“Éramos la provincia 53, la mayoría de saharauis hemos nacido bajo la bandera española”, expresa Mohamed Llabat, Delegado del Frente Polisario en Castilla y León, para reivindicar que el conflicto saharaui también es un conflicto que atañe a España. Mohamed es funcionario en España del pueblo saharaui y lleva desde 2001 trabajando con instituciones, ayuntamientos, sindicatos, partidos políticos y universidades para sensibilizar a la población española sobre la causa saharaui y lograr proyectos de cooperación y ayuda humanitaria.
El pasado 13 de noviembre Marruecos bloqueó el Guerguerat, una región estratégica situada al sur del Sáhara Occidental y controlada por el Frente Polisario. Hacía días que varios ciudadanos saharauis se manifestaban con el fin de cerrar la brecha del Guerguerat, no reconocida por la ONU ni por la comunidad internacional y que permite el paso directo de Marruecos a Mauritania y en el que se amontona basura, carrocerías y coches abandonados. Horas más tarde, el Polisario declaró la guerra a Marruecos.
Frente a esta declaración de guerra, “todavía no hemos recibido respuesta del Gobierno de Castilla y León”, afirma Llabat, aunque ha mantenido una reunión telemática con los representantes de los partidos políticos en la Comunidad y todos “reconocieron la identidad del pueblo saharaui”.
La ruptura del alto al fuego que se mantenía entre Marruecos y el Sáhara Occidental desde 1991 ha provocado que cientos de ciudadanos se manifiesten en diferentes capitales de Castilla y León. Es el caso de Valladolid, donde el pasado sábado se realizó una concentración en apoyo al pueblo saharaui. Allí acudió Mettu M. Buia, que ocupa todas sus manos con pancartas en las que reivindican un Sáhara libre. “Soy de las niñas recién nacidas que huyeron del Sáhara Occidental cuando España salió en 1975”. A pesar de ser una niña, recuerda “aquel desierto inhóspito”, sin vegetación y sin comida. “¡Ya basta! ¿hasta cuándo mi pueblo tiene que seguir naciendo en un desierto inhumano?”, manifiesta Mettu.
Mettu llegó a España en 2009, después de participar en un Consejo de la Juventud Saharahui en Suecia. Allí lanzó su voz para apoyar a su país e intentar que “la ciudanía supiera quienes somos, porque muchos todavía desconocen qué es el conflicto saharaui”. Suecia era el único país europeo que reconocía la independencia del Sáhara Occidental hasta 2016, cuando retiró su apoyo para que Ikea pudiera abrir tiendas en Marruecos.
Ahmed Hueida es presidente de la Asociación Saharaui en Ávila y llegó a España en 2004 como monitor de ‘Vacaciones en Paz’, un programa que permite a niños y adolescentes saharauis pasar el verano en casas de familias que residan en España. Ahmed nació en la ‘Provincia 53’ y tramitó la nacionalidad gracias a que todavía conservaba su DNI español. Hueida reivindica la necesidad de que la comunidad internacional se comprometa con la lucha, aunque tiene muy pocas esperanzas. “el mundo está cada vez más lejos de darnos la oportunidad de hacer un referéndum democrático, legal y justo”, lamenta Ahmed Hueida.
Esta solución fue por la que apostó las Naciones Unidas en 1991 tras iniciar una misión de paz en el Sáhara Occidental. La fórmula instaba a Marruecos a organizar un referéndum entre el pueblo saharaui con el fin de determinar el futuro del territorio, pero jamás llegó a realizarse.
Farah M. Fadel también acudió a la concentración en Valladolid. Agarra junto a su hijo una parte de una gran pancarta que manifiesta la libertad del pueblo saharaui. Esta matrona saharaui recuerda cómo tuvo que huir con su familia del Sáhara Occidental a los campamentos de refugiados cuando todavía era una niña. Salió con cinco años de los campamentos junto a otros niños para estudiar en Libia. Unos años más tarde varios de estos niños fueron enviados a otros países como Argelia, España, Cuba para acabar sus estudios.
Fadel Llegó a Ucrania, donde se graduó de enfermería y posteriormente trabajó varios años como matrona en los campamentos saharauis. En 2007 llegó a España, gracias a una beca que le permitió realizar prácticas en un Hospital de Valencia. Tiempo después su familia pudo viajar a España y actualmente residen en Ávila. A pesar de su experiencia como matrona, Farah denuncia la dificultad de convalidar títulos de países extranjeros. “Llevo años siendo enfermera y no puedo ejercer”, reafirma.
Ni saharaui, ni español, ni apátrida
“Llegué a España hace casi tres años y medio. Entramos a través del aeropuerto de Bajaras y pedimos asilo político”. Así fue el primer contacto con España de Ahmed, un joven peluquero saharaui que nació hace 25 años en los campamentos de refugiados de Tindouf. Ahmed también acudió a la concentración de la Plaza Mayor vallisoletana para reivindicar el reconocimiento de su pueblo. Aprovechó la escala de un vuelo con dirección a Marruecos para quedarse en España, donde espera para lograr su documento que apátrida.
Ahmed reside en España con la que él denomina “la famosa tarjeta verde”, un documento provisional que debe renovar cada seis meses y que le permite residir en España como “solicitante del estatuto de apátrida”. “Yo no soy refugiado político, no he salido de mi país por motivos políticos sino porque buscaba un futuro mejor”, resalta Ahmed.
La pandemia causada por la Covid-19 ha provocado que los trámites de extranjería se hayan ralentizado más tiempo del debido. Ahmed espera recibir pronto el estatuto de apátrida, como algunos de sus amigos que ya lo han recibido.
Sonrisas en el Sáhara: un proyecto nacido en Valladolid
Raquel Otero, Patricia Nieto y Maribel Escudero son tres voluntarias que forman parte de Mano Activa, una asociación juvenil “nacida de la ilusión” y gestionada por jóvenes saharauis y españoles, “donde poder sentirse cómodo y crear uniones”. Son responsables de “Sonrisas en el Sáhara”, un proyecto que lleva hinchables y parques a los campamentos y que está dedicado a fomentar el compañerismo, la igualdad y la cooperación. “Muchos niños ven ferias e hinchables cuando vienen a España y les encanta, por eso decidimos llevarlo a los campamentos y que pudieran disfrutarlo ahí”, señala Raquel.
Además, llevan a cabo otros proyectos como el programa “Madrasa”, en el que varios niños vienen a estudiar diez meses a España y vuelven dos a los campamentos. Debido a la pandemia, en Castilla y León solo hay dos niños disfrutando del programa, pero esperan que cuando la situación se calme sean muchos más, ya que “hay bastantes niños apuntados”.
De cara a la ruptura del alto al fuego, desde Mano Activa intentan llegar a todos los órganos del Gobierno castellano y leonés para que actúen dentro de sus competencias. “Hemos hablado con los partidos políticos, les hemos invitado a la concentración y hemos escrito manifiestos para concienciar sobre lo que está ocurriendo en la actualidad”, resume Maribel.
Hace 45 años que miles de saharauis viven en campamentos de refugiados. Lugares provisionales se han convertido en pequeñas ciudades que gracias a labores humanitarias sobreviven a diario a las altas temperaturas del desierto del Sáhara, al hambre y a la insalubridad. Es por eso que la ciudadanía reivindica un referéndum legal y democrático, que permita recuperar los territorios ocupados y disfrutar de la independencia de un pueblo sometido desde hace más de cuatro décadas.