un voluntariado. Tenía muchas ganas de hacer uno, mi vida ha estado repleta de activismo político, pero nunca he tenido la oportunidad de poder realizar otras actividades fuera de ese ámbito. Mi anterior trabajo y la maternidad absorbían mi tiempo personal, y es que eso de ser productivos es lo que tiene.

Con esta actividad he podido vivir la mejor de las experiencias vitales hasta el momento. Porque si levántasemos la mirada y dejásemos a un lado nuestro propio “yo” podríamos vivir en un lugar más humano, más cercano, más empático. Un lugar mejor.

Durante tres días, desde el viernes hasta el domingo, realicé el Camino de Santiago acompañada de un equipo. Un equipo que compartía y convivía, sin importar nada más.

Para realizar el Camino, como en cualquier proyecto de investigación o de trabajo, tuvimos un objetivo general y otros objetivos específicos. Nuestro objetivo general era llegar todos juntos a la Catedral de Santiago. Para ello, nuestro equipo tenía varios objetivos específicos: preguntar, escuchar (escucha activa), conocer, dar la mano, abrazar, acompañar y ayudar a todas las personas beneficiarias de la asociación que nos acompañó en esta aventura: APANID. Al fin y al cabo, empatizar con los demás y estar abiertos a conocer la diversidad; estar preparadas para abrazar la diferencia.

Tras el camino recorrido (proceso), pudimos vivir la llegada, nuestro objetivo final. Un objetivo que alcanzamos porque tuvimos clara la meta: llegar juntos. Y lo conseguimos gracias a que en todo momento fuimos un equipo y sabíamos que no nos podíamos separar.

Si esto lo trasladamos al campo de la política, cuando en los discursos y en la arena nos enfrentan, hay un objetivo: crear sociedades hostiles donde el día a día se convierta en una lucha. Una guerra. Así dejamos de compartir, dejamos de darnos la mano, dejamos de darnos apoyo, dejamos de abrazarnos y ayudarnos. Abandonamos la red que nos soporta. Esa red social que es esencial para que podamos crecer como personas y, sobre todo, como comunidad.

Lecciones de vida

Dicha experiencia son lecciones de vida que se quedarán plasmadas en nuestra retina para siempre. Una lección que nos enseña cómo podría ser nuestro mundo si todos mirásemos con ojos puros, transparentes, sinceros e inocentes. Donde todos viésemos la vida sin maldad, sin pensar que lo nuestro y lo que nos pasa es más importante que lo que pasa a los demás.

Estos días han sido de reflexión, de observación. Esta experiencia me ha enseñado que en la vida hay que centrarse en las pequeñas cosas y, sobre todo, agradecer y valorar que podemos compartir esa vida con los demás. También me han servido para dejar unas cuantas piedras en el camino y seguir vaciando mi propia mochila vital.

Es primordial que cada vez que usamos nuestro derecho al voto lo hagamos pensando no solamente en nosotros mismos y los nuestros, si no ver más allá y hacerlo también por los demás. Porque el progreso vendrá cuando entendamos que todas las personas tenemos derecho a una vida digna.

Ponernos en el lugar del otro

Para caminar juntos, de la mano, debemos escucharnos, entendernos y ponernos en el lugar del otro. Dejar de hacernos los mártires y ver que hay otras personas que están en situaciones muy diversas, más difíciles que la nuestra. Y no hay que quitar importancia a la irrupción de partidos radicales y de tinte populista que nos quieren hacer ver que son más las diferencias que tenemos a aquellas que suman y nos unen. Sin embargo, si dejamos a un lado nuestro “yo”, podremos ver que compartimos más de lo que creemos y pensamos.

Aunque, a veces, el tumulto, esa masa “ciega”, hace que veamos todo de manera distinta, oscura, es necesario salirse de vez en cuando de ese alboroto que nos empaña nuestro día para comprobar que otro mundo es posible. Uno donde todas las personas podamos ser libres e iguales, indistintamente de otras variables.

Como decía el gran Antonio Machado, “caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.

En las elecciones europeas no volvamos a pisar la senda que ya recorrimos una vez y que nos puso entre las cuerdas a toda la humanidad. No volvamos a cometer los mismos errores dejándonos llevar por nuestro propio “yo”.

Abrazad la diferencia, aunque os dé miedo y paralice, ya que si utilizamos el amor como antídoto podremos caminar juntos hacia el futuro. Un futuro más humano y justo.

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