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Las discotecas de la playa de Barcelona mantienen el pulso a Colau y seguirán abiertas hasta el verano que viene

La entrada de las discotecas Shoko y Pachá, situadas en el Frente Marítimo de Barcelona.

Pol Pareja

El pasado 6 de mayo, a falta de 20 días para las elecciones, la concejal del distrito de Ciutat Vella Gala Pin convocó a los medios para hacer un anuncio importante: el Ayuntamiento y el Gobierno habían llegado a un acuerdo para cerrar las discotecas cercanas a la playa de Barcelona y destinar esos espacios a la ampliación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Pin aseguró que las cuatro discotecas del llamado Frente Marítimo, cuya concesión finalizaba el pasado 21 de junio, tenían los días contados. También anunció que, paralelamente al fin de la concesión, el Ayuntamiento había abierto un expediente sancionador a tres de ellas que implicaría su cierre temporal. Casi cuatro meses después, los clubes siguen a pleno rendimiento y el Gobierno, que es el propietario de esos terrenos, les ha renovado la concesión hasta junio de 2020, según ha podido confirmar eldiario.es.

La zona del Port Olímpic de Barcelona y del Frente Marítimo es el área de mayor concentración de ocio nocturno de la ciudad. En apenas 650 metros, estas dos zonas suman una treintena de clubes que constituyen el epicentro de la noche barcelonesa.

Los locales fueron proliferando al albor de la reordenación que sufrió la zona a principios de los 90, antes de las olimpiadas. En un principio, muchos de estos espacios se pensaron como restaurantes. Sin embargo, los problemas que generaba el ocio nocturno en el centro durante el mandato de Jordi Hereu (PSC) empujaron al Ayuntamiento a ampliar los horarios y las licencias de los negocios de esta zona para pacificar otros barrios de Barcelona.

Lo que en un principio eran restaurantes frente al mar se acabaron convirtiendo en locales donde podías cenar y bailar hasta la mañana siguiente.

El plan del Ayuntamiento, en el aire

El Ayuntamiento de Barcelona ideó un ambicioso plan para acabar con todos los clubes de la zona del litoral. “El ocio nocturno ha generado problemas de convivencia y era necesaria actualizar esa relación”, señaló en febrero de 2018 la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, al presentar su proyecto de reordenación de toda la costa de la ciudad, presupuestado en 39 millones de euros.

La promesa de Colau, sin embargo, está ahora mismo en el aire. A día de hoy, no está garantizado ni siquiera que vayan a cerrar las discotecas del Puerto Olímpico -situadas en terrenos de la Generalitat- ni las del Frente Marítimo -cuyos terrenos pertenecen al Gobierno.

El Ayuntamiento llegó a un acuerdo con la Generalitat a finales de 2016 para que le cediera la gestión del Puerto Olímpico en 2020. La intención del Ayuntamiento era conceder una prórroga de dos años a los restaurantes y cerrar la veintena de discotecas de la zona el próximo abril. Esos clubes tienen una capacidad limitada, de unas 100 personas cada uno sin contar la terraza. Según ha podido comprobar este periódico, muchos de ellos incumplen el plan de usos tanto en los aforos como en la disposición de los elementos de las terrazas.

A pesar del acuerdo político que se alcanzó entre Govern y Ayuntamiento, fuentes del Departamento de Territorio de la Generalitat ponen en cuarentena la opción de que se acabe cediendo el control del Puerto Olímpico al Ayuntamiento. La teniente de alcalde Janet Sanz (BComú) y el conseller de Territori, Damià Calvet (JxCat), anunciaron a principios de agosto que el traspaso se aprobaría en el Govern “en septiembre o octubre”.

Las fuentes consultadas reconocen que el acuerdo está muy avanzado, pero mencionan la posibilidad de un adelanto electoral en Catalunya que volvería a poner palos en las ruedas a la cesión. “La sintonía entre Calvet y Sanz es buena, pero nadie puede anticipar qué ocurrirá en el Govern en otoño cuando se publique la sentencia a los líderes del procés”, remachan.

Colau tampoco ha conseguido cerrar las cuatro grandes discotecas del Frente Marítimo. Son las que Gala Pin aseguró durante la campaña electoral que iba a clausurar este verano y que están en terrenos del Gobierno. Estos cuatro clubes situados en una misma manzana -Pachá, Opium, Shoko y Carpe Diem- tienen capacidad para más de 6.000 personas. A ellos hay que sumarles otro local que no está afectado por el plan del Ayuntamiento, llamado Catwalk, situado en la misma manzana y con capacidad para unas 1.500 personas más.

Pocas horas después del anuncio de Gala Pin del pasado mayo, el Gobierno matizó que todavía no se había alcanzado ningún acuerdo. Al mes siguiente, se desmarcó del plan del Consistorio y renovó la concesión a estos cuatro clubes hasta, como mínimo, junio de 2020.

Según un estudio de la Universidad Rovira y Virgili encargado por los propios locales del Frente Marítimo, los siete negocios que están en esa zona -cinco discotecas y dos restaurantes- recibieron en 2017 más de un millón y medio de visitantes, el 75% de los cuales eran turistas. El mismo estudio cifra en 1.300 los empleos directos e indirectos que generan estos locales y estima que facturaron unos 60 millones de euros.

Las cuatro discotecas del Frente Marítimo que están amenazadas han declinado responder a las preguntas de eldiario.es, pero fuentes de la dirección de una de ellas se limitan a señalar que son optimistas respecto a su continuidad. La mayoría de los propietarios confía en que esas concesiones saldrán a concurso el año que viene y que podrán ganarlo.

De la presunta ampliación del CSIC, a día de hoy no se sabe nada y desde la Delegación del Gobierno explican que “no hay novedades”. El Ayuntamiento de Barcelona tampoco ha querido hacer ningún comentario a este periódico.

“El anuncio de Pin en mayo fue un brindis al sol”, señala Jordi Giró, presidente de la Asociación de Vecinos de la Vila Olímpica, que califica de “electoralista” el anuncio de la concejal del barrio a falta de pocos días para los comicios. “El Ayuntamiento debe liderar esta transformación y tenemos la sensación de que no lo está haciendo”. Giró reconoce que la ciudad debe tener espacios de ocio nocturno, pero considera que no deberían estar todos concentrados en el mismo lugar.

Los problemas de convivencia

La alta concentración de discotecas genera desde hace tiempo problemas de seguridad y quejas de los vecinos, que si bien viven alejados de los clubes sufren los problemas que se generan en las calles adyacentes y en los accesos al metro. A finales de julio mataron en esa zona a un turista en una pelea. Este 2019 se han producido dos violaciones en los aledaños de esos locales y en febrero de 2018 hubo un tiroteo en la puerta de la discoteca Pachá.

Las reyertas y robos son habituales y los dueños de los locales del Frente Marítimo han dispuesto desde hace un tiempo vigilantes de seguridad que patrullan las calles contiguas. “Realmente poco puedo hacer yo en la calle”, señalaba uno de estos vigilantes durante la madrugada del jueves. “Nuestra presencia es más disuasoria que otra cosa y nos encargamos de avisar a la policía cuando ocurre algo”.

Ante el aumento de la inseguridad, el Ayuntamiento anunció a principios de agosto un “plan de choque” por el “desbordamiento del ocio nocturno en la zona” y desde entonces se pueden ver furgonetas de antidisturbios patrullando durante la noche. La decisión se tomó tras una reunión del teniente de alcalde de Seguridad, Albert Batlle (PSC), con los representantes de los locales de ocio nocturno. De todos los dueños de los clubes, solo una persona acudió al encuentro.

El panorama, un jueves de madrugada, muestra una fuerte presencia policial. Se pueden contabilizar más de 30 agentes de policía y hasta seis furgonetas de antidisturbios en la zona, si bien a medida que avanza la noche algunas unidades se ausentan durante un rato. “Antes veníamos y si todo estaba tranquilo nos íbamos”, explicaba un agente de los Mossos. “Desde hace un mes nos pasamos la noche aquí y está todo más tranquilo, pero los problemas se desplazan hacia la zona residencial”.

Esta es la principal queja de la asociación de vecinos del bloque situado en el cruce de la calle Moscú con Trias Fargas. Es el edificio de vecinos que queda más cerca de las discotecas y del acceso al metro. Desde hace años, denuncian problemas de incivismo e inseguridad en esas calles.

“Esto es un polvorín”, explica la portavoz de la asociación vecinal, residente en la zona desde el 93 y que prefiere no ser citada. “Vivimos 200 familias que estamos hartos de los gritos, las meadas, la prostitución y las agresiones debajo de casa”. Estos vecinos, que viven al lado de la parada de metro, denuncian que los gritos y los botellones son el pan de cada día a la que llega el verano. “En invierno es solo los fines de semana, a partir de mayo es ya cada día”. Se lamentan, además, de que cuando se mudaron al barrio tras las olimpiadas, la mayoría de lo que eran restaurantes son ahora discotecas.

La reducción del ocio nocturno en Barcelona

30 años después de que empezaran a aparecer las primeras discotecas por el litoral barcelonés, los representantes del ocio nocturno consideran que el Ayuntamiento de Barcelona ha emprendido una cruzada contra ellos. “Primero fue la zona del Maremagnum, después el Moll de la Fusta y ahora van a por el Puerto Olímpico”, se lamentaba el jueves el responsable de uno de los locales del litoral barcelonés, haciendo referencia al paulatino cierre de discotecas en la ciudad.

Según datos de Fecalon, la patronal catalana de ocio nocturno, durante los últimos 25 años se han cerrado unas 150 discotecas en Barcelona y el área metropolitana. “¿Cómo va absorber la ciudad a toda esta clientela si se cierran todas las discotecas del Puerto Olímpico y el Frente Marítimo?”, se pregunta Fernando Martínez, secretario general de Fecalon. Según Martínez, el Ayuntamiento “estigmatiza” este tipo de locales cuando en realidad hay problemas de convivencia en toda la ciudad y cree que el litoral barcelonés es el mejor lugar para que salga la gente de noche sin molestar a los vecinos.

El Ayuntamiento y los vecinos, en cambio, creen que la concentración en el litoral ha llegado demasiado lejos y es momento de repartir la carga con otros lugares de la ciudad. “La zona se ha deteriorado mucho”, insiste Jordi Giró, el presidente de la asociación de vecinos, que apuesta por un modelo que atraiga más a las familias. “El Puerto Olímpico ha de ser para todos, no solo para los que quieren salir de fiesta”.

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