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El reclamo de la notoriedad

Hay un proceso de disolución del periodismo en la industria de la comunicación en que el espectáculo y la notoriedad son los reclamos principales. Lo importante es llamar la atención y retener la audiencia, por encima de cualquier otra consideración. Este es un criterio dominante, condición inexcusable para disfrutar del favor de la publicidad.

La notoriedad es un reclamo, difícilmente es un mérito (lo que hace digna de recompensa o estima a una persona, lo que da valor a algo, según la definición del diccionario). Un último ejemplo: una estudiante de periodismo que se había presentado sin éxito en algunos castings televisivos, acaba de ser contratada por la cadena de más éxito por un motivo de simple notoriedad.

El mérito de esta chica no es otro que ser amiga de este joven madrileño que ha demostrado habilidad singular para hacerse fotos con primeras autoridades, franquear la entrada en despachos y salones exclusivos y atribuirse gestiones de un cierto nivel y trascendencia.

De este joven se está hablando mucho en los medios, mucho más de lo que el interés público demanda. Aunque él y algunas de las personas que le han ayudado acabaran teniendo que responder por lo que han hecho, en nada restaría la impresión de que los medios han hecho un caso desmesurado en este pequeño personaje y ahora también de su amiga.

De los atributos femeninos de la chica, él ha hablado con cierta vulgaridad, convirtiéndola en figurante llamativa de este lío cortesano que hace pensar en aquella “Celtiberia show” de Luis Carandell de finales del franquismo.

El programa de televisión que acaba de contratar la chica es justamente de los que explotan a fondo los límites entre el espectáculo y el periodismo. Por si fuera poco, se le ha dado un doble papel, en el plató y la redacción. Desde el periodismo estricto, estos programas se miran con una cierta distancia, pero no dejan de ser la imagen más cercana del periodismo que tiene un público muy amplio.

Los programas donde se mezclan deliberadamente espectáculo y periodismo como fórmula de éxito son una frontera en la que el segundo juega en clara desventaja. El periodismo ha tenido siempre este riesgo. El riesgo arranca, como mínimo, de la prensa amarilla de Hearst en la guerra de Cuba, pero mientras el periodismo se pudo mantener en su propio campo fue un riesgo más o menos controlado.

Esta posibilidad de control ya hace algún tiempo que se agotó. Con el periodismo en plena disolución industrial, el campo propio se va acortando y cuesta cada vez más de defender.

Hay un proceso de disolución del periodismo en la industria de la comunicación en que el espectáculo y la notoriedad son los reclamos principales. Lo importante es llamar la atención y retener la audiencia, por encima de cualquier otra consideración. Este es un criterio dominante, condición inexcusable para disfrutar del favor de la publicidad.

La notoriedad es un reclamo, difícilmente es un mérito (lo que hace digna de recompensa o estima a una persona, lo que da valor a algo, según la definición del diccionario). Un último ejemplo: una estudiante de periodismo que se había presentado sin éxito en algunos castings televisivos, acaba de ser contratada por la cadena de más éxito por un motivo de simple notoriedad.