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Una humillación con todas las de la ley

Imatge d'una càrrega policial durant els dies en què el G8 es va reunir a Gènova. (cc: Ares Ferrari)

Toni Polo

Barcelona —

Con expresión de absoluta indiferencia, la presentadora de las noticias había señalado que la Fiscalía de Génova tenía el convencimiento de que los dos cócteles molotov que habían descubierto en la escuela Díaz durante las reuniones del G8 habían sido colocados por la propia policía para justificar la dureza de su intervención. Al parecer –había añadido la presentadora-, el agente que había declarado haber sido vítcima de un intento de apuñalamiento por parte de un manifestante antiglobalización, había mentido: el desgarrón en el uniforme se lo había hecho él mismo para demostrar lo peligrosos que eran aquellos jóvenes, quienes, a juzgar por los datos que iban aflorando, lo único que hacían en la escuela Díaz era dormir tranquilamente. Tras escuchar la noticia, Montalbano se pasó media hora sentado en el sillón, delante del televisor, incapaz de pensar, abrumado por una especie de rabia y vergüenza y empapado en sudor.(...) Bastaba con reflexionar un poco sobre la información que tanto la prensa como la televisión facilitaban con cuentagotas –cumpliendo las directrices gubernamentales- para hacerse una idea de la situación: a la chita callando, sus colegas de Génova habían perpetrado un acto de violencia ilegal, una especie de venganza a sangre fría y, por si fuera poco, presentando pruebas falsas.(...)

-Dimito. Mañana iré a ver al jefe superior y le presentaré mi dimisión. (...) El asalto a la escuela y la presentación de pruebas falsas no ha sido cosa de ningún agente ignorante y violento, sino que están implicados altos cargos de la policía, de la Brigada Móvil y demás fuerzas de seguridad. (...)

La sensación de incomodidad de Montalbano se había iniciado tiempo atrás, cuando la televisión mostró al presidente del Consejo de Ministros colocando macetas de flores por las callejuelas de Génova, no sin antes haber ordenado retirar las bragas y los calzoncillos que hubiera tendidos en los balcones y en las ventanas. Mientras tanto su ministro del Interior tomaba medidas de seguridad más propias de una inminente guerra civil que de una reunión de jefes de Estado: vallas que impedían el acceso a ciertas calles, precintado de alcantarillas, cierre de fronteras y de algunas estaciones, patrullas marítimas vigilando la costa e incluso la instalación de una batería de misiles. El excesivo despliegue de fuerzas –pensó el comisario- constituía en sí mismo una provocación. Después ocurrió lo que ocurrió: hubo un muerto entre los manifestantes, pero tal vez lo más grave fue la conducta de algunos miembros de las fuerzas del orden, que se cebaron contra unos pacíficos manifestantes, lanzándoles gases lacrimógenos, mientras dejaban que los violentos, los llamados black block, camparan a su antojo. Después se produjo el desagradable incidente del colegio Díaz, que no pareció una operación policial sino un triste y violento atropello destinado a desahogar unos reprimidos instintos de venganza.

Un giro decisivo, Andrea Camilleri

Es una cita larga pero de un maestro, de un escritor siciliano veterano, casi nonagenario, que vivió con indignación los hechos perpetrados por la policía durante la cumbre del G-8 en Génova, en 2001. Y así lo reflejó a través de su entrañable personaje, el comisario Salvo Montalbano.

La acción policial en Génova fue despiadada, terrorífica. Un muerto, el joven genovés Carlo Giuliani; un millar de heridos; centenares de detenidos arbitrariamente; destrozos millonarios. Unas jornadas festivas enfocadas a proponer a los jerifaltes reunidos y fuertemente escoltados (¿por qué será?) en la capital lígur un mundo mejor, así de sencillo (así de ridículo, piensan algunos...), convertidas en una vergüenza, en un ataque a las libertades elementales de centenares de personas que fueron víctimas de una emboscada de la policía la noche del sábado 21 de julio. El único “delito”: pasarla en la escuela Díaz, donde, “presuntamente” (claro, presuntamente...) se encontraban maquinando atentados los violentos pertenecientes al grupo conocido como Black Block, el temido bloque negro que se había tomado la justicia por su mano en unas jornadas de protesta bien entendida que acabaron teñidas de sangre.

Diez años después

El grupo Black Block es el que da nombre al documental que el director italiano Carlo A. Bachschmidt realizó en 2011, diez años después de los hechos, y que ahora se está proyectando, con subtítulos en castellano, en diversos centros cívicos de Catalunya, gracias a la implicación de ciudadanos italianos, españoles y catalanes que luchan desde Barcelona por una Italia (y por un mundo) mejor, como Lo Sbarco, No TAV o AltraItalia. Ayer, el Ateneu La flor de maig de Poble Nou, se llenó de gente corriente, personas como las que aparecen en el documental, ciudadanos y ciudadanas de los que participan en las manifestaciones de los indignados, contra los recortes, en la huelga general o sucumbiendo bajo la porra de los mossos d’esquadra.

El reportaje, crudo, desgarrador, huye del sensacionalismo y el morbo. Aún así, imágenes de heridos, de agresiones, de abusos son inevitables. Pero en este documento la sangre la contienen las palabras de los testimonios. La narración, paso a paso, de aquella aterradora noche que acabó, dos días después, en los calabozos de Bolzaneto. Recoje los testimonios claros y contundentes de siete jóvenes que sufrieron palizas y torturas físicas y psicológicas en la propia escuela y, después, en la cárcel del cuartel. Los siete protagonistas, canalizados por la historia del berlinés Muli, regresaron a Génova en junio de 2010 para explicar su experiencia nueve años después. “Han escogido vivir Génova una segunda vez”, nos cuenta el director de la película, depués de testificar en los juicios, en 2006, “para enfrentarse al trauma, encontrar un rescate moral y, por supuesto, descubrir otra Génova. Sus vidas han cambiado, pero sus ideales siguen siendo los mismos de entonces”.

De repente, la invasión

Lena Zuhlke y Niels Martensen (de Hamburgo), Chabi Nogueras (de Zaragoza), Mina Zapatero (española residente en París), Daniel McQuillan (de Londres), Michael Geizer (de Niza) y Ulrich Reichel, Muli, (de Berlín) acudieron a Génova en julio de 2001 para protestar contra la pomposa cumbre de los países más ricos del mundo. La noche del sábado, 21 de julio, se encontraban descansando en la escuela Díaz cuando entró la policía. Y empezó la tragedia. “Entonces entraron. Vi al primer policía que entró, resoplando odio”, recuerda el zaragozano Chabi. “Oía las botas y sabía que nos iba a atacar...”

Muli viajó a Génova para hacerse oír: “Quería interrumpir el G8”, comenta, diez años después. “Quería hacerme oír sin violencia. Aluciné al ver a tanta gente de ideas diferentes pero unidos y de buen rollo”. Luego, todo se torció. “Tuve verdadero miedo a morir”, relata en el documental, a menudo con lágrimas en los ojos. Muli, ahora padre de un hijo y habitante de una casa okupa en Berlín, fue uno de los centenares de jóvenes manifestantes que se alojaban en la escuela Díaz. La escuela donde por la noche irrumpieron los policías en busca de... ¿venganza? ¿justicia?

Los testimonios son dramáticos. “Entraron centenares de robocops”, dice Mina, española residente ahora en París. “Como perros rabiosos, sentí pánico, tenía que protegerme. La mezcla de golpes y gritos era realmente ensordecedora”. La alemana Lena los describe como “una horda de jabalíes colocados con speed”. Las imágenes del documental dan la razón a las dos chicas. Chabi dice que recibió l apeor paliza de su vida: “No sé si podría haber aguantado más, la sangre que salía de mi cabeza era tan espesa... gelatina”. El inglés Dan explica que se dio por muerto: “Era como si no quisiera parar hasta romperme la cabeza”.

Mientras tanto, fuera del colegio se congrega gente, periodistas, policías que obstaculizan el acceso, radios que emiten los sonidos de la noche tràgica. Esos documentos evitaron lo que las víctimas creían que pasaría: “Intuía que lograrían echarnos la culpa de lo ocurrido a nosotros”, dice otro de los entrevistados en el documental. Esa era la intención, no cabe ninguna duda, ya.

El infierno para estos jóvenes continuó en el hospital al que fueron conducidos por los propios policías. “Era un hospital de guerra”, rememora Lena. “Allí vi a Niels, parecía un zombi”. Haciendo de tripas corazón, los protagonistas relatan tortura psicológioca en ese lugar y describen “horas de completo terror”.

Balance judicial

Miembros de asociaciones italianas de Barcelona explican que ninguno de los 25 mandos y oficiales de la policía condenados en julio de 2012 por el Tribunal de Casación por “falsedad agravada”, el único de los delitos que no ha prescrito en estos 11 años transcurridos, irá a prisión. “Se beneficiarán de los tres años de indulto previstos por una ley de 2006. La sentencia comporta la suspensión del cargo para unos oficiales que, en estos años, habían recibido condecoraciones y desarrollado unas espléndidas carreras”. Aproximadamente 250 de los procesos originados por denuncias contra fuerzas del orden por lesiones se archivaron por la imposibilidad de identificar a los agentes responsables, a pesar de que la magistratura considera que, efectivamente, los hechos denunciados tuvieron lugar.

Entre los procesados no consta Gianni di Gennaro, jefe de la Policía en aquel entonces y actual subsecretario y jefe de los Servicios Secretos, de quien eran principales colaboradores los mandos condenados. Ni el líder de la neofascista Alleanza Nazionale y vicepresidente del gobierno, Gianfranco Fini, que, sin motivo institucional, estaba en las oficinas de mando de los carabinieri. Aún así, “con todos sus límites”, comentan, “se trata de una sentencia importante ya que nunca antes se había condenado a tantos altos cargos de la policía.

Diez manifestantes fueron condenados una semana más tarde considerados culpables de “destrucción y saqueo”, un delito que se remonta al Código Rocco, un código penal fascista, que nunca ha sido abrogado. La pena por ello prevé un mínimo de seis años y medio de cárcel. Dos de ellos, ya se encuentran presos; otros dos, han huido. La inmensa mayoría de los arrestados ya habían sido considerados inocentes en cuanto se resistieron a cargas policiales declaradas ilegítimas. En mayo de este año está prevista la sentencia en relación a las agresiones sufridas por los detenidos en el cuartel de Bolzaneto.

Preguntas con respuestas (incómodas)

Pero... ¿ha cambiado algo desde aquel verano genovés? El director del documental, Carlo A. Bachschmidt, no es del todo pesimista: “Las cosas, desde Génova, han cambiado a peor por lo que se refiere a la política institucional; a mejor, si pienso en las muchas personas que han madurado una lucha política más participativa e incluyente, como la que se lleva a cabo en Val di Susa [para detener el proyecto del tren de alta velocidad]”. El cineasta, que ha estado grabando estas protestas en Piemonte, apuesta por decisiones responsables de cada cual para sumar y cambiar el mundo: “La situación puede mejorar en el momento en que, como han hecho los protagonistas del documental, cada uno de nosostros cumpla con su decisión, que no puede ser sólo una elección individual, sino sobre todo política con el fin de cambiar el estado de las cosas. No se trata de hacer una revolución como la que entendemos comunmente, sino de volverse sujetos activos y responsables en nuestro propio día a día”.

Los pases del documental de Carlo Bachscmidt siempre acaban en lo mismo: la denunia de la represión de las (presuntas, ¿no?) fuerzas del orden y la impunidad con la que siguen actuando muchos miembros de los distintos cuerpos de seguridad de los distintos estados. “Esto quiere decir que la estrategia aplicada en Génova sigue vigente”, comenta un miembro de la asociación AltraItalia que vivió en primera persona las manifestaciones (festivas, ejemplares) de Génova. Y sigue sin contestarse una pregunta sonrojante: “Por qué los Black Block pudieron destrozar Génova impunemente y la represión fue contra la gente pacífica?” La indiferencia de la presentadora de las noticias que detectó el comissario Montalbano en la novela de Camilleri, tiene mucho que ver en la falta de respuesta.

El portavoz del Foro Social de Génova, Vittorio Agnoletto, coincide: “En Europa, pese a algún éxito importante, la represión, sin destruir el movimiento, ha cambiado su recorrido facilitando las divisiones internas (...). Conscientes de que nuestros anàlisis sobre los desastres de la financiación de la economía y del modelo de desarrollo, que son hoy urgencias planetarias, eran correctos, es necesario que encontremos la fuerza para retomar el camino juntos. Juntos, también, con los que en Génova no estuvieron, quizás por edad, pero que están experimentando en su propia piel las consecuencias de aquel sistema que nosotros, en Génova, hace once años, quisimos cambiar totalmente”.

Este es el documental Black Block, en versión original:

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