Resistencia a los antibióticos: ¿Qué hacer con la “pandemia silenciosa” que es señalada como una grave amenaza?
En medio de los meses más duros de la pandemia del coronavirus, específicamente en julio del 2020, la Organización Mundial de la Salud se refería a la resistencia a los antibióticos como una de las “mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo”. “Es necesario que se cambie urgentemente la forma de prescribir y utilizar los antibióticos. Aunque se desarrollen nuevos medicamentos, si no se modifican los comportamientos actuales, la resistencia a los antibióticos seguirá representando una grave amenaza”, resaltaban desde la organización.
La OMS también advertía de que no sólo se trata de cambiar la manera en la que se utilizan los antibióticos, sino que se deben incluir medidas destinadas a reducir la propagación de las infecciones, a través de la vacun.ación, el lavado de las manos, la seguridad de las relaciones sexuales y una buena higiene alimentaria. A nivel global.
Precisamente esta problemática es la que centra el curso de extensión universitaria de la Universidad de Castilla-La Mancha, 'Pandemia silenciosa: antibiorresistencias en el contexto de salud global', dirigido por la doctora Ursula Höfle, del Grupo Sanidad y Biotecnología SaBio del IREC.
“A raíz de la COVID-19 y todo lo que ha pasado con esta pandemia, la resistencia a los antibióticos ha pasado a un segundo plano. Pero ha sido justamente debido al coronavirus que ha habido necesidad de utilizar antibióticos para prevenir infecciones secundarias, y por eso hay quien reclama que este tipo de resistencias ha aumentado”, resalta Höfle. Por eso, el objetivo es dar una vista global de esta problemática y definir también su “dispersión” en el área de la salud global.
Perspectiva global
“Queremos abordar todos los aspectos que hay”, afirma Höfler, que señala que se deben asumir todas las perspectivas, desde la humana hasta la medioambiental. Como ejemplo pone la bacteria del estafilococo, que “muchas veces” es causa de muerte en hospitales. Todo puede partir, explica, desde las aguas residuales. “Las depuradoras no pueden limpiar los antibióticos que se excretan”, explica. “Es todo esto lo que tenemos que abordar”.
Al haber dificultad a la hora de limpiar los antibióticos de estas aguas, lo animales silvestres están expuesto. “Entonces pueden llevar el problema de un lado a otro cuando vuelan, simplemente entre ambientes o cuando migran de un lado a otro”, resalta. Por eso, afirma, es necesario darle una perspectiva global, con lo que sea posible encontrar posibles soluciones. Soluciones que, de todos modos, “pueden ser puntuales”. “Hay mucho que hacer tanto en el uso humano y en ganadería para evitar el uso de antibiótico excesivo”.
Abordar el factor de la fauna silvestre
En el caso de la fauna silvestre, reflexiona Höfler, se debe trabajar para evitar que se conviertan en un factor expuesto a la resistencia a los antibióticos, aunque sea de manera accidental. “Debemos tener en cuenta que hay otros factores difíciles de controlar, que incluyen incluso la exposición a metales pesados”. “Tenemos la sospecha de que los animales pueden exponerse, por ejemplo, a través del agua que beben. Entonces si tienes una cigüeña o una gaviota que tiene su dormidero en un pueblo o cerca de un humedal y va a comer a un vertedero, ingiere algo que lleve bacterias multirresistentes puede contaminar el agua del humedal con sus excrementos”, expone la doctora.
Esta contaminación puede repercutir de “forma indirecta” en la salud humana. “Lo que ocurre es que podemos estar expuestos a una bacteria resistente, y estas resistencias se colocan en pequeños componentes genéticos que son móviles y así se puede dar la casualidad de que suframos una infección por una bacteria que adquiera resistencia y así los antibióticos dejan de funcionar”, explica. “Es por eso que lo llamamos pandemia silenciosa, porque hay infecciones que llegan a volverse incurables, incluso aunque se trate de un resfriado común”, explica.
Esta “emergencia sanitaria” está ya en el tablero desde hace tiempo, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud. “Las administraciones son conscientes de que es extremadamente peligroso y que es un problema actual, pero también va a ser un problema en el futuro”, concluye Höfle.
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