Borràs declara la guerra a sus socios, pero ERC cree que el Govern no peligra
Si unos historiadores del año 3022 estudiasen el periodo actual de la historia catalana, probablemente le pondrían algún nombre como “La Inestabilidad”. Se fijarían, por ejemplo, en que en los primeros 20 años de la recuperación de la Generalitat autonómica hubo un presidente, mientras que en las siguientes dos décadas se sucedieron hasta seis. ¿Aparecerá Aragonès como un president corto o largo en ese estudio del futuro?
Es obvio que la caída esta semana de la presidenta del Parlament, que también es la máxima líder de Junts, puede suponer uno de los baches más peligrosos para la estabilidad del Govern. La propia Laura Borràs fue clara en un discurso de despedida que sonó a declaración de guerra a sus socios de ERC y, de rebote, a la CUP.
Que ERC sumase sus votos a los de socialistas y anticapitalistas para no sostener a una presidenta del Parlament que se enfrenta a un juicio por corrupción es, para una parte de Junts, motivo suficiente para romper el Govern. El expresident Quim Torra, presente en el Parlament el viernes, hizo declaraciones en este sentido. Pero también ocurre que precisamente esta parte de Junts ya ha visto antes otros motivos para romper el Ejecutivo, sin que nunca la sangre haya llegado al río. Y que la opinión de que ahora es el momento es, únicamente, de una parte de Junts, y no de la que ha demostrado más fuerza en los últimos congresos de la formación.
Con esos antecedentes, en ERC creen que el Govern no peligra. “¿Qué conseller va a ser el primero en marcharse?”, responde con socarronería un líder republicano para señalar que no sería fácil encontrar candidatos a dejar la cartera entre los miembros de Junts. Fuera de la familia política de la propia Borràs, nadie en su formación ha destacado por mostrarle un respaldo encendido, sino más bien por la frialdad.
El vicepresident Jordi Puigneró, que había faltado al acto de apoyo a Borràs a principios de mes, sí estuvo en el Parlament el día de su suspensión, pero optó por un discreto segundo plano. El pasado martes, día de la apertura de juicio oral contra Borràs, en la reunión de la Ejecutiva de Junts se escucharon peticiones de dimisión.
Jordi Turull, el hombre que ha tomado las riendas del aparato de Junts, tiene poco interés en vincular su marca más de la cuenta con un caso de corrupción que todo apunta a que acabará en condena. Pocos saben mejor que él, con más de tres décadas de militancia en Convergència, lo rápido que se extienden este tipo de manchas en un partido. Pero también quiere evitar a toda costa un cisma interno, que en este momento podría ser mortal para Junts. El partido necesita salir a buscar a los viejos convergentes y a las clases medias de la derecha catalanista, más interesadas en el impuesto de sucesiones que en el Tribunal de Estrasburgo, pero sin perder a los exaltados del procés que el pasado viernes daban apoyo a Borràs gritando improperios a las puertas del Parlament.
Pendientes de una “auditoría”
No es un equilibrio sencillo. Del pasado congreso de Junts, que se cerró hace solo dos semanas, salió un plan que puede acabar llevando a las bases la decisión sobre si abandonar o no el Govern. Todo dependerá de una “auditoría” que el partido está realizando, que es una especie de encuesta a sus cargos más destacados sobre el cumplimiento de diversos aspectos del pacto de Govern. Según los resultados de esta, será la Ejecutiva la que deberá valorar si somete a consulta de sus bases la continuidad del Ejecutivo y, sobre todo, cómo lo hace. El calendario de todo esto no está claro, pero la secretaría general no tiene prisa por abrir este melón.
Algunas agrupaciones locales tienen más prisa. Si hace dos semanas ya intentaron que la ponencia del partido se comprometiera sí o sí con una consulta sobre la continuidad del Govern, una pretensión que la maquinaria de Turull acabó dejando fuera, ahora han vuelto a la carga aprobando un documento que reclama dicha consulta, ahora con el argumento de la suspensión de Borràs. Este viernes Europa Press citaba ocho ejecutivas ya adheridas y otras tres que se lo estaban planteando. Las bases 'lauristas' aprietan, pero el cónclave del partido está reciente y la correlación de fuerzas quedó clara entonces.
Que esto sea así y que en ERC haya miradas jocosas cuando se cita la posible ruptura del Govern no significa que los republicanos no se tomen en serio los riesgos que afronta la legislatura. Junts no está cohesionado en torno a la figura de Borràs, pero sí es crítica de forma unánime con la mesa de diálogo con el Gobierno, una postura en la que también está la CUP. Esta ha sido la principal apuesta de Aragonès y el tiempo se acaba para que dé resultados concretos, más allá de declaraciones de intenciones que pueden ser importantes en el ámbito de la negociación, pero que difícilmente mueven por sí mismas un solo voto independentista.
Si la legislatura española acaba sin resultados tangibles para el Govern y con una derecha con la Moncloa a tiro, ERC puede sufrir, atrapada entre el voto útil al PSC y una vuelta a la polarización que revitalice a Junts. Además, que los bloques se desdibujen favorecería en Catalunya al candidato más votado, que según las encuestas no sería Aragonès sino Salvador Illa. Este es el escenario que más temen en la sala de máquinas republicana y no el ruido que pueda hacer Borràs, a la que consideran que incluso su partido da ya por amortizada.
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