De la censura al cantante de Judas Priest a los cambios de idea de David Bowie: 100 años de música 'queer'
Si el periodista y crítico musical Jon Savage reflexionaba en su libro The Secret Public sobre la huella LGTBQ+ en el pop británico, ahora es la periodista y crítica española Núria Martorell la que hace en ¡Quiero ser libre! (Redbook Ediciones, 2024) un recuento reivindicativo de la presencia queer en la música moderna y popular del siglo XX, si bien también da fe de la vitalidad de esta identidad no binaria en los primeros años del XXI.
Para ello se apoya en la ilustradora Francina Cortés en el diseño, ejecución y posterior publicación de la obra. Martorell escribe sus pedagógicos y reveladores textos y Cortés los ilustra con sus vivos y alegres retratos, que muestran los rostros de los principales artistas, la mayoría de fama mundial. Los originales podrán verse en una exposición que permanecerá en el hotel Axel de Barcelona hasta el 27 de septiembre.
Cuentan sus autoras en conversación con este medio que la idea inicial partió de la editorial, en concreto tras ver una artículo de Martorell sobre el concierto de Madonna en 2023 en Barcelona. “Manuel Martínez leyó la crónica que escribí para elDiario.es del último concierto de Madonna y a los pocos días tenía un correo suyo preguntándome si me gustaría escribir un libro”, asegura Martorell. La propuesta incluía también a una ilustradora, pues la colección donde se publicaría, Bio Rock, comprende tanto texto como ilustración. Dada la buena relación previa existente entre periodista e ilustradora, ambas se ofrecieron para realizar el encargo y el libro se puso en marcha.
“El objetivo de ¡Quiero ser libre! es recoger cómo la música ha servido de bandera de combate contra la discriminación sexual”, dice Martorell. Lo hace de forma cronológica, con pinceladas sociopolíticas y económicas. De manera aún más resaltada, explica qué ocurrió durante cada década dentro del colectivo LGTBIQ+. Y lo hace “para entender mejor las luchas y vicisitudes de todos los artistas que aparecen, muchos de ellos con sus respectivas biografías”.
Una obra amena, gráfica y reveladora
De este modo, con una estructura gráfica muy amena y comprensible, la obra hace un revelador recorrido por la cultura queer en la industria musical, resaltando sus luchas, sus mensajes encubiertos en innumerables canciones y el progreso que permite la existencia tanto de letras cada vez más explícitas como de artistas que hoy en día no tienen por qué esconder su orientación en nombre del qué dirán los fans.
El libro comienza aclarando qué significa ser queer, una acotación tal vez necesaria dado que este término implica no solo una actitud respecto a la sexualidad, sino también una corriente filosófica que abarca todos los ámbitos socioeconómicos. “Intentamos concebir y tratar este término con mayor amplitud a lo largo del libro, más allá de ser el artista bisexual, pansexual, homosexual, cisgénero, no binario…”, aclara la ilustradora Francina Cortés. “Lo que nos enamora del término queer es que engloba a todos los disidentes sexuales”, añade Martorell, que prosigue: “Es una palabra-paraguas, que da cobijo a homosexuales, lesbianas, travestis, también bisexuales y otras identidades”.
Bajo este prisma, aparecen en ¡Quiero ser libre! artistas como Madonna o Prince, siempre en la vanguardia de la defensa de la libertad sexual e identitaria pero poco claros respecto a su posicionamiento queer –algo que por otro lado encaja a la perfección en el significado amplio del término–; también otros como Ricky Martin, inicialmente reluctantes a reconocer su homosexualidad pero finalmente posicionados de un modo más o menos claro.
Hay un apartado también para David Bowie, que en el pasado se reconociera abiertamente como gay, aunque su actitud fuera más bien bisexual, pero que posteriormente renegó de todo lo dicho y se declaró hetero-normativo. Incluso de Raphael se habla, que siempre ha negado sus supuestas preferencias pero nunca ha dejado de apoyar al colectivo.
No faltan tampoco figuras rockeras como Janis Joplin o Rob Halford, el legendario cantante de Judas Priest, gay y todo un referente del heavy que tuvo que esconder su orientación durante años en un mundo tan machista como el del metal sonoro. “Lo que llegó a sufrir cuando ocultaba su sexualidad fue realmente bestial”, apunta Martorell: “Se hizo adicto al alcohol y a las drogas e intentó suicidarse con pastillas cuando los representantes de Judas Priest y la discográfica le convencieron de que no destapase su homosexualidad porque creían que eso destruiría el grupo”. Afortunadamente, Halford regresó en 2000, ya fuera del armario y tras haber dejado Judas Priest, con el magnífico álbum Resurrección, que le devolvió al Olimpo heavy.
'Tutti Frutti' y 'La canción violeta', himnos pioneros de la reivindicación LGTBIQ+
Otros son más conocidos en su bisexualidad, como el pianista, compositor y director de orquesta Leonard Bernstein o Miguel Bosé, y también están los grandes iconos, como Elton John o, cómo no, Freddy Mercury. Además cuenta historias dramáticas como la de Whitney Houston o George Michael, cuyo sufrimiento por esconder su identidad sexual les llevó a la autodestrucción. Pero también hay espacio en el libro para pioneros de la reivindicación LGTBQ+ como Little Richard y su Tutti Frutti.
“Tutti Frutti es una palabra que en argot significaba gay”, explica la autora. Martorell agrega que la canción tenía una letra original que Little Richard tuvo que modificar y que decía así: “Tutti Frutti, good, booty / If it don't fit, don't force it / You can grease it, make it easy”. Traducido: “Tutti Frutti, buen culo / Si no entra, no lo fuerces / Puedes lubricarlo, hazlo más fácil”. Es decir una oda al sexo anal que fue inmediatamente censurada, si bien la canción en su versión atenuada tuvo un enorme éxito y Elvis Presley la hizo suya para el público blanco.
“La selección de los artistas empezó con un mero listado de nombres, ordenados por décadas, algunos, por su orientación sexual y otros, porque sus canciones les habían convertido en iconos queer aun siendo heterosexuales”, explica Martorell. “Profundizando en sus vidas, vi que algunas merecían ser contadas con más detalle, tenía claro que serían los que tendrían sus correspondientes biografías y que en el libro aparecerían impresas con la letra violeta”, puntualiza la critica musical.
El motivo del color violeta no es otro que la primera canción queer de la que se tiene constancia: La canción violeta, compuesta por Mischa Spoliansky y Kurt Schwabach, dos gais judíos de la república de Weimar, hace ahora 100 años, que triunfaron en el Berlín de aquellos años con sus canciones de cabaret. El tema se hizo en homenaje al doctor Magnus Hirschfeld, pionero de la reivindicación queer y el primer médico en realizar una operación de cambio de género.
Más mujeres que hombres
“Sin ser premeditado, al menos de forma consciente, hay más mujeres que hombres”, admite Martorell. Y entre estas están figuras pioneras y poco conocidas del gran público como Josephine Baker, Ether Walters, la cupletista española Raquel Meller, Bessie Smith, Gladys Bentley y la gran Ma Rainer, autora del primer blues con temática abiertamente LGTBQ+.
No todos los y las artistas gozan de las ilustraciones que hace Cortés, el límite de páginas de la obra estaba preestablecido. “Núria me pasaba un pequeño listado de los artistas cuya biografía, a su juicio, merecía ser contada con más detalle y entonces yo, por criterios estéticos y por lo que creía que aportaría su personalidad al libro, elegía los que ilustraría”, explica la ilustradora.
“Era importante a nivel visual que los personajes transmitieran ese sentimiento de humanidad, de curiosidad, de explicar algo de su vida que en la mayoría de los casos no se había dicho demasiado abiertamente, y menos recogido en un libro”, remacha. También reconoce que “el uso de colores saturados ha sido clave para transmitir lo que quería aportar sobre estas personas-artistas-estrellas del escenario”. El resultado es un libro de colores atractivos e ilustraciones cálidas y cercanas.
La lucha LGTBQ+ hoy en día
Las cosas han cambiado mucho, y para bien, para el colectivo LGTBQ+ en Occidente. Hoy en día artistas como Mushkaa, Lady Gaga, Miley Cyrus, Lil Nas X o Freedy Ocean no esconden su bisexualidad u homosexualidad y muchas canciones abordan las relaciones no normativas con una naturalidad que décadas antes hubiera sido impensable.
No obstante, no ocurre así en el resto del planeta. Martorell advierte: “Todavía hoy en día, en 2024, un total de 64 países prohíben las relaciones homosexuales, privadas y consentidas entre hombres; y 40 castigan también los actos lésbicos”. La dureza de las condenas va desde menos de un año de cárcel hasta la cadena perpetua y la pena capital. Así ocurre en Mauritania, Nigeria, Somalia, Afganistán, Brunéi, Irán, Pakistán, Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.
Finalmente, como curiosidad del libro, ¡Quiero ser libre! es una obra que permite interactuar y escuchar las canciones a las que el texto hace referencia. Lo logra mediante un código QR que se encuentra al lado de cada ilustración. No obstante, para aquellos que quieran simplificar la escucha, las autoras han realizado una completísima lista en Spotify con los temas.
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