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El turismo masivo amenaza la conservación del milenario castañar de Ávila

El castañar de El Tiemblo, el año pasado.

Alba Camazón

8 de octubre de 2021 22:01 h

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El turismo masivo amenaza la conservación del milenario castañar de El Tiemblo, en Ávila. “Es demencial, es como la Gran Vía”, alerta la portavoz de la plataforma Salvemos el Castañar, Ana Reviejo. Esta semana, el Defensor del Pueblo ha admitido a trámite su queja en la que reclamaban las medidas necesarias para compatibilizar el uso del espacio con su supervivencia. Este bosque tiene al menos 3.000 años de antigüedad y está integrado en la Reserva Natural del Valle de Iruelas: es Zona de Especial Protección de las Aves (ZEPA) y forma parte de la Red Natura 2000. El Ayuntamiento calcula que 4.616 personas accedieron al castañar de El Tiemblo solo en otoño de 2020, cuando hay controles de acceso por parte de la administración local.

La organización vecinal exige una gestión más “activa” de la zona más eficaz para “conservar” la zona y “vivir de ello” a través de visitas guiadas. Otra idea que se lanza es la construcción de caminos de madera para evitar que los turistas deterioren el suelo del bosque con sus “pisoteos”.

“El bosque está perdiendo suelo. En algunos sitios es francamente marcado. El peso va aplastando el suelo y el agua de la lluvia no entra tan fácilmente. La zona se irá degradando y los árboles se irán muriendo por la falta de suelo”, advierte el profesor e investigador en recursos naturales Juan Fernando Gallardo, que propone instalar un camino volado de madera o “al menos” unas vallas de madera simbólicas “que impidan que la gente vaya por cualquier lado”.

El Castañar de El Tiemblo ha sido, además, coetáneo de cientos de hechos históricos, como la conquista del Imperio Romano sobre la península ibérica o acontecimientos más recientes como la llegada de Colón a lo que él creyó que eran las Indias. Históricamente se ha dicho que los romanos trajeron los castaños a la Península Ibérica y que estos árboles no eran originarios. El castañar demuestra lo contrario.

La investigación 'Desentrañando la naturalidad de los bosques de castaños (Castanea sativa Mill.) en el centro de España' (Vegetation History and Archaeobotany) fija el origen del castañar de El Tiemblo como mínimo hace 3.000 años gracias al polen conservado durante milenios en una turbera, que es una zona semipantanosa muy cerca de la superficie en la que permanece el sedimento embebido en agua sin oxígeno.

Según explica el principal autor de este artículo, José Antonio López–Sáez, tomó muestras de esta turbera hace veinte años y cuando ha vuelto ahora no la ha encontrado, aunque apunta a que hay otras turberas cerca de la zona que sí se conservan. De todas formas, López–Sáez pone el foco en el riesgo que corren el “bosque relicto” y su “cortejo florístico y faunístico”, como los narcisos, las orquídeas y los tritones. “Si hubiera rutas didácticas habría control y los visitantes recibían una formación, aprenderían”, sugiere.

Además, desde la plataforma Salvemos el Castañar alertan del estado de El Abuelo, un castaño centenario. A pesar de que está vallado, hay mucha gente que salta la valla para fotografiarse junto al árbol o que incluso se sube a sus ramas. Otros, se llevan muchas castañas, aunque ni siquiera están buenas. “Las llamamos 'castañas guarreras' porque antes se las daban de comer a los guarros [cerdos]”, añade Ana Reviejo.

La alternativa, apunta este botánico, será que el bosque milenario termine convertido en un parque de castaños urbano “como el retiro”. “Nadie tiene intención de dañarlo, pero el caso es que lo dañamos. Es un ejemplo claro de cómo tenemos que cambiar nuestra relación con la naturaleza”, agrega Emilio Luque, sociólogo titulado en Antropología Social y profesor de Medio Ambiente y Sociedad en la UNED. López–Sáez rechaza el turismo que no controla que la gente coja una flor “porque es bonita” o un anfibio “porque es pintón” porque esas acciones dañan el medio ambiente.

Emilio Luque firmó –junto a otros investigadores que acudieron a un curso sobre cambio climático de la UNED este año– una carta para varios miembros de la Administración autonómica y local para mostrar su “preocupación” por el “devenir” de este espacio natural.

La alcaldesa de El Tiemblo, Henar González, explica a este diario que varios técnicos de la Junta de Castilla y León están analizando la situación del castañar: informes de salud del bosque, informes sobre el tránsito de personas y sobre el impacto del ganado sobre el castañar, una tradición que defiende. “El uso ganadero del castañar viene de nuestros ancestros. Hay que compatibilizar el uso ganadero con el aprovechamiento de la zona”, apuesta.

José Antonio López–Sáez pone el foco también en la “presión ganadera”. “Hay que regular el acceso de bicicletas y del ganado porque el impacto es bestial”, califica este investigador, que apuesta por realizar un mapeo de los ecosistemas sensibles y “limitar mucho el paso del ganado”.

La alcaldesa destaca el trabajo que de momento se está haciendo en El Castañar: en otoño –la temporada alta– hay regulación de acceso los fines de semana y los puentes como el de octubre. Como máximo se permite la entrada simultánea de cien vehículos y cada uno deberá pagar seis euros por estacionar. Cada persona, además, debe pagar dos euros.

El consistorio está estudiando la posibilidad de rebajar los aforos en el bosque y desestacionalizar la temporada alta. También está trabajando en “mejorar la oferta turística” con los toros de Guisando, el paseo de las fuentes, códigos QR informativos en El Tiemblo o el aumento de sendas transitables por el monte.

Según explica la regidora, agentes de la Policía Local, del Seprona y algún agente medioambiental “se pasan” por el castañar a “echar un vistazo” y asegurarse del cumplimiento de las normas y en la entrada hay un “informador” de la Junta que reparte folletos informativos sobre las normas.

“No hay vigilancia suficiente porque no hay agentes medioambientales suficientes”, indica el especialista en biogeoquímica Salvador Sánchez Carrillo, que principalmente trabaja en espacios muy dañados como Las Tablas de Daimiel. Sánchez Carrillo, investigador del CSIC, señala que el castañar tiene una “buena” figura de protección y se mantiene como un “pequeño reducto” que se ha conservado “bastante bien”, aunque “faltan medios”. “Las comunidades, en general, dedican el mínimo posible al Medio Ambiente. Se deberían poner más medios, porque no podemos pretender llegar a buen término con un solo agente”, ejemplifica.

Tanto la plataforma como varios investigadores preguntados por este diario apuestan por una gestión similar a la del Hayedo de Montejo, en Madrid: requiere cita previa y todas las visitas son guiadas, para ensalzar los recursos naturales que tiene el espacio. “Entiendo que las visitas guiadas puedan ser más caras, aunque la gente no se saltaría las vallas por respeto al guía”, apunta Juan Fernando Gallardo, especializado en el estudio del castaño.

Si las administraciones y los turistas no actúan pronto, estos científicos temen que el espacio quede deteriorado de forma irremediable. “Si no se actúa, el castañar no tiene mucho futuro y la biodiversidad se va a ir al carajo”, zanja Juan Fernando Gallardo.

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