Dirigentes independentistas se reunieron con ciudadanos rusos en los días más convulsos del procés en 2017 y en una segunda etapa a partir de 2019, con viajes a Moscú incluidos. Lo han confirmado algunos de los protagonistas de los contactos en su desfile judicial de las últimas semanas. Hasta aquí los únicos hechos incontrovertidos, a los que siguen interpretaciones opuestas sobre el alcance, intensidad y objetivo de las reuniones.
Para el juez Joaquín Aguirre y los investigadores de la Guardia Civil, los contactos buscaban un apoyo ruso a la independencia. Salvo Víctor Terradellas, los implicados en cambio desligan las reuniones del procés y los circunscriben al ámbito empresarial o incluso a un intento de estafa hacia los dirigentes soberanistas. Esta es una guía de los protagonistas y de sus versiones sobre las reuniones.
Octubre de 2017
Víctor Terradellas: el exsecretario de relaciones internacionales de la extinta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) es el protagonista de la primera etapa de los contactos. Hombre de mundo, tras toda una carrera dedicada a las relaciones internacionales y a la cooperación, en los días críticos del procés en 2017 apostaba sin ambages por la vía unilateral. Después de insistir mucho, logró que el entonces president, Carles Puigdemont, recibiera a dos ciudadanos rusos y a un misterioso hombre de negocios catalán. En su declaración ante el juez, Terradellas explicó que los había conocido el 23 de octubre de 2017 por boca de un amigo y que no se molestó a investigar sus credenciales, pero creyó que efectivamente eran emisarios del Kremlin.
En los tres encuentros, todos ellos breves y ocurridos entre el 20 y el 25 de octubre, dos días antes de la declaración fallida de independencia, los rusos propusieron primero a la entonces colaboradora de Puigdemont, Elsa Artadi, y al propio president ayuda económica y hasta militar ante una eventual independencia. Eran los ya célebres 10.000 soldados rusos, a los que Puigdemont no dio ninguna credibilidad, según recalcó Terradellas. En cambio, según el excargo convergente, el president no se cerró en banda al eventual auxilio financiero ruso a través de criptomonedas. Pero en cualquier caso, apostilló, Puigdemont no le hizo ningún encargo para buscar apoyo ruso.
Jordi Sardà Bonvehí: este empresario catalán figura en la hemeroteca del New York Times. En 2012 el rotativo informaba de que Sardà negoció en nombre de Gas Natural una operación millonaria en Ucrania. El problema era que Sardà se había presentado falsamente ante las autoridades ucranianas como directivo de la compañía cuando no tenía relación alguna con ella. Terminó denunciado en la Audiencia Nacional.
Según el relato de Terradellas, Sardà y el ciudadano ruso Sergei Motin se pusieron en contacto con él sobre el 20 de octubre de 2017 “para ir a ver al president de la Generalitat”. “Yo hago de correveidile, y el president dice que sí quiere verlos”, apostilló el excargo de CDC, que aseguró que el interés de Sardà era que Catalunya fuera una de las bases mundiales del negocio de las criptomonedas. Terradellas también contó al juez que Sardà, ya en 2018, se reunió con otros integrantes del sanedrín que ideó el referéndum, como el exconvergente David Madí, proponiéndole un viaje a Moscú, que no se concretó. “Sardà podía hacer unos imaginarios muy bestias pero me interesaba por el tema de criptomonedas, aunque nunca llegó nada. Intentó hacer muchas operaciones de 'bitcoins' y granjas pero nunca consiguió nada”, describió Terradellas.
Sergei Motin: empresario ruso ya fallecido, llegó a Barcelona de la mano de Sardà Bonvehí, aunque se desconoce cómo se conocieron. Según Terradellas, a las reuniones en Barcelona de 2017 se presentó como un antiguo “general” ruso. Motin estuvo en las tres reuniones en octubre, la primera con Elsa Artadi en el Hotel Colón y las dos con Puigdemont días después en la Casa dels Canonges del Palau de la Generalitat. Fue el autor del ofrecimiento de los 10.000 soldados rusos, indicó Terradellas al juez. La respuesta de Puigdemont, siempre según su versión, fue “cagarse en las bragas” y no darle credibilidad.
No sería el último viaje de Motin a la capital catalana: un año después volvió a una clínica privada de Barcelona, donde dejó a deber casi 20.000 euros. Así consta en la denuncia ante los Mossos de la clínica, que también se puso en contacto con Sardà Bonvehí para recuperar el dinero, sin éxito.
Nikolay Sadovnikov: veterano exdiplomático ruso dedicado a los negocios. Ejerció para la Unión Soviética en Roma entre 1984 y1987 y después fue cónsul adjunto en Milán desde 1991 hasta, al menos, 1995, tras la desintegración de la URSS. Según los registros del ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, su nombre aparece como asesor en un departamento de planificación de política exterior en 2007. Una investigación de El Periódico y medios internacionales desveló que un informe de un servicio secreto detalló que Sadovnikov era conocido como un “intermediario oficioso de Moscú” en Siria e Irán y que “rinde cuentas solo al jefe del Estado”, Vladimir Putin.
Según dijo Terradellas al juez, el objetivo de Sadovnikov, Motin y Sardà era “llegar a un acuerdo de legislación de criptomonedas a cambio de la financiación de la república”. A preguntas de su defensa, después matizó que la operación respondía “al interés de Sardà”. Pero todo se vino abajo porque hasta los rusos constataron que la Generalitat no había diseñado plan alguno para la independencia: “Cuando vieron que no había nada preparado, ellos recularon mucho”. Terradellas agregó que en septiembre de 2018 viajó a Moscú y se reunió con Sadovnikov, pero recalcó que fue por libre, sin recibir ningún encargo de Puigdemont. “No sé si se puede decir, pero tenía que ir a Moscú con David Madí, y él no vino. Con Nikolai hablamos de cómo veía el mundo”, dijo Terradellas al juez.
Los viajes de 2019
Los protagonistas de los contactos rusos en esta segunda etapa varían de la de 2017. La investigación judicial todavía no ha podido acreditar una conexión entre ambas, y por ahora se centra en un negocio de petróleo. La hipótesis de los investigadores es que el director de la oficina de expresident de Puigdemont, Josep Lluís Alay, fue una suerte de sucesor de Terradellas en las relaciones con Rusia, extremo negado por ambos.
Josep Lluís Alay: historiador, profesor y traductor, acudió tres veces a Moscú entre 2019 y 2020. Según explicó el propio Alay en una entrevista en elDiario.es, en ninguno de los viajes buscó el apoyo del Kremlin a la independencia. Las visitas respondían al interés de medios rusos para entrevistar al expresident y para dar conferencias en universidades rusas, según su versión. Reconoció que a través de Alexander Dmitrenko, un empresario ruso afincado en Barcelona y sospechoso de estar relacionado con los servicios secretos de Putin, conoció a personas de su círculo, pero limitó los encuentros a contactos de cortesía.
Alexander Dmitrenko: el empresario ruso está imputado por una compra de petróleo que realizó en julio de 2020 una empresa china a otra rusa en la que intermedió y de la que habló con Alay. El Gobierno denegó la nacionalidad española a Dmitrenko por su vinculación con los servicios de inteligencia rusos, extremo que el empresario niega con contundencia. “Rusia iba con España”, dijo en su declaración ante el juez sobre el procés.
En los mensajes interceptados a Alay, Dmitrenko felicita “a todos nosotros” y celebra el pago de 295.000 dólares de garantía de la empresa china a la rusa por la operación como “primer gran paso hecho”. En su declaración ante el juez Aguirre, Dmitrenko describió que tiene “una relación amistosa” con Alay, pero recalcó que nunca ha ofrecido “financiación rusa” al procés. Según la versión de Dmitrenko, ofreció a Alay dos conferencias en Moscú “como devolución del favor”, si bien negó que el jefe de la oficina de Puigdemont tuviera “ningún interés” en esta operación. Si quiso explicársela fue porque es su amigo y consideraba que era importante para la “promoción” de la Cámara de Comercio de Barcelona, a la que está vinculado gracias a Alay. La Fiscalía pidió archivar el caso al no ver indicios de delito.
Artem Lukoyanov: hijo adoptivo de Vlasilav Shurkov, apodado el cardenal gris y considerado asesor de Putin. Lukoyanov es amigo de Dmitrenko y la Guardia Civil sospecha que participó también de la operación petrolífera que no se llegó a concretar. Alay ha reconocido que se “encontró” con Lukoyanov durante 30 minutos en Barcelona durante las protestas de octubre de 2019, pero explicó que el ruso había venido a la capital catalana con Dmitrenko y que fue una conversación de cortesía. “En ningún momento hubo la intención de crear un entramado internacional para financiar el procés”, recalcó en la entrevista con este diario. Lukoyanov es el jefe de Sergei Sumin, antiguo mando del Servicio Federal de Protección Rusa y otra de las personas con las que se reunió Alay en Moscú. También vino de vacaciones en octubre de 2019 a Barcelona.