Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.
Valle d’Aosta, c’est magnifique!
Es muy posible que usted haya estado alguna vez en la Cerdanya, la comarca catalana que se encuentra dividida entre España y Francia. O en el Valle de Aran, una isla lingüística y cultural a más de mil metros de altura. Incluso podría ser que vaya a menudo, que las conozca muy bien, y que le hayan cautivado tanto sus paisajes como aquel carácter indomable que dan los territorios de frontera. Pues ahora súmelas y multiplíquelo por tres, y se hará un poco la idea de lo que es Valle de Aosta, la más pequeña y menos poblada de las regiones italianas y a la vez una de las que tiene una más marcada personalidad propia.
Alguien pensará que es absurdo comparar una comarca con una región, pero es que entrar en Valle de Aosta inmediatamente evoca otros valles alpinos que tenemos más cercanos, como la Cerdanya o Arán. La diferencia, sin embargo, es que en vez de los Pirineos está surcada por los Alpes, y que en vez de iglesias románicas y algún que otro vestigio medieval, está repleta de fortificaciones y castillos feudales, además de un gran número restos romanos, ya que por aquí pasaba el camino hacia la Galia. Por supuesto, todas estas valles se parecen también en aspectos más prosaicos, como la abundancia de segundas residencias encaramadas al turismo de nieve.
Valle de Aosta es una de las pocas regiones italianas que cuenta con un régimen jurídico especial, una especie de autonomía (las otras son Cerdeña, Sicilia, el Trentino-Alto Adigio y Friuli-Venezia Giulia) que se sustenta por razones históricas, culturales y lingüísticas. Los valdostanos son sobre todo francófonos, lo que demuestra una vez más que, como con los Pirineos, los accidentes geográficos nunca fueron obstáculo ante el poder del comercio entre persones. Así, aunque las lenguas oficiales son el italiano y el francés, en los pueblos de Valle de Aosta se habla sobre todo un dialecto del franco-provenzal llamado Valdôtain (valdostano). Hasta hace sólo unas décadas, el italiano por estas tierras era casi una lengua extranjera.
La capital de la región es Aosta, situada en medio del valle, y cuyas reducidas dimensiones la hacen parecer más un pueblo grande que una ciudad pequeña. Se la conoce como la “Roma de los Alpes” ya que, después de Roma y Pompeya, es la localidad italiana donde se han encontrado más restos del antiguo imperio romano. Fue fundada en el 25 AC, en tiempos del emperador Augusto (de ahí el nombre original de Augusta Praetoria), y está estructurada según los cánones urbanísticos romanos, con dos arterias perpendiculares (cardo y decumano) perfectamente identificables. En su cruce, lo que había sido el ágora es hoy la plaza principal, sede del Ayuntamiento.
El antiguo decumano es ahora la principal calle comercial, que se extiende más allá de los límites amurallados de la ciudad romana hasta desembocar en una plazoleta donde se levanta un arco de triunfo también de la época de Augusto, dedicado a la victoria de los romanos sobre los antiguos habitantes de estos valles. Dentro de las murallas (en realidad, sólo quedan algunos tramos), lo más espectacular es sin duda el imponente teatro romano, bastante bien conservado, y que había llegado a acoger hasta 4.000 espectadores. Hay también unas termas, un anfiteatro y un puente romano, además de dos preciosas iglesias medievales (la Catedral y la iglesia de Sant'Orso).
En la misma Aosta se puede coger el llamado teleférico de Pila, que sube a una montaña contigua donde hay unas pistas de esquí. Vale la pena subir aunque sea en verano, ya que las vistas a todo el valle son impresionantes. De allí salen también varias rutas senderistas.
Aosta se encuentra aproximadamente a una hora en coche desde Turín, la majestuosa capital del Piamonte, o sea que desde allí se puede ir y volver en un mismo día con tiempo de sobras para disfrutar de lo esencial. Pero es una pena no dedicarle más tiempo, ya que la región está llena de oportunidades para los amantes de la naturaleza y el excursionismo. Del valle principal surgen otros valles que se adentran a la cordillera formando parajes más agrestes y vírgenes. Por el lado sur, el Parque Nacional de Gran Paradiso, antiguamente una reserva de caza de la casa real italiana, recoge cuatro de estos valles secundarios, que en total suman 200 km2 y por donde se pueden hallar un montón de caminos de montaña señalizados. Por la parte norte, el valle de los Walser, coronado por el Monte Rosa, en el que hay algunos pueblos donde la segunda lengua ya no es el francés sino un dialecto del alemán.
Siguiendo hasta el final del valle se llega al túnel del Mont Blanc, que conecta Italia con Francia por autopista. Si hay tiempo, y ganas de emociones fuertes, una excursión para no olvidar consiste en atravesar el macizo del Mont Blanc por arriba. Como lo lee: sobrevolarlo. Se trata de tomar una cadena de teleféricos y funiculares que parten de la localidad de Palud-Courmayeur (Italia), y a través de seis tramos, llegan hasta Chamonix (Francia). Los primeros tres tramos de teleférico permiten coronar la Punta Helbronner, a 3.462 metros, desde donde se toma el llamado Funivia de los Glaciares hasta la Aiguille du Midi, el punto más alto, a 3.842 metros. Desde esta cima, situado frente a frente con el Mont Blanc, se puede bajar en dos nuevos tramos de teleférico hasta Chamonix, experiencia que ya relatamos en un anterior Diario de Viajes. Es un recorrido largo (seguramente hay que prever un día entero para hacerlo de ida y vuelta), y no precisamente barato, pero absolutamente despampanante.
Vueling ofrece vuelos diarios desde Barcelona a Turín.
Es muy posible que usted haya estado alguna vez en la Cerdanya, la comarca catalana que se encuentra dividida entre España y Francia. O en el Valle de Aran, una isla lingüística y cultural a más de mil metros de altura. Incluso podría ser que vaya a menudo, que las conozca muy bien, y que le hayan cautivado tanto sus paisajes como aquel carácter indomable que dan los territorios de frontera. Pues ahora súmelas y multiplíquelo por tres, y se hará un poco la idea de lo que es Valle de Aosta, la más pequeña y menos poblada de las regiones italianas y a la vez una de las que tiene una más marcada personalidad propia.