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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

¿Nunca serán tus hijas?

A los puteros, productos de la sociedad patriarcal, los mensajes que apelan a que las mujeres prostituidas podrían ser sus madres, hermanas o hijas no les afectan porque a ellos les ha convencido el sistema que las mujeres que compran para solaz de sus penes son mujeres que nacieron diferentes. Nacieron para ser putas. Las putas nunca son mujeres de sus entornos próximos, ya se encargan de ello los traficantes que saben muy bien donde y cómo repartir la mercancía mujeres. Así para este gran burdel del sur de Europa la mercancía procede de Albania, Bulgaria, Lituania y Rumania, aunque también llegan de Nigeria, Colombia y República Dominicana. De esta manera los puteros las ven como productos exóticos y extraños, nada que ver con las mujeres de su entorno. No hay empatía posible. Bueno, no la había. Ahora la crisis ha creado más desigualdades de género y una pobreza a la que algunas mujeres el sistema solo les deja una salida: la prostitución. Ahora sí, puteros, podéis encontrar en los almacenes de mercancía, llamados burdeles, o en las calles a las mujeres de vuestro entorno. Podéis encontrar la mercancía mujeres parecida a vuestras madres, hijas, abuelas o hermanas. Claro que frente a esta realidad, el sistema también ha creado defensas para que vuestro cerebro no reaccione y sigáis haciendo caso a vuestro pene porque si no fuera así dejaríais de consumir la mercancía que les reporta abundantes ganancias.

De entrada vivimos en un sistema patriarcal que genera una violencia estructural respecto a las mujeres que queda permanentemente reflejada en los asesinatos del terrorismo machista que se llevan a cabo invocando el amor y los preceptos misóginos de las religiones. Se evidencia en un Parlamento Europeo que decide que el PIB de los países incluya las ganancias generadas por la prostitución y se hace patente cuando en los medios de comunicación solo se oyen las voces de quienes dicen ejercer la prostitución libremente. ¡Perfecto para que en lugar de cómplice de esta violencia solo te sientas ese eufemismo llamado “cliente”!

Pregúntate, putero, por qué las voces de las mujeres traficadas siempre son silenciadas, por qué “Operación Princesa” no es un best-seller y por qué solo oyes las voces de las mercancías que dicen que lo hacen porque así tienen dinero extra para sus caprichos de chica joven o porque es dinero fácil y rápido y así ganan mucho más que en un “trabajo normal”,dicen, o porque les gusta escuchar a los hombres y porque gracias a ellas los hombres pueden practicar el sexo que no practican en casa, porque sin ellas y su “trabajo” habría más violaciones y un sinfín de maravillosas causas que solo se dicen para regalar tus oídos y que tu pene siga funcionando. Piensa, putero, que cualquiera de estas razones podrían ser las que, con la crisis, una mujer de tu entorno creyera que la prostitución es el único trabajo a su alcance.

Y si piensas que tus hijas nunca podrán serlo te dejo esta pregunta ¿Sabías que tus ofrecedores de la mercancía mujeres utilizan a “loverboys” para reclutar a adolescentes europeas? Y las reclutan entre adolescentes simplemente inseguras de sí mismas, como tantas hay en cualquier familia. Inseguras, porque nuestra sociedad patriarcal les dice que su éxito está asegurado siempre que cumplan las exigencias sexistas que parecen “lo normal”.

Y “lo normal” es el resultado de la violencia estructural del sistema social que sigue presentando a las mujeres como objeto consumible.

A los puteros, productos de la sociedad patriarcal, los mensajes que apelan a que las mujeres prostituidas podrían ser sus madres, hermanas o hijas no les afectan porque a ellos les ha convencido el sistema que las mujeres que compran para solaz de sus penes son mujeres que nacieron diferentes. Nacieron para ser putas. Las putas nunca son mujeres de sus entornos próximos, ya se encargan de ello los traficantes que saben muy bien donde y cómo repartir la mercancía mujeres. Así para este gran burdel del sur de Europa la mercancía procede de Albania, Bulgaria, Lituania y Rumania, aunque también llegan de Nigeria, Colombia y República Dominicana. De esta manera los puteros las ven como productos exóticos y extraños, nada que ver con las mujeres de su entorno. No hay empatía posible. Bueno, no la había. Ahora la crisis ha creado más desigualdades de género y una pobreza a la que algunas mujeres el sistema solo les deja una salida: la prostitución. Ahora sí, puteros, podéis encontrar en los almacenes de mercancía, llamados burdeles, o en las calles a las mujeres de vuestro entorno. Podéis encontrar la mercancía mujeres parecida a vuestras madres, hijas, abuelas o hermanas. Claro que frente a esta realidad, el sistema también ha creado defensas para que vuestro cerebro no reaccione y sigáis haciendo caso a vuestro pene porque si no fuera así dejaríais de consumir la mercancía que les reporta abundantes ganancias.

De entrada vivimos en un sistema patriarcal que genera una violencia estructural respecto a las mujeres que queda permanentemente reflejada en los asesinatos del terrorismo machista que se llevan a cabo invocando el amor y los preceptos misóginos de las religiones. Se evidencia en un Parlamento Europeo que decide que el PIB de los países incluya las ganancias generadas por la prostitución y se hace patente cuando en los medios de comunicación solo se oyen las voces de quienes dicen ejercer la prostitución libremente. ¡Perfecto para que en lugar de cómplice de esta violencia solo te sientas ese eufemismo llamado “cliente”!