Joan Guerrero, Pérez Andújar y el milagro en Barcelona
Al tener en mis manos Milagro en Barcelona pensé de manera inevitable en la película de Vittorio de Sica Milagro en Milán, y no hay que ser muy avispado para notar que la obra conjunta del fotógrafo Joan Guerrero y el escritor Javier Pérez Andújar contiene en su esencia una reminiscencia de esa película de los años cincuenta del siglo pasado. También, una vez devorado el contenido, es fácil pensar en una actualización de Els altres catalans de Paco Candel. Los nuevos inmigrantes de la periferia son los protagonistas absolutos del libro editado por Ariel donde se circula por los aledaños de esa Barcelona que de tanto centralizarse ha olvidado a gran parte de sus habitantes, pero vaya, quizá esta visión es algo sesgada y sólo las páginas que complementan imagen y texto rinden justicia a la idea.
Javier Pérez Andújar es de San Adrià del Besós y Joan Guerrero, originario de Tarifa, reside en Santa Coloma desde que, como muchos otros, llegó con poco o nada a nuestra tierra. Su mirada compartida recorre el extrarradio y lo disecciona con una naturalidad que conduce a un lirismo casi involuntario, donde la belleza es la de la cotidianidad sin conservantes ni colorantes.
Quedo con ellos un martes al mediodía en una librería del centro de Barcelona. Nos saludamos, intercambiamos cuatro palabras y pasamos a la acción. Enciendo la grabadora.
Jordi Corominas: ¿Cómo surgió la idea del libro?
Joan Guerrero: Hemos coincidido haciendo crónica cuando se hablaba de la Mina y otros barrios por el estilo. Javier hacia la crónica y yo la fotografía. A partir de ahí fuimos coincidiendo.
Erais cómplices sin saberlo.
Javier Pérez Andújar: Claro, porque íbamos distanciados en el tiempo. Primero escribía, llamaba al periódico y Joan iba y sacaba la imagen. Compartíamos territorio.
Joan Guerrero: Nos conocimos en EL PAÍS en el vermouth de fin de año, hace bastante tiempo, quizá once o doce años.
¿Y a partir de ahí salió la idea?
Joan Guerrero: La idea surgió de una urgencia, de aquello de hacerlo ya porque de otro modo se pierde el espacio y la intención. Veía que en el río había siempre muchos inmigrantes, cada uno con su cultura y sus porterías. Era el río de las culturas y empecé a sacar fotos. Luego fui al Fondo de Santa Coloma y a Can Zam, plató de tantas inmigraciones. Me puse manos a la obra y un día le enseñé a Javier mi material de la nueva inmigración, con el temor de que esta se desintegrara.
Javier: En un primer momento pensamos en una exposición y luego, poco a poco, se concretó la idea de un libro.
En los libros de Javier se nota un interés por la cuestión del extrarradio.
Javier: No. El interés es por mí mismo, por mi vida, es como si escribiera mi biografía. De haber nacido en Versalles escribiría de Versalles. Al fin y al cabo escribo de lo que sé.
¿Ya tenías todo el conjunto de fotografías para trabajar en el texto?
Javier: Sí, las seleccionamos primero, las miramos durante mucho tiempo, por tema y emotividad, en un bar de Santa Coloma. Una vez decidimos las que serían las ordené de manera narrativa y así salió la cosa.
Y su armazón es claramente cinematográfica, desde Milagro en Milán hasta el mar.
Javier: Eso fue idea de Joan, estábamos en el Xócala de Santa Coloma y no sabíamos qué foto poner al final, y como a Joan le gustan los finales de espacio abierto…
Joan: Como Los 400 golpes, Fresas salvajes o Muerte en Venecia.
Javier: Buscamos una fotografía que diera ese final de espacio abierto, con agua.
Y ese final abierto de espacio incluye una idea de límite.
Javier: Sí, el mar que es el morir.
Joan: Como en Fresas salvajes, la muerte.
Creo que ahora se piensa poco en el tema de las inmigrantes, como si hubiera dejado de interesar, por eso me resulta interesante pensar que en unos años quizá este tipo de vida y espacio desaparecerá, como una aniquilación de una cultura popular.
Joan: Por supuesto, está desapareciendo, y es una lástima, porque era un alud de deporte, de música, de su vida. Lo hice más desde un compromiso ciudadano, con la intención de hacer algo positivo, también porque me sentí uno más de ellos.
Y todos somos charnegos.
Javier: Todos llegamos de fuera, desde nuestra diferencia.
Joan: Y positivo es todo lo contrario a eso de primero los de casa [lema del partido xenófobo Plataforma per Catalunya], que es algo terrible.
En el texto se refleja que nos cruzamos con esas personas en la calle, pero para muchos ellos son invisibles.
Javier: Es cierto, no hay una convivencia. Sabes que nunca cierra la tienda pero no sabemos ni cómo llego ni el motivo de que esté en Barcelona, no nos preguntamos ciertas cosas fundamentales.
Por ejemplo en el Raval a principios de siglo XX eran españoles y ahora son de Bangladesh, hay una traslación de inmigrantes.
Javier: Es una renovación continua en toda regla. Hay una asimilación cultural y política, degluten a una hornada de inmigrantes, los hacen suya y la máquina desintegradora continua su proceso.
Y en el libro se remarca que dentro de este grupo supuestamente unitario existe una heterogenia fortísima.
Joan: Claro. Una de las fotografías donde se ve el puente y gente caminando es una procesión que habré hecho mil veces por Andalucía. Las formas son iguales. ¿Quién lo diría? Las varias culturas siguen rituales parecidos y se dibuja lo mismo a kilómetros de distancia.
Javier: Si ves esta de las mujeres con la escoba encaja con Milagro en Milán, por eso de que salen con la escoba.
Al ver el título pensé en Milagro en Milán y también en el tema de la especulación. ¿Fue un motor de búsqueda?
Javier: No, pero sí está referenciado.
Joan: Sí, ahí hay una especulación, y luego está el trabajo conjunto que hicimos sobre la PAH.
Javier: Quizá lo de la especulación fue un motor difuso.
Y la especulación ha destrozado una periferia que hace no tanto era virgen.
Javier: Sin duda así ha sido en los últimos cuarenta años.
Joan: Piensa que si ves las primeras fotos del libro casi tienen un punto Pasoliniano, de Mamma Roma. Eso eran Fondo, donde están los chinos, pero claro, era inmigración, con otros matices, pero inmigración auténtica, lo que ocurre es que hemos pasado de descampados a parques.
En parte por la lucha vecinal, que ahora vuelve a ser un caballo de batalla fundamental.
Javier: Porque hemos vuelto a las condiciones iniciales, lo de antes y ahora es muy paralelo. La Democracia está anulada, entonces por el fin del Franquismo y ahora por corrupción. En ambos casos se han desconectado los motores que propiciaban la Democracia.
Y ahora la Democracia no sirve al ciudadano, quizá ahí el libro tiene su valor de denuncia.
Javier: En toda constatación de la realidad hay un afán de denuncia.
Joan: Tal como está tratada aquí la inmigración sí que es denuncia, no a gritos ni con banderas, pero sí desde la muestra de sus condiciones y un cierto olvido.
En la zona del Rec ellos se bañan y son felices, algo que un barcelonés verá desde otra tesitura casi de mundo miserable, pero ellos en cambio se lo pasan genial, son felices y no necesitan más.
Javier: Sí, y esa visión barcelonesa tiene un filtro moral peligroso.
Sí, porque ese filtro moral es el que genera la exclusión.
Javier: Por parte del barcelonés, claro, por parte de ellos no lo sé, porque no los conozco tanto.
Joan: Yo sí he hablado con ellos y me han sorprendido mucho. En Delegación del Gobierno fui mucho a fotografiar y preguntar. Estaban los caballos como amenaza. Mi pregunta era si querían volver, y la respuesta era negativa.
Javier: El viaje de por sí ya es traumático, cancelan el pasado para crear un presente.
Joan: Y eso lo vemos en inmigrantes nuestros. Se mantienen las tradiciones en algunos casos, mientras que en otros hasta quieren olvidar sus raíces.
Los retratados en el libro están enmarcados en una primera generación de inmigrantes, aun tendrán su vivencia de origen.
Javier: Ellos están en ciernes supongo, pero el paisaje sí lo conozco.
Con esa Barcelona que tiene dos ríos que no exhibe y no tiene noria, mientras en Europa las grandes ciudades sí la tienen.
Joan: La deberían poner al lado de las tres chimeneas.
Javier: La noria debería estar al lado del río.
Joan: En Viena no, mira El tercer hombre.
Fui a ver esa noria precisamente por la película.
Joan: Donde las hojas no caen de los árboles.
Javier: Porque las tiran, es cine, es todo mentira.
Con esa fotografía brutal, increíble.
Javier: En Barcelona deberíamos ir al Tibidado a buscar algo parecido.
No deja de ser curioso que el parque esté en las alturas y encima tengas que casi arruinarte si quieres ir sin coche.
Javier: Y que además sea una atracción obsoleta.
Todo lo que no es parque temático está excluido del centro, no existe.
Javier: Creo que es recíproco. No sé si andar por el centro y por la periferia es lo mismo, para ellos el centro es el extrarradio, un lugar que no existe.
En Biutiful muchos se cabrearon porque esa Barcelona era desagradable a ojos de lo políticamente correcto.
Javier: Iban a Fondo, al curandero.
Hace años pasé un día en el metro y en Fondo vimos a los inmigrantes a primera hora bajando las escaleras y parecía Metrópolis, eran autómatas dormidos.
Javier: Piensa que para un barcelonés es más normal ir a París que a Santa Coloma. ¿Qué van a ver?
Joan: Yo sí hubiera ido.
Javier: El Louvre no está en Ciudad Meridiana.
Pero Ciudad Meridiana está más cerca en metro.
Javier: Sí, pero no son sitios adonde vaya la gente por curiosidad, no tienen ningún interés en conocer esos barrios ni en analizar las políticas sociales del Ayuntamiento.
Políticas que son inexistentes.
Javier: Sí, pero no seremos nosotros quien arreglemos ese desaguisado. La paradoja es tramposa. Lo ideal sería que la gente de Ciudad Meridiana pudiera ir a París, eso sería lo justo.
¿Te sientes identificado con el símil con Els altres catalans de Candel?
Javier: No me siento identificado. Hablamos de cosas, temas y literaturas diferentes. No son uns altres catalans.
¿Por qué?
Javier: Porque no me siento identificado ni con el concepto de ciudadano ni con el de catalán, ellos sólo son gente que vive en Santa Coloma y en otros sitios de la periferia, lo de catalán o español me suena a chino. ¿Otros? No hablamos de lo mismo de Candel, podría ser la periferia de Madrid.
¿No crees que cada periferia crea dinámicas distintas?
Javier: Todos los lugares tienen su idiosincrasia, sí, pero hay un común entre la antigua migración y la nueva, y lo mismo entre las periferias, de otro modo las denominaríamos con otras palabras.
En lo geográfico.
Javier: Y en lo económico.
Por supuesto.
Javier: La de Barcelona se parece a la de Madrid, y también a la de París.
Bueno, ahí ya podríamos matizar más. No veo yo que la periferia de Barcelona tenga parecido con la parisina, no tenemos ese germen que hizo surgir los movimientos de la banlieu de 2005 con los coches incendiados y toda su problemática social.
Javier: pero viven en bloques, compran igual, viven en paro. El libro quería ser sobre los comunes. Niego la integración, que etimológicamente viene de integrismo. Para integrarte tienes que pagar una moneda de cambio que es la desintegración porque tienes que renunciar a una serie de cláusulas que te desintegran como individuo.
Pasolini hablaba de homologación. Mantener tus propias coordenadas es un acto de resistencia.
Javier: Pero la resistencia es un acto individual, por desgracia el eje cartesiano de la sociedad es la articulación entre ricos y pobres, y en esas estamos.