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La difícil solución para los pueblos que se inundan cada año: de aquellos polvos, estos lodos

Francisca Bravo Miranda

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En los últimos años, la localidad de Cebolla (Toledo) ha sufrido tres grandes inundaciones. Las imágenes se repiten como un disco rayado. Calles anegadas, agua descontrolada, barro que entra por todos los rincones. ¿Coincidencia? Desde luego que no. El agua se desborda porque se desborda el arroyo Sangüesa, que atraviesa la localidad por su vía principal. El agua sigue su cauce natural y más cuando caen lluvias tan torrenciales como las que se vivieron en la provincia toledana el pasado fin de semana del 2 y 3 de septiembre. El vídeo viral que mostraba una tremendísima riada que arrasaba con la localidad de Chozas de Canales, cuyos accesos quedaron totalmente destrozados, pasaba justamente por la calle del Arroyo.

En Chozas de Canales el arroyo no tiene ni nombre, como ocurre en Cebolla, pero ahí está. Atravesando también la localidad. Lo mismo ocurre en Cobisa, también en Toledo, donde la calle del Arroyo se ha inundado también múltiples veces. Y se debe a que la localidad la atraviesa el arroyo de la Rosa, que acaba en el río Tajo.

Lo mismo ocurrió este año en Toledo capital, debido al desborde del arroyo Ramabujas en la DANA de septiembre de este año, una subida que arrasó con las cocheras de los autobuses urbanos. El agua buscaba caer al río Tajo por sus cauces naturales, encima de los cuales se ha construido. El resultado se puede ver en esta fotografía.

Eduardo Sánchez Butragueño, director general de la Real Fundación de Toledo, advierte de que los casos de Toledo capital son de “especial claridad” para mostrar la “bomba de relojería” que supone haber urbanizado el cauce natural del agua. El de Ramabujas es la novedad en este último episodio de abundantes lluvias. Proviene de la localidad de Nambroca. “Este año tuvimos la mala suerte de que saltó la carretera N-400, porque en otros precedentes se había embalsado y no saltado. Esto es lo que provocó que saltase el agua de golpe a los autobuses aparcados”.

Pero el caso del arroyo de la Rosa, que en la gran DANA de 2021 arrasó con el barrio de Santa Bárbara en la capital toledana, es especialmente significativo, pues se puede explicar a través de la urbanización de localidades como Cobisa o Burguillos de Toledo. Sánchez Butragueño apunta a cómo en los años 50' eran localidades cuyo planteamiento urbano “respetaba” la localización del arroyo.

Sin embargo, la realidad de 2023 es muy diferente. La expansión de estas localidades al sur de Toledo ha hecho que finalmente el arroyo las atraviese en vez de rodearlas y es justamente lo que provoca las inundaciones que han llegado a tener gran severidad no sólo en los pueblos, sino también al seguir su curso hasta desembocar en el río. “Hay dos cuestiones importantes. Por un lado, se debe actuar en estos lugares en los que ha cambiado mucho el urbanismo para intentar evitar los problemas de las localidades y luego también se deben hacer actuaciones aguas abajo, en la ciudad donde desemboca. Hay que modificar al alza las estructuras preexistentes desarrolladas, no sólo porque está cambiando el clima, sino porque la situación aguas arriba ha cambiado. La filtración no es la misma, debido a la urbanización y esto ha hecho que los caudales sean muy superiores a los que solían ser. Los dimensionamientos aguas abajo en Toledo ahora están obsoletos”, resalta.

Esto explica lo que ocurrió en 2021, cuando la inundación dejó inutilizados parte de los servicios públicos del barrio de Santa Bárbara. El ayuntamiento acometió diversos trabajos en el Paseo de San Vicente para evitar que la situación se repitiera y en la DANA de 2023, las consecuencias han sido mucho menos catastróficas. Pero, igualmente, se debió suspender el tráfico ferroviario debido a los daños provocados por el agua.

“Tenemos tres claros ejemplos de infraestructuras que no están dimensionadas para lo que sucede y con un periodo de recurrencia de sólo dos años. Esto lo que nos indica es que va a pasar muchas otras veces”, explica Butragueño.

Espacio fluvial “ocupado”

“Hemos ocupado el espacio fluvial”, explica Nuria Hernández-Mora, miembro de la Cátedra del Tajo y la Fundación Nueva Cultura del Agua. Es un resumen de una situación muy compleja, que en algunos casos viene desde épocas medievales, pero que en sigue ocurriendo hoy. “Los ríos tienen una dinámica natural con crecidas periódicas que inundan sus llanuras de inundación”, explica la experta. Crecidas de distinta magnitud ocurren cada cinco años, o cada cincuenta o cada cien. Pero siempre ocurren.

Al ocupar parte del territorio fluvial, la población se expone precisamente a ser víctima de las inundaciones. “El río seguirá su camino”, explica Hernández-Mora. Y no son sólo viviendas y otras infraestructuras, sino también a otros usos como el agrícola, con cultivos que llegan incluso hasta la orilla de los ríos. Hay poco margen para continuar aplicando las medidas tradicionales, como la construcción de presas o azudes que hacen de función de contención en los ríos, pero a la vez provocan un deterioro de la calidad de las aguas. Los azudes y encauzamientos, además, pueden provocar que las riadas sean más violentas río abajo, debido al “encajonamiento” al que se les somete.

Aumenta la vulnerabilidad de la población

“Al ocupar la llanura de inundación, lo que se ha hecho es aumentar la vulnerabilidad de la población”, explica Hernández-Mora. Esto no ocurre sólo en España, sino en todo el mundo, resalta la experta. Para gestionar esta situación, la Comisión Europea aprobó en 2007 la Directiva 2007/60 de evaluación y gestión de los riesgos de inundación. Gracias a ella se han cartografiado las zonas de riesgo y se han aprobado Planes de Gestión del Riesgo de Inundación, cuyo objetivo es lograr la coordinación de todas las administraciones para reducir los impactos de las inundaciones.

Si ya hay inmuebles que se han construido en estas zonas que se ha “ocupado” a los ríos, ¿no hay solución? Sí la hay. Hernández-Mora resalta proyectos como el 'Ebro Resilience', que trabaja en las zonas de mayor riesgo de inundaciones en el tramo medio del Ebro, entre Navarra y Aragón buscando la colaboración entre administraciones y otros actores para poner en marcha medidas que permitan reducir el riesgo y mejorar el estado de las masas de agua. Se trata, resume, de buscar respuestas que nos permitan “trabajar con la naturaleza”, esponjando los ríos y devolviéndoles, en la medida de lo posible, su dinámica natural y territorio fluvial, de modo que consigamos reducir los impactos de las inundaciones y a la vez mejorar el estado de nuestros ríos. “Se trata de buscar soluciones consensuadas que sean más creativas y que se ajusten a los características y contextos de cada territorio”, afirma la experta.

Además, Hernández-Mora señala que las recientes riadas vividas en España son otra consecuencia más del cambio climático. “Se advirtió de que la frecuencia e intensidad tanto de las sequías como de las inundaciones iba a crecer. Y es algo en lo que nos gustaría habernos equivocado, pero lamentablemente no ha sido así”, recalca.

Planificación común

“En los pueblos aguas arriba el problema es muy difícil de solucionar, porque habría que derribar casas. Esto es así. Pero aguas abajo sí se puede dimensionar mejor los puentes, las canalizaciones. Y tener en cuenta que los arroyos ahora llevan mucha más agua y esto se debe precisamente a cómo se han urbanizado los pueblos de más arriba”, reflexiona por su parte Eduardo Sánchez Butragueño. Para él, estas situaciones dejan en “evidencia” la “necesidad de planificar urbanísticamente con criterio comarcal”, no sólo municipal. Este medio se ha puesto en contacto con la Consejería de Fomento de Castilla-La Mancha para conocer su visión al respecto, y explican que “depende de la planificación y la normativa urbanística de cada ayuntamiento”. 

Butragueño añade: “¿De qué vale que el plan urbanístico de Burguillos contemple el crecimiento X de su arroyo, si no se consideran las repercusiones que su urbanismo tendrá aguas abajo en Toledo?”. Y cuando habla de Burguillos habla también de otras localidades como Layos o Guadamur, que en esta DANA también sufrieron las repercusiones de tener calles totalmente anegadas. “Lo que hay que hacer es planificar de la manera más amplia posible. No municipio a municipio. Pensar en las consecuencias que tiene la urbanización que llevamos a cabo en la escorrentía”, remata.

Ninguna de estas advertencias son nuevas. Ya lo señalaba así la exconcejala de Servicios Públicos y Sostenibilidad en Toledo, Eva Jiménez, en este artículo de 2021 titulado 'Sin una adecuada Ordenación Territorial, seguiremos con el agua al cuello'. “Nuestra ordenación territorial no es retroactiva y la incorporación del riesgo, ya sea natural o antrópico, a la planificación urbanística es inexistente”, advertía tras las grandes inundaciones en Toledo de 2021.

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