La tarea de los docentes goza de una buena reputación. Siete de cada diez personas en España, según una encuesta de la fundación Varkey GEMS, considera que los profesores facilitan una buena educación a sus alumnos. Solo en Finlandia y en Brasil -de los 21 países tenidos en cuenta en el estudio- se ve con mejores ojos, si cabe, la figura del maestro. En cambio, esta percepción choca con la visión que tienen los españoles de su sistema educativo: del uno al diez, le ponen 5,4, la nota más baja de Europa exceptuando a Grecia y a Turquía.
Algo parecido les ocurre a países como Francia o a Brasil. En los extremos están Finlandia, Holanda, Singapur o China, que valoran positivamente tanto su sistema educativo como sus maestros; y en una situación diametralmente opuesta, países como Corea del Sur, Egipto, Grecia y sobre todo Israel, que tienen en muy poca consideración ambas cuestiones.
Otro de los medidores que indica la confianza de la población en sus docentes, además de la pregunta directa al respecto, es si animarían a sus hijos a estudiar magisterio. En el caso de los españoles, el 30% de los encuestados empujaría probablemente a los niños y niñas a ser maestros, una cifra que, pese a parecer reducida, está por encima de la media. Entre el 40 y el 50% solo figuran China, Corea del Sur y Grecia, en este orden.
Ante la diferencia de percepciones entre sistema educativo y profesión, Ismael Palacín, director de la Fundación Bofill, apunta: “La gente tiene expectativas sobre el sistema que ve que no se cumplen con los resultados académicos, pero luego entra en contacto con su colegio y sabe reconocer el esfuerzo y la calidad de la tarea docente”. Lo mismo opina José Luis Pazos, presidente de la federación de padres y madres (FAPA) Giner de los Ríos, de Madrid, que añade dos elementos más que hacen empeorar el sistema a ojos de los ciudadanos: “los mensajes mediáticos” y “propuestas como la LOMCE”, que “destejen todo lo que se había tejido”.
Este estudio sobre percepciones ciudadanas de Varkey GEMS (fundación vinculada a Bill Clinton) pretende calcular el estatus de los docentes en los diferentes países -de ahí su nombre: Global Teacher Status Index-, preguntando a los encuestados cómo valoran la enseñanza y la profesión, si creen que sus salarios son justos, si consideran que los alumnos respetan a los docentes o si animarían a sus hijos a hacer carrera de maestro. En cualquier caso, el estudio concluye que no existe una conexión entre la concepción que tienen los ciudadanos de su sistema educativo y los resultados que su país obtiene en PISA.
¿Son los alumnos más irrespetuosos?
¿Son los alumnos más irrespetuosos?Una de las variables que analiza el informe es la actitud de los alumnos hacia sus maestros, siempre vista por los ciudadanos. En España, el 50% de los encuestados cree que no hay respeto hacia los docentes, y solo un 25% está seguro de que sí lo hay -el resto no se moja-. Es una percepción que se extiende en la mayoría de países europeos -en Finlandia, siempre puesto como referente, la desconfianza hacia los niños es mayor-, y que en cambio no se aprecia tanto en los países asiáticos o de Oriente Medio.
“Esto es tan viejo como la historia”, valora Pazos. “Los adultos siempre piensan que los jóvenes son irreverentes; luego en la mayoría de aulas el comportamiento es exquisito, mejor que el de los adultos entre sí”, añade. En la misma línea se expresa Palacín: “Existe el mito de los problemas de disciplina; viene de cuando el maestro tenía todo el conocimiento y los alumnos eran ignorantes y no tenían otra fuente de información, de cuando la autoridad se ejercía por exclusión -o te adaptabas o te ibas-”, detalla, y apunta que esta concepción de la autoridad ya está superada. “Para gestionar de manera inclusiva se necesita otra autoridad: moral, de liderazgo”.
Por su parte, Ana García, portavoz del sindicato de estudiantes, ve en todo ello “un argumento recurrente”, “que va muy bien a la derecha pero que no sirve para solucionar nada”. García cree que en algunos casos se culpa a los alumnos -“dicen no nos portamos bien”- para justificar unos problemas que, opina, “se deberían solucionar de otro modo: invirtiendo más para que los profesores tengan medios suficientes para impartir sus clases adecuadamente, sin que haya 40 alumnos en el aula, por ejemplo”.
Salarios en función del rendimiento
Salarios en función del rendimiento¿Debería el sueldo de los docentes estar sujeto a los resultados que saquen los alumnos? El estudio apunta que entre los encuestados españoles un 60% considera que sí, que debería haber algun tipo de relación entre el salario de los profesores y su rendimiento. Se trata, sin duda, de una afirmación polémica, puesto que es algo a lo que ya apunta el ministro Wert en su ley, que ha sublevado a la comunidad educativa.
Ana García, sorprendida ante la información, lo considera “desastroso”, y lo resume así: “Si se llevara a cabo, en los barrios más humildes, de condiciones socioeconómicas más desfavorables, que tienen más problemas y a menudo sacan peores notas, sus profesores se verían penalizados, aunque su esfuerzo sea mayor”. Pazos, por su parte, le ve otra pega: “La nota final de los alumnos podría estar adulterada para satisfacer al profesor; ¿quién me asegura así que tendré la nota que merezco?”, se pregunta.
Pero lo más llamativo es que este 60% de personas que lo vería bien no es demasiado en comparación con el resto de países. De hecho, todos los países analizados tienen un porcentaje mayor, hasta superar el 80% en Egipto, Israel, Brasil o incluso China.
Ante esto, Palacín cree necesario matizar que en las encuestas se contesta inmediatamente, y no mediante una respuesta reflexionada en la que se valoren pros y contras. “Vivimos en una sociedad en la que se tiende a premiar por el trabajo hecho, por los resultados, así que la respuesta, a bote pronto, les puede parecer a los encuestados muy lógica”, explica Palacín, que también considera peligroso un sistema de este tipo.
“Pero no hay que minusvalorar su opinión”, añade el director de la Fundació Jaume Bofill. “Las escuelas no están acostumbradas a rendir cuentas, a justificar su trabajo”, afirma. Palacín cree que habría que avanzar en este sentido. “Lo ideal sería que se pudiera calcular el valor añadido que el maestro aporta al desarrollo de sus alumnos”, sentencia, consciente de que esto “no es ahora mismo posible”.