La falta de acceso a medicamentos es uno de los problemas más denunciados a nivel mundial por lo respecta al ejercicio del derecho a la salud: un tercio de la población mundial, 2.000 millones de personas, carece de acceso a las medicinas básicas. Desde sus inicios, hace más de 25 años, Farmamundi tiene entre sus ejes prioritarios la defensa del acceso a los medicamentos esenciales, que concreta en su campaña de educación e incidencia “Esenciales para la vida”. En el marco de esta campaña, Farmamundi propone y promueve diez líneas de acción para terminar con los problemas globales de acceso a tratamientos básicos:
- Fomentar el acceso a los fármacos incluidos en la Lista de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Creada en 1977, esta lista se renueva cada dos años; la actual nº 19, de mayo de 2015, incluye 300 medicamentos básicos para combatir la gran mayoría de las enfermedades. Son medicamentos seguros, de calidad contrastada y precio asequible.
- Excluir a los medicamentos declarados esenciales por la OMS de los acuerdos internacionales que regulan la propiedad intelectual y comercio, esto es, los ADPIC de la Organización Mundial del Comercio (OMC). No se trata de medicamentos para la disfunción eréctil o contra la alopecia, sino de medicamentos vitales –como los usados contra el VIH/sida o la hepatitis C- que marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
- Luchar contra los abusos de las patentes. El caso del Sovaldi® y otros tratamientos contra la hepatitis C ha evidenciado a los países considerados ricos un conflicto frecuente en los países empobrecidos: la incapacidad de costear fármacos de precio estratosférico. Deben activarse mecanismos legales como las licencias obligatorias, para contrarrestar estas prácticas abusivas con las patentes de medicamentos esenciales.
- Rescatar a las enfermedades olvidadas. Las enfermedades tropicales (paludismo, ébola, mal de Chagas… y parasitosis en general) no suelen afectar a los países desarrollados, por lo que la investigación farmacéutica no se dirige a estas patologías. Es necesario un esfuerzo internacional en la búsqueda de nuevos mecanismos de investigación y desarrollo de tratamientos para estas enfermedades.
- Impulsar que el acceso a las medicinas sea un derecho fundamental. Cada vez más personas expertas proponen que este principio sea un nuevo derecho humano, adicional al derecho a la salud. No es posible que la humanidad produzca medicamentos eficaces y sólo estén reservados a unos pocos. El mercado debe tener límites.
- Establecer precios diferenciados para países ricos y pobres. Las empresas deben ofrecer a los países en desarrollo medicamentos a precios reducidos, distintos de los aplicados en los países ricos, donde está su verdadero mercado. Estas prácticas deben ser reales y efectivas, sin trampas, y no simples estrategias de marketing filantrópico.
- Crear redes de distribución nacionales. Hay países con recursos para adquirir medicamentos pero donde se carecen de infraestructuras de distribución. Debe apoyarse la creación de almacenes regionales y puestos de salud locales que lleguen al último kilómetro, como la red de farmacias y botiquines sociales apoyadas por Farmamundi en Centroamérica; deben incluir, además, sistemas de logística y refrigeración para la correcta conservación de productos que requieren cadena de frío, como insulinas, vacunas y otros.
- Luchar contra la falsificación de medicamentos. África Occidental, según la ONU, es la zona de mayor incidencia de este problema. Es necesario establecer mecanismos de garantía de la calidad, así como de lucha contra los laboratorios fabricantes de medicamentos falsos, muchos de ellos situados en el sudeste asiático (¡ojo, no en la India!).
- Reducir la indolencia de algunos Estados. Muchos gobiernos están más preocupados por hacer gastos suntuarios llamativos que por la salud de sus ciudadanos. Así se explica que en algunos países africanos el gasto sanitario per cápita no sobrepase los 10 dólares/año, lo que reduce a cotas mínimas la inversión en medicinas.
- Apoyar el liderazgo de la OMS. Escándalos como la gripe A han minado en los últimos años el prestigio de la OMS. A ello se une el cambio en su financiación y objetivos: en 2016, en torno al 75% de su presupuesto proviene de fondos privados como la fundación Gates, que inexorablemente (quien paga, manda) cambiará las prioridades de la organización. Es necesario que los gobiernos contribuyan de forma efectiva de acuerdo con sus capacidades.
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