Catalunya celebra un Sant Jordi que no es Sant Jordi
Harían falta varios caballeros andantes para echar a los coches que, como dragones, escupen humo y contaminan el Passeig de Gràcia de Barcelona. La emblemática avenida debía estar cortada para ser el epicentro del Sant Jordi de verano, pero el coronavirus, que ya obligó a anular la Diada más popular de Catalunya el pasado 23 de abril, también ha restringido la celebración estival del día del libro y la rosa.
Catalunya celebra este jueves un Sant Jordi que no es Sant Jordi. En todas partes se velará para que no haya aglomeraciones. Las centenares de paradas de libros y rosas en la Rambla, la Rambla Catalunya y el Passeig de Gràcia no existen este año en Barcelona. Tampoco en su área metropolitana ni en Lleida. En el resto de la comunidad tendrán una versión mucho más reducida.
Sant Jordi es sinónimo de calle, amor, gentío y paseos. También de entretenerse largo rato, entre algún que otro codazo, en librerías a rebosar para curiosear, comentar y, finalmente, elegir libro para los seres queridos. Los hay quien además hacen colas para tener las firmas de sus autores predilectos.
Nada de esto es posible en tiempos de coronavirus. El calor de este jueves tampoco invita a echarse a la calle. Hasta este año, la Diada de Sant Jordi solo había cambiado de día durante la Guerra Civil o por razones religiosas al caer en domingo o en fechas señaladas de la Semana Santa durante el franquismo.
Con todo, el espíritu de la mejor fiesta resiste. “Hemos venido temprano porque por la tarde tenemos miedo de que haya más gente. Y hemos arrasado”, reconocen Joana y Anna recién salidas de la Abacus de Urquinaona.
En las librerías hay más compradores de los esperados. Al menos así lo indican responsables del Abacus, la Jaimes de la calle Valencia y la Documenta, en la calle Pau Claris. Los libreros celebran la respuesta que el sector ha dado para el Sant Jordi veraniego y confían en cubrir hasta un 30% de las ventas habituales de la Diada.
“Nos pensábamos que la gente compraría solo para sí misma, pero también está regalando”, ha explicado desde Girona la presidenta del gremio , Maria Carme Ferrer. A pie de librería, Montse Porta, de la Jaimes, apuntaba a media mañana que la cosa estaba “bastante animada para lo que podía haber sido”.
“Varios clientes pensaban que al suspenderse el acto en el Passeig de Gràcia ya no había Sant Jordi de verano”, añadía Porta, constatando uno más de los vaivenes comunicativos del Govern en la crisis del virus. En la Jaimes, Xavier Bosch, Enric Calpena y Núria Pradas han dejado libros firmados al no poderse organizar las tradicionales firmas de autores debido a las medidas de seguridad.
En todas las librerías así como en la floristería Navarro, la más popular de Barcelona, se cumplen escrupulosamente las medidas de seguridad: hay control de aforo, en algunas librerías incluso se ha organizado un sistema de cita previa, y no se entra sin una dosis de gel.
“Me ha sorprendido ver a tanta gente”, confiesa Quima en la Documenta. A pocos metros, rosa en mano, la consellera de Cultura, Mariàngela Vilallonga, departe con los responsables de la librería, y explica que ya es la segunda que visita este jueves. Le quedan otras tres en Barcelona y por la tarde irá a Girona. El 'tour' librero del Govern –Quim Torra ha visitado la librería La Memòria, en Gràcia– se produce tras los rifirrafes con el sector de los conciertos y el teatro por las restricciones.
Hay cosas que sin embargo parece que no cambian: entre los más vendidos del día los libreros sitúan a Carles Puigdemont y su libro de memorias sobre el procés y su 'M'explico' (La Campana), junto al incombustible Rafael Nadal y su 'Mar d'estiu' (Univers).
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