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CDC quiere enterrar los fantasmas del pujolismo en el consejo nacional

Josep Rull será ratificado como nuevo hombre fuerte del President

Jordi Molina

Barcelona —

Nada hace pensar que un cambio de nombres al frente de la dirección de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) deje atrás la crisis desatada por el caso Pujol. A pesar de ello, toda la maquinaria convergente rema en una única dirección: alejarse, cuanto más mejor, de quien ha sido su máximo emblema durante los últimos 30 años. Esta es la única salida y, al mismo tiempo, el principal escollo que tienen los nacionalistas para armarse de credibilidad y afrontar la gestión política del 9N.

Para ello, los nacionalistas ratificarán Josep Rull como coordinador nacional, uno de los dirigentes de la formación que más ha insistido en acelerar la profunda refundación que, se supone, debería empezar a producirse mañana. Rull, a quien Mas ha confiado ya el timón del partido para los meses más decisivos de la formación, será el nombre propio de un cónclave en el que la militancia deberá ratificar otros nombres.

Francesc Homs, Jordi Turull y Lluís Coromines también deberán pasar por el veredicto de la militancia. Una generación de dirigentes post ‘pinyol’ que evocan a una CDC más desacomplejada ante las ambiciones nacionales de Cataluña y que tendrá la difícil papeleta de acompañar el presidente Mas en unos meses en los que cualquier paso en falso de CDC –y de la coalición con CiU– puede pagarse muy caro. De manera más simbólica que ejecutiva, Xavier Trias, que disputará en otoño la batalla de las municipales como alcaldable en Barcelona, y Meritxell Borràs, con una trayectoria municipalista destacable en Hospitalet, entrarán, si no hay ningún imprevisto de última hora, en la nueva dirección.

El adiós de Pujol junior

El nuevo organigrama de Córsega tomará forma meses después de la retirada definitiva de Oriol Pujol a raíz del caso de las Itv, que provocó una sacudida en el partido que, de hehco, sería el embrión del consejo nacional del sábado. Pujol hijo, como Pujol padre, son hoy una pesada cruz de la que CDC intenta desmarcarse. Tras ser imputado en marzo de 2013, Pujol delegó temporalmente las atribuciones de secretario general de CDC en el hasta entonces secretario de Organización, Josep Rull, y el vicesecretario general de Coordinación Institucional, Lluís Corominas, mientras que traspasó la Presidencia de CiU en el Parlament a Jordi Turull, tres de los hombres que mañana darán un paso adelante en el consejo nacional.

Artur Mas, entonces, se quedaba sin el que había sido su principal hombre de confianza. Todo hacía pensar que, en el futuro, debía ser Oriol Pujol quien tomara un hipotético relevo de Mas. Mañana sin embargo, el cargo de coordinador ngeneral, hecho a medida para Pujol, será para Rull. De hecho ya lo es ahora a todos los efectos, pero de acuerdo con los estatutos del partido, el nuevo secretario general sólo puede ser elegido en un congreso nacional.

Este verano el nuevo hombre fuerte del partido ya ha dado muestras de cuál será línea de CDC. Refundar Convergència para superar el pujolismo y encarar el futuro. En palabras suyas: “Una nueva etapa encabezada por el presidente Artur Mas y los representantes del mundo local que, además, culmina una etapa de 40 años”.

El 9N y la relación con UDC, dos piedras en los zapatos

Sobre la mesa Rull tiene dos importantes piedras en los zapatos que pueden hacer tambalear el equilibrio de la formación y, también, de la coalición. La primera, la gestión de la consulta del 9N. Ninguno de los posibles escenarios deja a CiU en una posición cómoda. Si se hace caso omiso del más que probable veto del Constitucional, un partido de orden como es la federación nacionalista se estaría saltando la ley. Y algunas voces de dentro del partido ya han insinuado que ese podría ser el límite. Por el contrario, incumplir el pacto de legislatura y convocar las elecciones plebiscitarias sería lo mismo que admitir que el President ha llevado a un callejón sin salida a los catalanes.

Ambos movimientos decepcionarían el electorado convergente y tendrían un resultado ineludible: el traspaso de votos soberanistas e independentistas a ERC, que poco a poco se va haciendo con la centralidad política catalana que van perdiendo los partidos hegemónicos.

El otro gran reto de Rull y la nueva dirección será rehacer los vínculos con Unió. De cara la galería, el consejo nacional de ambas formaciones celebrado a finales de agosto dio una imagen suavizada de las diferencias, por ahora insalvables, entre CDC y UDC. Una actuación que ha quedado en nada cuando hoy se ha sabido que el líder de los democristianos, Duran i Lleida, ha impulsado Catalunya al Centre, una plataforma cívica que tiene el objetivo de reconstruir un espacio político de centro en Cataluña y que evidencia, una vez más, el divorcio entre las dos almas de la coalición.

A pesar de todo, CDC se embarca a partir del 6 de septiembre hacia los trimestres más decisivos de su historia y lo quiere hacer con una tripulación capaz de aguantar los chubascos. Habrá que ver hasta qué punto la nueva dirección tiene fuerza suficiente como para pilotar el partido, como mínimo, hasta el próximo congreso ordinario de 2016.

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