Jorge Loriga Torrenova, conocido como Ray Loriga (Madrid, 1967) es un escritor, guionista y director de cine. Distinguido por cabeceras como ‘The New York Times’ o ‘The Washington Post’ como una pluma sólida y convincente, se ha convertido en un novelista heterogéneo y una de las firmas consolidadas del panorama literario español del momento. Trabajó en el guion de ‘Carne trémula’, de Pedro Almodóvar, y ha dirigido dos filmes: ‘La pistola de mi hermano’ (1997) y ‘Teresa, el cuerpo de Cristo’ (2007). El pasado viernes visitó la Biblioteca Valdeluz de la localidad de Yebes (Guadalajara) para compartir las interioridades de su novela ‘Rendición’, con la que obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2017.
Usted aborda en ‘Rendición’ (Alfaguara) la dignidad de la rebeldía. ¿Se puede ser rebelde en una sociedad en la que la gente hace la revolución desde el sillón y con el Twitter en la mano?
Más que de la rebeldía, prefiero la idea de la disidencia individual e intelectual. Me interesa en mayor medida la disidencia intelectual o individual que la colectiva, es decir, prefiero el primer camino personal a que alguien abandere una causa de rebeldía y después nos unamos a ella todos, sin conocer la letra pequeña de la revolución. El fenómeno de las redes sociales es curioso porque inicialmente dio lugar a procesos como la Primavera Árabe o el 15M, que después quedaron para servir de nuevo a un ordenamiento aborregado de los patrones ideológicos y de consumo.
¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
Es una novela atípica que empecé a escribir seis años antes de publicarla. Tenía un borrador bastante cercano a la novela final, pero por alguna razón decidí dejarlo enfriar y escribí otra novela en medio, El emperador de Ibiza. Después la retomé e introduje cambios que creía importantes. Me lo tomé con calma. Los lectores pueden pensar que la novela surgió de un solo impulso, pero creo que también forma parte de la función de un escritor dar la sensación de una corriente fluida, tras años de esfuerzo, corrección y revisión.
¿La obra es deudora de Juan Rulfo?
Mi literatura es deudora de muchos autores, entre los que se encuentra Juan Rulfo. En concreto, en esta novela buscaba una voz narrativa que no había utilizado nunca antes de ese modo y al ponerme a escribirla recordaba el rumor poético sincero de Juan Rulfo. El recuerdo de su literatura me resultó afín al tono que pretendía imprimir a este libro. Mi admiración por Rulfo como escritor sobresale y se expresa en mi obra. Sin sobresalir demasiado porque entonces se trataría de plagio. También hay algún elemento de Orwell, Kafka, Philip K. Dick y mucha literatura en castellano de Unamuno, Baroja y Emilia Pardo Bazán.
En alguna entrevista ha confesado que ha leído mucho a Cela. ¿Qué le interesó de él?
La escritura y su estilo. Si me gusta la manera de escribir de un escritor/a, después me zambullo mejor en aquello que me cuenta. Me resulta más difícil al contrario, cuando el tema parece interesante, pero luego la escritura no te lleva de la mano. El tema y la escritura han de ir unidos.
¿Cuál es el mensaje que quiere lanzar a la sociedad con ‘Rendición’?
No soy un escritor de mensajes ni creo tenerlos. Más bien me gusta compartir mis preguntas e inquietudes con los lectores para ver si me siguen o estoy solo o loco en esas reflexiones. En este caso, el coloquio nos podría conducir a cuestionarnos qué somos y cómo somos, según el contexto; qué cantidad de nosotros es propia y cuánto es reflejo de lo demás y cómo afectan las nuevas tecnologías a nuestras relaciones sociales. Los viajes a otros países y ciudades que he realizado durante estos años son la parte más bonita de la historia de este libro. Te das cuenta de que, aunque cambian los contextos y los decorados, los humanos no somos tan diferentes y compartimos certezas e inquietudes similares.
Han pasado más de dos décadas desde ‘Lo peor de todo’, su primera novela. ¿En qué ha variado desde entonces su estilo?
Mi estilo ha evolucionado conmigo y con mi experiencia como lector. No se trata de una transformación total, sino de la acumulación de sustratos de la misma persona que ha ido cambiando y eso se plasma en tu escritura. Es una evolución natural y uno va contando historias desde el contexto en el que vive, con la condición que se ha ido creando y con una ampliación del campo de batalla como dijo Le Bec. Creo que Rendición no podría haberla escrito cuando tenía 20 años. Entonces publiqué ‘Lo peor de todo’. Esta novela no tiene nada que ver con mi vida ni mi peripecia. Es una proyección ‘crapulada’ de una situación que no he experimentado nunca, pero el escritor es el que da el aliento al narrador.
¿Tiene preferencia por algunas de sus novelas?
Mi primera novela, ‘Lo Peor de Todo’ fue especial porque rompió la pared imposible para un escritor que es el sueño de publicar. Sientes agradecimiento. Al fin y al cabo es la que te permite llegar hasta aquí y vivir como escritor. Entre los novelistas que han calado en mi faceta como lector y escritor se encuentran Dostoievski, Cervantes, Unamuno, Quevedo, Baroja, Azorín, Virginia Wolf, Alejandra Pizarnik, o Simone de Beauvoir, entre otros.
Usted es hijo de un dibujante de prensa y de niño supongo que sería frecuente que visitara la redacción del periódico ‘Informaciones’. ¿Qué le interesa del periodismo?
Estudié periodismo también en la Universidad Complutense, al mismo tiempo que escribía mi primera novela, trabajaba en prensa en ABC, Diario 16 y como colaborador en El Pais. El periodismo siempre me gustó. Es como una especie de fascinación infantil, porque en aquellos años el periodismo era más callejero que hoy en día. No podías esperar a que te llegara la noticia mirando a una pantalla de ordenador lo que ocurría en el mundo, porque no había. Solo un teléfono, un teletipo para lo más urgente, un teléfono. El resto estaba en la calle. Esa vida de periodista medio escritor, vividor, detective le daba a la prensa de antaña un encanto especial. Hoy sigue habiendo periodismo, pero el oficio se ha acomodado. El buen periodismo sigue siendo algo personal, callejero e incluso en la red hay un trabajo de investigación que define al periodista.
¿Cuándo dejó de usar con máquina de escribir?
Gran pregunta. No me la habían hecho antes. Escribí a máquina ‘Lo peor de todo’, ‘Héroes’ y ‘Caídos del cielo’ y después compré un ordenador que no tenía todavía Internet. Era como el desarrollo de una máquina de escribir. Guardaba los textos en un ‘copydisc’ y desde ahí los imprimía. Echo de menos de vez en cuando mi bonita máquina de escribir. Era bonita, tenía un ruido encantador, pero sería muy difícil dar marcha atrás. Había algo artesanal en esa máquina que hacías con las manos, metías y sacabas el papel, se agotaba la tinta y la cambiabas; y ponías el papel carbón para hacer las dos copias. Para escribir funcionaba bien, pero no es comparable con la comodidad del ordenador para corregir.
No tiene perfil en Twitter. ¿La era de internet?
Si es la era de internet, no es mi era. Utilizo internet como fuente de información, pero no uso las redes sociales, ni twitter, ni Facebook, ni Instagram. Me he saltado esta era, aunque he seguido trabajando y no he perdido el contacto con los lectores. No creo que tenga tanto que contar cada día como para estar twitteando, más allá de lo que escribo y expreso en las entrevistas. Algunos amigos novelistas manejan las redes y lo respeto. Es una cuestión de la personalidad.
Vila-Matas dijo de usted que era “el escritor más moderno de España”. ¿Ahora se siente un moderno o un clásico?
Enrique, un buen amigo y un escritor al que admiro dijo esto como un piropo, aunque yo pensara al mismo tiempo que el moderno era él y no yo. Hace veinticinco años comencé en la literatura como una rara avis y se referían a mí como un ‘escritor joven’. Ahora, después de ser premiado con el Alfaguara, formas parte de los clásicos vivos. Es bonito que te lo digan, pero asumirlo como propio me parece petulante. No pretendo ser moderno y ser clásico es algo grande, lo que sobrevive a la historia. Ambos son elogiosas.
En 1997 colaboró en el guion de la película de Pedro Almodóvar ‘Carne trémula’. ¿Cómo es la experiencia de trabajar junto al director manchego?
Es una experiencia magnífica. He trabajado como guionista y colaborar con Pedro en su taller, poder acceder a su cabeza fue un proceso de aprendizaje impagable. Además, me pagaban, a diferencia de los becarios de ahora. Agradezco la oportunidad que me dio de trabajar en su habitación compartiendo ideas. Fue un lujo y seguimos manteniendo amistad.
Usted ha dicho en más de una ocasión que la subida del IVA al cine no se debe a una venganza del Gobierno por el ‘No a la guerra’ de los actores. ¿Entonces a qué se debe?
Creo que se ha malinterpretado ese comentario. Dije que no debería deberse… No le veía sentido a esa idea como se ha demostrado luego. Se hizo como sistema recaudatorio. En esa misma época de crisis en Francia el IVA cultural bajó como vía para estimular a ese sector. Mantengo que es una medida absurda, que no aporta ningún rédito. Pero considero que la cultura no debe recibir un trato diferencial en relación a otros sectores laborales. No debería estar tampoco penalizada. No me gusta que se identifique la cultura con el cine y los actores, porque abarca muchos más campos como el patrimonio, la danza o la educación.
Un país que no aprecia su cultura, se aprecia poco así mismo. En España nunca se ha apreciado el tejido cultural, quizá por un complejo de inferioridad.
¿Por qué no quiso participar en la campaña de la ceja del PSOE de Zapatero?
Mis ideas grandes, pequeñas, vulgares o mediocres son propias. Nunca he sentido la necesidad de asociar mi pensamiento a unas siglas o a un partido político determinado. Me interesa la política, pero no perteneciendo a un grupo. Pienso por mí mismo para bien o para mal y nadie precisa del apoyo a sus ideas para unas siglas, banderas ni campañas.
¿La cultura en España es de izquierdas?
No se sabe que es la izquierda ni tampoco la derecha. La izquierda se asoció a la discrepancia y a la disidencia durante 40 años de dictadura y desde este punto de vista, la cultura tendió a caer más hacia la crítica a unas órdenes que hacia la aceptación sumisa de los preceptos de la dictadura. Ese es el gesto dogmático y mítico que ha quedado. Hoy es una realidad cosmética. La actividad cultural es amplia y ya no está en posesión de la bendición de la izquierda, si es que eso fue una bendición.
¿Qué le pareció el alegato feminista de la última gala de los Goya? ¿Por qué el festival del cine español siempre está rodeado de polémica?
El feminismo es innegable y su causa en defensa de la igualdad es manifiesta. Quien esté en contra, se equivoca humana o éticamente. Pero no puede quedar en ciertos movimientos y actitudes cosméticas de un día. No se trata de un problema que se solucione con dos vestidos y una alfombra roja en una fiesta. Es una lucha diaria en el ámbito social y laboral que ha de calar en una sociedad desarrollada y del bienestar que, sin embargo, está aún plagada de injusticias lacerantes. No me interesan las polémicas que se dan en los Goya o en los Oscar ni considero capital para una sociedad lo que se diga o critique en una gala. Al fin y al cabo son premios que se dan unos a otros para promocionar unas películas que ha costado mucho esfuerzo, tiempo y dinero producir. Me gustan el cine, pero las alfombras rojas no me van mucho. Lo importante es la industria del cine y todo el trabajo que hay detrás.
No sé si había estado en Yebes (Guadalajara) en alguna ocasión anterior. ¿Qué le contó a su auditorio?
Cuando intervengo en charlas con lectores siempre intento que sea una experiencia novedosa, participativa y abierta a las preguntas del público en torno a la literatura. Rendición es una novela que da pie a plantear cuestiones de tema ideológico, político, memoria histórica, la familia y las emociones.