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Helena Vinent, la artista que reivindica el placer de los 'cuerpos discapacitados'

La artista Helena Vinent posa en las escaleras del Espai 13 de la Fundació Joan Miró de Barcelona

Jordi Sabaté

3 de noviembre de 2024 23:31 h

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Las tesis y postulados de la artista Helena Vinent (Barcelona, 1988) pueden resultar totalmente sorprendentes y disruptivas para las personas que puedan considerarse 'completas' desde el punto de vista de nuestras capacidades físicas e intelectuales. Para Vinent, lo que nosotros creemos que es nuestro devenir vital en un mundo corriente, no resulta ser más que la suma de unos privilegios que poseemos por el hecho de pertenecer al grupo de cuerpos mayoritario.

Frente a estos, según la artista, seguidora de la teoría crip queer, se sitúan las personas diversas, con cuerpos variados y no normativos, que Vinent describe como “minorías discriminadas y tratadas como seres inferiores e infantilizados, incapaces de valerse por sí mismos”. Ante esta visión, que asegura generalizada, antepone lo que ella llama “activismo disca”.

Se trata de una militancia que denuncia lo que denomina “capacitismo” como una suerte de supremacismo por parte de una mayoría con cuerpos normativos, y que reivindica, por otro lado, a las personas diversas como sujetos de gozo y placer frente a la visión capacitista, que los identifica con el dolor, la impotencia y el sufrimiento.

“Se habla con frecuencia de los deportistas paralímpicos y se comenta que superan barreras”, dice Vinent para acto seguido ofrecer su punto de vista sobre estos comentarios: “Se obvia que las barreras que tienen que superar, los deportistas y todas las personas disca, son las que impone el poder capacitista, que se niega a adaptar su mundo para nosotros”.

Contra las prótesis

Helena Vinent, menuda y delgada, nerviosa y habladora, es una artista sorda. Explica que nos entiende a base de leer nuestros labios, pero que su cerebro viviría en el silencio de no ser por los audífonos que utiliza y que, de todos modos, asegura, no le permiten entender lo que le dicen los demás. Ella trabaja como traductora para sí misma: lee labios y envía las palabras al cerebro, que las procesa como si las oyera.

A tenor de que mantiene una conversación normal, se nota que este proceso está entrenado hasta hacerse de una manera casi automática. De hecho, es la propia artista quien desvela, para sorpresa de este periodista, que no es capaz de entender nuestras palabras. Y de ahí su reflexión: “Puedo leerte los labios y seguir una conversación, pero en vez de enseñarte a ti a hablar por signos, me obligan a mí a llevar una prótesis que subraya mi supuesta inferioridad”.

“Tras la escuela comencé a estudiar antropología, pero por mi sordera me era imposible seguir las clases, así que busqué otra carrera donde pudiera hacer valer mis habilidades manuales y creativas y terminé en Bellas Artes”, desvela Vinent, que agrega que “el activismo disca es el leitmotiv que hilvana” toda su carrera.

La creadora nos acompaña hacia la entrada principal de Accidente, su nueva e impactante instalación, que se exhibe en el Espai 13 de la Fundació Miró, un espacio pionero en la apuesta por los talentos emergentes del arte conceptual en el Estado español. Durante la pasada primavera, Vinent expuso en La Casa Encendida de Madrid La prótesis que dirigió al órgano contra sí mismo, una instalación que denunciaba las prótesis como una imposición del sistema.

“A través de esta exposición hago una lectura personal y política de las prótesis, que funcionan como instrumentos que adaptan al cuerpo a una normativa estándar regida por la lógica neoliberal y capacitista, que dicta qué cuerpos son válidos, eficaces y funcionales para el capitalismo frente a aquellos que no lo son”, puede leerse en su página de Instagram al respecto.

Cuerpos normativos ante el espejo de la soberbia

Accidente es una obra completamente nueva que Helena ha realizado para el ciclo Ens acompanyarem quan es faci de nit (Nos acompañaremos cuando anochezca), que tiene como base la interdependencia entre las personas, la idea que compartimos los mismos espacios y debemos hacer cesiones para que los demás también puedan habitarlos”, explica la comisaria del ciclo, y de la instalación de Vinent, Irina Mutt, que simultanea su trabajo en España y Finlandia.

“Lo que más me gusta del trabajo de Helena es su contestación radical a la visión de los cuerpos diversos como infantilizados e incapacitados para el deseo sexual”, añade y subraya de Accidente que “ha logrado que la instalación invada otros espacios de la Fundació Miró, ha desbordado el museo”. Se refiere Mutt a que el trabajo de Vinent se inicia nada más enfilar las escaleras que bajan a la sala.

La propia artista nos guía escaleras abajo hacia la puerta principal de la sala, por donde descendemos confiados. Pero no hay entrada. Vinent la ha tapiado con un muro blanco de madera al que ha realizado diversos agujeros. La frustración por entrar, por ver lo que hay tras esa tapia, nos invade. Podemos observar por los orificios que hay gente al otro lado, dentro de la sala, gozando de la instalación, pero nosotros no podemos pasar. Nos invade la rabia: estamos ante el espejo de nuestra soberbia.

“Bienvenido a lo que siente una persona disca ante las barreras que le pone el sistema”, espeta la artista. Seguidamente nos invita a darnos la vuelta y observar la escalera por la que hemos bajado. Los tabiques están llenas de eslóganes, como por ejemplo: “Muchas escaleras y poca diversión”, o “Busca'mmmm l'ascensor”.

“En este momento es cuando los visitantes tienen que volver a subir y pedir que les bajen en ascensor a la sala, como les pasa a muchas personas disca”, suelta Vinent. Finalmente, tras el descenso en ascensor, se consigue el acceso a la sala, pero se hace por la puerta de emergencia. No es casualidad, Vinent explica que suele ser la habitual para las personas de cuerpos no normativos.

Carne trémula de tela y espuma

Del travesaño de la puerta, cuelga un cartel electrónico que reza: “Este espacio no es accesible para cuerpos capacitados”. Una vez ingresados, nos enfrentamos a una propuesta estimulante y extraña, basada en piezas de tejidos brillantes y de colores llamativos con relleno de espuma. Están todas entrelazadas con tiras elásticas negras que las tensan y las suspenden en el espacio“.

“Yo veo cuerpos disca en tensión”, dice Vinent, quien subraya que “debajo hay dispuestos vibradores sexuales que hacen que la composición vibre como una carne trémula”. Es su reivindicación de la energía y del deseo sexual que tienen las personas diversas, igual que el nuestro, y que suele ser totalmente ignorado.

“Es esta conexión con lo queer y lo sexual, con el cuero, las tiras negras que tensan los cuerpos, una de las cosas que más me interesa de este trabajo de Helena”, dice Mutt, que incide en la teoría crip queer como un debate que cuestiona la visión binaria que tenemos de los cuerpos entre capacitados y discapacitados, por bien que ahora se hable de cuerpos diversos.

Al respecto, Vinent se muestra rotunda: “Somos una minoría más y como el resto, discriminada y obligada a adaptarse a unos estándares que nos niegan como personas adultas”.

La instalación se completa con diversas pantallas, una de ellas conteniendo didascalias, que son las instrucciones precisas que da el dramaturgo al actor en una obra escrita, advirtiendo y explicando todo lo relativo a la acción o movimiento de los personajes. Las didascalias también se utilizan para describir los ruidos ambientales a las personas sordas en las películas y series televisivas. Con ellas, Vinent trata de enfatizar cómo siente el mundo una persona sorda a la que hay que explicarle cualquier sonido.

También destaca el valor del accidente como motor de las personas discas. “Se nos considera un error del sistema, un accidente”, destaca la artista, que pretende darle a la vuelta al supuesto sufrimiento de este hecho con otra pantalla digital que emite el siguiente mensaje: “La obsesión por entenderlo todo cuando el placer está en el accidente”.

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