'Tango queer', pasos de baile contra los roles de género

Barba poblada y tacones. Arranca la música. Un tango instrumental. Y el chico coge la espalda del chico. Lo lleva, que dirían los puristas. Brazo erguido, mirada al frente y suaves movimientos laterales; los pies acarician el suelo, y en el caso del chico con tacones... una cabeza de alfiler acaricia el suelo. Funambulista.

Al cabo de unos pases, cambio de roles: el otro chico, éste con zapato plano y camisa entallada, adopta el rol dominante. Son las 22 h y son los primeros en ocupar la pista, un espacio diáfano y grande como dos canchas de baloncesto. Al cabo de unos minutos, una docena de parejas los acompañan.

El baile se enmarca dentro del primer festival internacional de tango queer de la península, el Quilombo Queer (QQ). Un festival que ha acogido charlas, talleres abiertos, exhibiciones y, claro, milongas durante una semana, del 25 al 29 de mayo.

El tango clásico es una institución en Argentina, cuestión de Estado. Aunque todo apunta a que lo importaron los esclavos de Nueva Guinea o el Congo, el baile se ha convertido en cuestión de orgullo nacional. Tango orillero, le llamaban al baile primigenio. Si el asado debe comerse dorado por fuera, sangrante por dentro, el tango debe bailarse chico-chica. Y con precisión. Esa es la liturgia. Como tal, su práctica se ha visto aplastada por la tradición y por las limitaciones impuestas en las construcciones de género, reforzando el binomio de género convencional: el chico, viril y dominante, dirige a la chica, frágil y pizpireta.

Gracias a las incursiones de los movimientos feministas y queer, en los años 2000 empezó en Alemania una deconstrucción de dichos roles: que cada cuál baile como quiera.

El tango queer tardó en llegar a España. De hecho tan sólo hace un lustro que empezaron las primeras milongas queer en Madrid. La milonga, el baile popular del tango, donde todo el mundo está llamado a participar, pero entendido desde la teoría queer. El primer festival internacional de tango queer tubo lugar el año 2000 en Hamburgo.

En Barcelona hace poco más de año y medio que arrancó la comunidad Tango queer Barcelona, con talleres en Le Rouge y en el Centre Cívic La Teixonera. “Queremos generar un espacio cálido para relacionarnos y conocernos a través del baile, para jugar con los roles de género, intercambiarlos, hacerlos flexibles y hasta para darles nuevos significados u olvidarnos de ellos. ¿Llevas tú? ¿Llevo yo? ¿Haces de chico? ¿Hago de chica?”, destaca el manifiesto del colectivo barcelonés de tango queer. Antes, en 2012, hubo algunos intentos por parte del actor, escritor y bailarín Roberto López con la Garúa Club de Tango Queer de Barcelona.

El equipo organizador del Quilombo Queer en Barcelona, cinco personas, se conoció también alrededor del tango. Aunque la idea de montar un festival se dio después que Caroline Betemps invitara a Dafne Saldaña a Berlín. Las dos se conocieron en la ciudad alemana en 2010, y se reencontaron el año pasado para trabajar como helpers en el Festival de Tango Queer de Berlín. Fue a partir de aquella experiencia que empezaron a planear un homólogo barcelonés. Se tiraron a la piscina, y llevan desde octubre trabajando duro en el festival.

En el festival tienen algunos de los popes del tango queer, que estarán dando talleres o haciendo exhibiciones. Invitados de Boston, Brasil y Buenos Aires. Han conseguido convencerles ajustando fechas, aprovechando que empieza la temporada de exhibiciones y las giras por Europa.

El año que viene, el festival pretende desarrollarse también en otros puntos de la península, deslocalizarse.

El Poblenou está desierto hacia la medianoche. Bajo la luz de los focos dos chicas alemanas, una con traje y sombrero chato y otra con vestido de flores y adornos en la cabeza, se aparecen de entre los coches. “¿Tan-go?”, se limitan en un castellano robótico. Personas de toda Europa, con especial predominancia de teutones, se han acercado hasta el inhóspito Espai Erre para participar de la noche del viernes de milonga queer del Quilombo Queer Barcelona.

—¿Cómo me enteré? Hay muchos grupos en Facebook —atiende una alemana de mediana edad, residente en Inglaterra, y de vacaciones en Barcelona.

—¿Baila tango convencional o sólo tango queer?

—No hay diferencia. Pero en los espacios de tango queer me resulta más fácil encontrar pareja si vengo sola. Puedo bailar con chicas y chicos, no problem —aclara. Al cabo de un rato, la mujer, ya está de charleta con otra pareja argentina. Una de las dos chicas argentinas, la más espigada, la saca a bailar. Al final de la tanda de canciones, baila con la otra.

En el tango queer es tan importante lo que pasa en la pista de baile como fuera. Las relaciones que se establecen. “Es un espacio de comunión y libertad, un lugar donde hacer comunidad y recuperar lo social y popular del tango”, aclara Caroline Betemps.

“A Europa sólo había llegado el tango de mercado. Exhibiciones carísimas, academias carísimas. El tango debe ser popular. Y queer”, añade Caroline.

A Europa llegó un tango sofisticado y de salón, aunque sus orígenes hablen de baile clandestino y popular en los baretos de las costas Argentinas.

Caroline, de origen brasileño pero residente en Berlín, está desarrollando una tesis sobre colonialismos en el feminismo. Busca una beca y trabaja de lavaplatos. Buena sabedora de las penurias para encontrar un lugar donde milonguear por poco dinero, han montado el Quilombo de forma autogestionada y “con lo mínimo”.

Precisamente para recuperar sus raíces, Quilombo Queer no sólo organiza milongas de pago a un precio de 12/15 euros para sufragar la producción del festival, en espacios como Susurro Tango o el Centre Gallec también organiza bailes clandestinos: una milonga itinerante ocupa y visibiliza el espacio público algunos días del festival.

“En el tango los dos roles no sólo están marcados en la actitud. También el baile, los pasos. Si estás dentro de uno de los roles, ¡te pierdes el otro!”, comenta Caroline. “En las milongas convencionales, si no sabes lo suficiente, te quedas fuera”, aclara. Es otra de las barreras que plantea romper el tango queer. “Hemos de hacerlo inclusivo”, comenta Caroline, contenta por la acogida del festival, y por la previsión de nuevas ediciones.

Caroline quiere que el festival sirva para enganchar a nuevas personas al baile, y a los discursos de género.

¿Sabes andar? —comenta Caroline, amable.

—Sí.

—Pues entonces sabes bailar tango. Tango es, simplemente, andar abrazado —concluye Caroline, con una sonrisa enorme bajo su pendiente en la nariz, justo antes de lanzarse al enésimo baile de la noche. Alargarán hasta las 4 de la mañana.

El festival cierra las puertas este domingo con dos talleres, una clase de improvisación y, por supuesto, una milonga. A las 19:30 en Susurro Tango.