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La lucha de los vinos más icónicos de España contra los molinos de viento: “Nosotros también somos cultura”

3 de octubre de 2021 06:44 h

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Industria contra industria. El vino planta cara a las eléctricas por los macroproyectos eólicos y solares que amenazan con replantar España de “bosques de chatarra” que destrozan sus paisajes y, por ende, devalúan su producto. 

Las zonas potentes del vino en España como Priorat, La Rioja, Bierzo, Valencia, Jerez y Navarra declaran la guerra al “ecopostureo”, como lo definen, de sembrar parajes y viñedos históricos con molinos de viento de 200 metros de altura o decenas de hectáreas de placas fotovoltaicas. 

Por ahora, solo se salva Ribera del Duero. El resto ya han creado plataformas -bajo el nombre de ‘Paisajes y Viñedo de’- para reclamar un modelo energético que no los aniquile y juntas conforman la federación nacional de asociaciones, que lidera el reconocido productor Álvaro Palacios. “La gran amenaza que está sufriendo el viñedo español en este momento es la invasión desmedida de instalaciones de centrales energéticas”, denuncia. 

Y no es la primera vez. A principios de los 2000, durante lo que se podría llamar la ‘primera ola’ de macroproyectos de aprovechamiento del viento y luz solar en nuestro país, “quisieron llenar de molinos todo el Montsant (Priorat). Hoy, 15 años después, es Parque Natural. ¡Cómo somos los humanos!”, manifiesta apenado. 

La suya, no lo fue entonces ni lo es ahora en esta ‘segunda ola’, una batalla contra las energías verdes, sino por el respeto y protección a su territorio. “Tenemos la obligación emocional y moral de defendernos porque para nosotros prevalece el cuidado y la belleza del medio ambiente en el que trabajamos. Ya no solo es el valor inmediato que pierde la propiedad, es que acaba con su valor a futuro. Genera una tasa de mortalidad en las aves altísima y destruye por completo el ecosistema y la riqueza paisajística de las regiones vinícolas de nuestro país”, subraya en nombre de todos los productores de vino afectados.

L’Ermita y La Faraona (denominaciones Priorat y Bierzo, en Cataluña y León respectivamente) son dos de la veintena de vinos españoles con 100 Puntos Parker. También están en la lista de los más caros. El precio de la botella, superior a los 1.000 euros, no lo marca solo la calidad de su zumo de uva fermentado sino que incluye el mimo a la tierra, a la cepa, el que ponen en su elaboración, la luz que madura sus uvas, el viento que seca las hojas después de la lluvia… “¡Somos unos románticos, pero tenemos que defender todo eso! Quienes más nos visitan no son enoturistas. Son periodistas nacionales e internacionales, importadores, sumilleres, inversores… ¿Cómo les vamos a enseñar una viña invadida por estos monstruos en movimiento incluso viendo cómo los pájaros mueren y caen encima de ti? Es muy triste”. 

Por eso, que España quiera producir la mayoría de la energía ‘limpia’ que subvenciona Europa pone en serio peligro a los mejores vinos del país mientras que Francia, por ejemplo, conoce las consecuencias que supone para el mundo rural y opta por otros modelos energéticos. “Si no se controlan este tipo de instalaciones y se tienen en cuenta sus consecuencias medioambientales, el valor del territorio vitícola quedará reducido a mínimos, el interés de los importadores y exportadores y enoturistas desaparecerá y el intento de fijar población en el medio rural fracasará por completo”, sentencia.

Un molino quiere dar sombra a ‘La Faraona’ en el Bierzo

A Ricardo P. Palacios la lucha ecologista, igual que el amor por el vino, le viene de familia. Es propietario, junto a Álvaro Palacios, de la bodega Descendientes de J. Palacios en Corullón (Bierzo, León), la primera en España en obtener el Emblema Verde de la guía Parker “por el esfuerzo extraordinario de la viticultura respetuosa y la elaboración sostenible que desarrolla”. Por eso, lo primero que hizo al enterarse de que la sombra de los molinos se cernía sobre la comarca leonesa fue llamar a su tío. 

Fue uno de los promotores del colectivo 'Paisajes y Viñedos del Bierzo' que nació para atajar tres de los macroproyectos planteados en el territorio: Trabadelo, Barjas y Busmayor. Uno de los molinos se levantaría sobre muy cerca de su parcela más emblemática, 'La Faraona', pero tiene claro que “aunque lo quiten no nos va a temblar la mano. Vamos a por todas”. 

Está solicitada la construcción de decenas de torres de 200 metros de altura con aspas de 140, en el monte de pequeñas pedanías con carreteras estrechas por las que difícilmente podrían circular los camiones especiales que las transportan, a casi 30 kilómetros del punto de enganche, lo que obligaría el despliegue de líneas de alta tensión sobre viñas, bodegas, pueblos y patrimonio, como el yacimiento arqueológico romano Castro Bergidum (perteneciente a los municipios de Cacabelos y Villafranca del Bierzo).

“Son proyectos faraónicos. Una auténtica aberración”, explica el reconocido en dos ocasiones como mejor enólogo del mundo y bodeguero Raúl Pérez. Algo que ha sensibilizado al sector y conseguido ya que 45 bodegas de las 73 que hay en la Denominación de Origen Bierzo, entre las que se encuentran las suyas de Valtuille de Abajo, se posicionen en contra. 

“Tenemos viñas desde la Edad Media que deberían estar protegidas por una ley de paisajes que no tenemos. Parece que la cultura solo son piedras, pero cultura también es la agricultura y nosotros somos agricultura”, reprocha, recordando que su localidad de 70 habitantes es un “ejemplo de dinamización” gracias a las 17 iniciativas vitivinícolas que dan trabajo estable a medio centenar de personas. “Ningún kilo de uva de Valtuille va a cooperativa. No se abandonan las fincas ni las casas. Hay vida en el viñedo y en el pueblo y movemos más de dos millones de botellas al año. ¡Así debería estar todo el Bierzo!”

Coincide con esa idea la presidenta de la asociación Bierzo Enoturismo, Olga Verde, que defiende un turismo sostenible, que dé vida a pequeños negocios que asientan población. “Somos la zona del mundo con mayor porcentaje de viñedo antiguo, una industria potente que choca con el modelo energético que nos presentan”.  Alegar contra los proyectos y presentar otras opciones de generar energía que puedan convivir con el modelo de la comarca es fundamental. 

“¿Por qué no hay iniciativas para recuperar viñas? Es otra forma de crear valor en el territorio y puestos de trabajo”, se cuestiona, sabiendo que la respuesta es la falta de subvenciones que resulten igual de jugosas a las multinacionales. “Tenemos reservas de la biosfera, paisajes, gastronomía, rutas de montaña, Camino de Santiago… Estamos en el buen camino para que el enoturismo vaya cogiendo peso y esto no puede suponer un freno”.

Las subvenciones, la tormenta perfecta de la ‘segunda ola’ de renovables

Europa da dinero a la energía ‘verde’ en un marco comunitario que pide aumentar hasta el 50% la producción de energía  procedente de fuentes naturales, sin una regulación clara. “Es la tormenta perfecta. El marco jurídico no está preparado para lo que está ocurriendo. No hay planificación”, expone el abogado especialista en medio ambiente Albert Calduch, contratado por los viticultores y bodegueros para luchar contra varios parques eólicos y solares.

La vía para 'espantar' a las grandes empresas es hacer contraestudios medioambientales, técnicos, paisajísticos y económicos de las afecciones reales de los macroproyectos al mundo del vino. “Convertir los paisajes de viñedos históricos y tradicionales en paisajes industriales hace caer el precio del vino en picado y los condena a mercados secundarios”, explica el abogado.

Calduch tiene abiertos procesos legales contra macroproyectos energéticos en siete comunidades autónomas y destaca como especialmente preocupante la situación del Bierzo, La Rioja y Navarra. “No duermo para que algunos no se construyan porque ni siquiera se sostienen atendiendo a los números. Mucha de la energía que se produciría en ellos, entre el 20 y el 30%, se perdería por el camino hasta llegar a la red pública. ¿Por qué no instalar los molinos en el polígono donde está la estación transformadora?”, incide.

Primeras ‘victorias’ en Jerez y Valencia

Las zonas vinícolas de las denominaciones de Jerez y Valencia no se atreven a cantar victoria por ahora pero parece que han dejado de ser sitios tan interesantes para las multinacionales energéticas tras la lucha de algunos empresarios del sector vitivinícola.

Willy Pérez, enólogo y propietario de Bodegas Luis Pérez, ha contado a este medio cómo, con la complicidad del Ayuntamiento de Jerez, consiguieron la protección de sus históricos viñedos. “La contraprestación de implantar parques eólicos que querían aprovecharse del efecto Venturi que tenemos contra el beneficio de 3.000 años de viñedo y ser una potencia nacional y mundial en enoturismo era demasiado grande”. La asignatura pendiente es que otros municipios sigan el camino que les han marcado. 

En Valencia, la Generalitat dio un giro a su estrategia antes de que fuera tarde. Si bien en un primer momento aprobó un Decreto Ley para acelerar la implantación de instalaciones “para el aprovechamiento de las energías renovables por la emergencia climática y la necesidad de la reactivación económica”, ante la rápida protesta del sector, las Consellerías de Turismo y Agricultura apuraron para proteger a la “toscana Valenciana” que forman ​​los territorios de la Font de la Figuera, Moixent y Fontanars dels Alforins de los macrohuertos solares.

El fundador y copropietario de Celler del Roure, Pablo Calatayud, no quiere lanzar las campanas al vuelo pero está satisfecho de haber hecho entender a los políticos que el cambio a las renovables se tiene que hacer pero cuidando el paisaje. “Seguimos ‘la vía catalana’ como la llamamos nosotros que era poner en la tesitura a las empresas de tener que justificar que el suelo en el que se querían implantar no valía nada. Eso con la complicidad de la administración fueron nuestras claves para que no se invadieran 1.000 hectáreas de la zona con placas solares”. 

Navarra, una zona ya industrializada que no quiere serlo más

Los hermanos Iñaki y Xabier Sanz, de Viña Zorzal Wines, se sienten prácticamente solos al frente de la asociación Paisajes y Viñedos de Navarra. La suya es una zona ya industrializada en la ‘primera ola’ de renovables, pero junto a otras cinco bodegas (del centenar que pueden ser en total) luchan por no serlo más. “La paradoja es que ni siquiera lo necesitamos. Somos una de las Comunidades Autónomas que más poder adquisitivo tiene. Lo que se nos viene a todos es pura especulación”.

El Priorat y el Bierzo miran a Jerez y Valencia para no acabar como Navarra. Todos saben que están inmersos en una carrera de fondo que va a ser larga y que tienen que resistir sin tirar la toalla. En el mejor de los escenarios, la mayoría de sus temores no se harán realidad jamás. En el peor, tendrán que ir al juzgado con Albert Calduch y poner sobre la balanza qué industria pesa más y hace más territorio. “Esperemos que al juez le guste el vino”, coinciden.