Javier Urra (Estella, Navarra, 1957) es uno de los psicólogos más reconocidos por su dilatada experiencia en el ámbito de la educación infantil y la violencia de menores, pero también uno de los más mediáticos por sus múltiples colaboraciones en la televisión. Docente de Ética y Deontología en la Universidad Complutense, ha publicado 44 libros de temática diversa como violencia de género, el agresor sexual o la violencia entre padres e hijos. El que fuera Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (1996-2001) ha participado en el coloquio ‘Aprender a Educarnos’, que se celebra dentro del ciclo de ‘Pensamiento Saludable de José Luis Sampedro’ en la Casa de la Cultura de Azuqueca de Henares (Guadalajara). Afincado en la localidad de Alcolea del Pinar, dice sentir un “profundo afecto” por Guadalajara. En esta entrevista con eldiarioclm.es conversa sobre las fallas de la educación actual, el rol del profesor, la cultura perdida del esfuerzo y la violencia sexual entre menores.
¿Por qué en España el profesor no goza del prestigio o la consideración social que en otros países?
Creo que en general el profesor tiene prestigio y los padres se preocupan mucho de quién es el profesor de sus hijos. Lo que ocurre es que algunos padres actúan como equívocos abogados de sus hijos y en lugar de dar la razón al profesor, se la conceden a sus hijos. Los profesores hablan y se quejan dentro del ámbito de su trabajo, pero no se les oye ni difunden su realidad diaria en los medios de comunicación. Los profesores forman, informan y educan. Son los fonendoscopios de la sociedad y a ésta le interesaría conocer qué acontece con los niños para poder entender ciertas realidades difíciles. Esa debe ser una de sus funciones. Muchas veces se sienten desbordados de dar clases y no sienten el respaldo ni de la sociedad ni de la Administración.
¿La mejora de la formación del profesorado debe ser una prioridad?
Sí, es importante elegir a los mejores profesores y eso implica un corte de nota alto como ocurre en medicina. En este sentido, estoy a favor de que se apruebe un MIR educativo, que elija a los profesores más cultos y a aquellos mejor preparados que hayan realizado prácticas pedagógicas antes de empezar a trabajar en un colegio. En España muchas personas se forman para ejercer la docencia sin ser algo vocacional y eso produce una devaluación. Además, la sociedad no es consciente de que en las manos de los profesores y de los padres se encuentra el presente y futuro de los niños. Necesitamos más psicólogos y orientadores.
¿Hay que reforzar la autoridad del profesor en el aula?
Es preciso que exista un sentido de la autoridad y de la disciplina que ha de partir del propio profesor. Vivimos en una sociedad blanda, poco acostumbrada al fracaso y en la que se ha perdido la cultura del esfuerzo. Esa actitud es negativa para los niños, porque luego tendrán que enfrentarse con un mundo laboral duro.
España no ha tenido desde la Transición ninguna ley de Educación fraguada desde el consenso. ¿Por qué no se ha abordado la enseñanza como una cuestión de Estado?
Estuvimos a punto de conseguirlo con Ángel Gabilondo como ministro, pero alguien no quiso posar en la misma foto. Es la política. Nos enfrentamos a problemas como la religión, las diferentes lenguas o la enseñanza privada y concertada. Educar a los niños lo cambia todo. El otro día me invitaron en Cataluña a hablar sobre el adoctrinamiento en la escuela. Es loable desear un Pacto de Estado, pero cuando se dan muchos intereses contrapuestos, es difícil alcanzar el acuerdo. Por ejemplo, hay quien defiende la educación estatal, otros abogan por la concertada; la presencia de las lenguas vehiculares, que se cuenten varias historias según la autonomía; los horarios escolares, cuáles deben ser los derechos del profesorado y del alumnado, etc.
¿La Ley Wert supuso una degradación de la educación pública
Creo que recogía aspectos positivos como la nota de corte o fomentar el esfuerzo, pero no esta ley no se supo comunicar bien y el ministro no hizo nada para que se le entendiera. No creo que todos los alumnos hayan de ingresar en la Universidad.
¿La cesión de competencias en Educación a las comunidades autónomas fue un acierto o un error?
España es un país de comunidades autónomas. Es el sistema que hemos construido y tiene su psicohistoria. Las diferencias son una característica de nuestro país. Ahora bien, si intentamos ahormar un país, habría que procurar que la educación fuera igualitaria para todos. Pero no considero que sea una realidad que deseen la mayoría de las comunidades autónomas.
¿Qué medidas habría que adoptar para mitigar el fracaso escolar?
Lo primero es que el 40% de las personas que no lee, empiece a leer. También debemos motivar más a los niños con el estudio, ilusionarles con el aprendizaje, más cultura o que los horarios de televisión se organicen con más lógica. A partir de ahí hay que dar salidas para situaciones normalizadas que no existen en la educación ordinaria.
¿Se ha perdido la cultura del esfuerzo o es un lamento nostálgico?
Eso es totalmente cierto. Si bien hay jóvenes que estudian, trabajan y son excepcionales en su campo, al mismo tiempo coexiste una sociedad del derecho, de la exigencia y del poco esfuerzo en general y los que nos esforzamos y nos levantamos cada día a las cuatro de la mañana a leer y escribir somos una rara avis. La cultura es complicada y hoy en día la gente no lee nada. Está pendiente del WhatsApp.
Hay una o varias generaciones que se han formado bajo la promesa de obtener un empleo a cambio de esforzarse en su formación. Y, sin embargo, nos encontramos en la época del precariado.
El mundo se ha minimizado en espacio y tiempo y en la actualidad se necesita tener capacidad para afrontar dilemas y adaptarse a los cambios. Ya no vale la idea de trabajar fijo en una empresa para siempre. Aquellos tiempos pasados no volverán. No considero que la Universidad deba formar a la gente para que se coloque en un puesto de trabajo, sino para ser personas cultas, formadas y saber adaptarse a las circunstancias.
Pese a los avances legales, la violencia machista sigue sin ser reducida. ¿Qué debería hacerse que no se está haciendo?
No se educa a los niños en igualdad. Creo que a los niños varones se les inculca bajo el principio del ‘todo para ti’ y a las niñas en el ‘todo para el otro’, ya sea el padre o la pareja. Falta que se instruya a los varones en la sensibilidad y el cuidado. Queda mucho por hacer en el terreno de la igualdad. La violencia de género es estructural e instrumental.
¿De qué manera influyen las nuevas tecnologías en la educación y en perpetuación de los roles sexistas en la juventud?
Las nuevas tecnologías no son la causa de la violencia de género. Este es un problema histórico y sistémico. El sistema patriarcal y las religiones han transmitido ese paradigma del hombre como el centro de todo, que es preciso cambiar y va a conllevar muchas generaciones. El uso de la tecnología no potencia la discriminación de género. He visto casos en los que el chico le pide a la chica una foto de ella desnuda y ésta se ve casi obligada a dársela. Entonces, si la relación se rompe después, algunos chicos por celos o rencor, cuelgan la imagen en la red para que todos la visibilicen y magnificar así la historia.
La violencia machista tiene una derivada, que son los hijos de las víctimas. ¿Cómo se les puede proteger?
No es fácil. Algunos aspectos que ayudarían a mejorar la protección de los menores son educar en la idea de que si alguien te maltrató, volverá a hacerlo, enseñarles que quien bien te quiere no te hará llorar y mantener las relaciones familiares y de amistad. También incrementar los medios de seguridad en el momento de mayor riesgo, cuando la mujer decide alejarse del hombre, porque es cuando el varón siente que su proyecto ha fracasado y el entorno de la víctima no debe minimizar el problema cuando ella reconoce que la pareja la ridiculiza y la veja. Además, hay que admitir con las cifras en la mano que algunas mujeres agreden también a los hombres y hacer pedagogía en el hombre, ya que la mayoría de los varones no creen en la ley y la ven injusta. Se va a firmar un Pacto de Estado contra la violencia de género y hay que comprobar hasta donde abarca y si incluye otras problemáticas como la mal nombrada trata de blancas.
En España, el número de menores detenidos por delitos contra la libertad sexual ha crecido en los últimos años. ¿Cuál es el origen de estas conductas violentas y cómo se pueden reconducir?
La sociedad es violenta y los menores entienden la violencia como una forma de solucionar muchos problemas. Una de ellas es la violencia sexual que la ven como vía para imponer su poder, a través del acceso carnal. En España se habla de la prostitución con una total alegría cuando eso supone un ambiente clientelar, de pagar y se dice ‘tú eres un putero’. Esto implica una falla moral y de ética grave. Los niños viven en una sociedad erotizada en la que la influencia de las redes les lleva a ver las relaciones de amor y de pareja desde un sentido pornográfico. Es común visualizar imágenes de un grupo de chicos abusando de una chica, incluso en situaciones de relaciones, en teoría consentidas. Por eso existen casos de menores como ‘la manada’ o la Arandina. Es necesario limitar la información a los menores e incentivar criterios educativos de desarrollo de la personalidad, la moralidad, el respeto y el honor. Puedo asegurar por mi experiencia que cuando un menor comete un delito siempre comprendes por qué lo ha hecho, sin justificar por ello su conducta y ser merecedor de una dura sanción.
¿Cuál es su vinculación con Guadalajara?
Tengo casa en Alcolea del Pinar desde hace muchos años. Allí tengo una estupenda biblioteca de clásicos y una bodega. Escribo mis libros allí y muchos de ellos los he terminado allí. Tengo mucho cariño a Alcolea y tengo grandes amigos periodistas, como Víctor Márquez Reviriego o Pedro Aguilar. El mundo no acaba en la Gran Vía. En Guadalajara también tengo un recuerdo especial para Manu Leguineche, que era un contertulio único, que iba de menos a más según avanzaba la noche. Era generoso, hospitalario, muy amigo de sus amigos y un periodista verdadero