En mayo de 2007 se desalojaba la última sede de Miles de Viviendas, un antiguo cuartel de la Guardia Civil ocupada en el paseo Joan de Borbó de la Barceloneta. El edificio, el más antiguo del barrio y ocupado desde noviembre de 2004, fue derrocado a los pocos días. El Ayuntamiento se comprometió a convertirlo vivienda social, pero los ocupantes denunciaron que era parte de un plan especulativo que afectaba a toda la Barceloneta. A día de hoy, el espacio sigue vacío.
En 2006, antes del desalojo, algunas personas de Miles de Viviendas ocuparon otro edificio en el barrio Gótico, lo que sería el Espacio Social Magdalenes. Allí denunciaron el acoso inmobiliario. Vivían ahí dos familias y estaban en riesgo de quedarse en la calle, porque Catalonia Hoteles tenía licencia para hacer un hotel y los quería echar. Los desalojaron en abril de 2010, pero consiguieron del Ayuntamiento el compromiso de realojar a las familias, ofrecer un espacio para su actividad social y detener la licencia de hotel en la finca. Esto último, finalmente no se ha cumplido. Este año, se ha inaugurado el hotel Catalonia Magdalenes, cuando dos de las que ocuparon estos dos edificios son alcaldesa de la ciudad –Ada Colau– y concejala del distrito –Gala Pin.
Magdalenes es un ejemplo de los obstáculos que ha encontrado el equipo de Colau en el gobierno de la ciudad. A pesar de la moratoria hotelera aplicada por Barcelona en Comú nada más llegar al consistorio, son muchos los proyectos hoteleros que no han podido detener, y el de Colau podría llegar a ser el mandato en que más hoteles se abran en Barcelona. Algunos, como el de Magdalenes, tenían licencia desde el mandato anterior, y otros han encontrado vías legales para saltarse la moratoria.
Así, la presión turística en el centro de la ciudad sigue creciendo, y con esta crece el precio de los alquileres, que este año han alcanzado su máximo histórico. Las mismas personas que se organizaban en Magdalenes con V de Vivienda para salir a la calle al grito de “no vas tener casa en la puta vida”, ahora se ven obligadas a gestionar una ciudad donde es aún más difícil que entonces acceder a una vivienda.
Desde el Ayuntamiento, reclaman –como hacían como ocupas o activistas por el derecho a la vivienda 10 años antes– una regulación pública del mercado de alquiler, estableciendo precios máximos en ciudades con alta demanda como Barcelona. Esto, sin embargo, queda fuera de la competencia municipal. Si bien entonces veían la ocupación como respuesta para acceder a la vivienda –con lo que llamaban Promoción de Vivienda Realmente Pública y más tarde, en otra línea, con la Obra Social de la PAH–, ahora como gobierno municipal deben buscar otras salidas. Entre las vías que han explorado, han comprado o han conseguido la cesión de pisos vacíos en manos de los bancos. Esto permite dar respuestas a situaciones de emergencia, con familias que se quedan en la calle, pero el impacto en el mercado de alquiler es nulo.
Otras vías, como la construcción de vivienda social, no tendrán un efecto inmediato, pero pueden dar respuestas a largo plazo. En esta línea, la concejala Gala Pin ha anunciado esta semana que el lugar donde antes había Miles de Viviendas tendrá un destino muy diferente al de Magdalenes. Es uno de los seis solares que el Ayuntamiento sacará a concurso público para hacer cooperativas de vivienda en un modelo de covivienda. Se trata de un proyecto para potenciar otro modelo de acceso a la vivienda, vinculado al uso en vez de a la propiedad y que no debería permitir la especulación.
Miles de Viviendas fue un espacio donde jóvenes activistas tomaron contacto con el movimiento vecinal. Las vecinas y vecinos que se organizaban para luchar contra el plan de los ascensores, que hubiera derribado parte importante de las casas de una Barceloneta humilde, contaron, en un primer momento con reticencia y luego con alegría, con el apoyo de “los okupas”, en una experiencia que recuerdan como de aprendizaje mutuo. La gente de Miles aprendían con las vecinas que llevaban años en pie de guerra, fuera para organizar una fiesta mayor o para luchar contra planes urbanísticos. Ellas aprendían a comunicarse o a llevar sus reivindicaciones vecinales a un nivel de ciudad con los jóvenes activistas.
Allí creció el debate sobre modelo de ciudad que algunas de esas personas han arrastrado hasta conquistar el Ayuntamiento. Ahora puede volver a ser un espacio –pequeño, de ocho viviendas– para ensayar otras maneras de vivir la ciudad en un barrio ahogado por la especulación inmobiliaria. Sin embargo, los vecinos de la Barceloneta ya vieron el miércoles en una sesión informativa que la cooperativa, aunque les puede interesar, no es la solución a sus problemas. El reto del gobierno municipal seguirá siendo encontrar respuestas grandes a un problema gigante.