Los datos de evolución del mercado farmacéutico español del 2015, obtenidos de una muestra de más 3.469 farmacias, indican que las ventas de vitaminas aumentaron un 5,2% en volumen y un 5,4% en valores en euros respecto al año anterior. Es sorprendente este aumento dado la enorme evidencia que existe sobre que el uso de suplementos vitamínicos, no solo no es beneficioso, sino que puede ser perjudicial.
La historia es bastante larga. En la década de 1980 y comienzos del 90 se publicaron numerosos estudios epidemiológicos que mostraban un efecto protector (especialmente frente al cáncer de pulmón y otras enfermedades crónicas), del consumo de alimentos (como las frutas y vegetales) que contienen nutrientes (como el beta-caroteno) y vitaminas (como la E, A y C). Estos compuestos son conocidos por su actividad antioxidante, se consideraba que la oxidación producía un daño en el ADN, por lo que se estimó que existía una oportunidad de prevenir el cáncer y otras enfermedades, mediante la suplementación de la dieta con éste tipo de vitaminas. Para comprobar su efectividad se desarrollaron estudios experimentales aleatorizados (en los que se comparan personas a las que se dan suplementos de vitaminas antioxidantes con personas a las que se dan placebos).
Uno de los primeros, más grandes y más importante, fue el estudio ATBC (alpha-tocopherol, beta-carotene cancer prevention study) realizado en 29.000 hombres fumadores en Finlandia y publicado en 1994. Sorprendentemente después de entre 5 a 8 años de seguimiento se encontró que la suplementación con estos suplementos antioxidantes no reducía el riesgo de incidencia de cáncer de pulmón en comparación al placebo. No solo que no se observó un efecto beneficioso, sino que los que recibieron beta-caroteno tuvieron un 18% más de incidencia de cáncer de pulmón y un 8% más de mortalidad total. El segundo estudio importante fue el estudio CARET (de suplementación con beta-caroteno y vitamina A) realizado en EEUU sobre 18.000 hombres y mujeres fumadores y trabajadores del amianto y publicado en 1996. Los resultados preliminares confirmaron los resultados del estudio de Finlandia, con un 28% de aumento de incidencia de cáncer de pulmón y de un 17% de las muertes totales para los que tomaron suplementos en comparación al placebo, y como consecuencia se decidió suspender la intervención. Como es posible imaginar, estos sorprendentes e inesperados resultados generaron una larga controversia científica.
Posteriormente se han publicado numerosos estudios de intervención que han confirmado estas primeras investigaciones. Una amplia revisión sistemática y meta-análisis (análisis que resume los resultados de un conjunto de estudios) que representa una evidencia muy sólida y definitiva sobre el efecto de las vitaminas antioxidantes, realizado por un grupo de la reconocida “revisión Cochrane”, ha publicado en 2007 los resultados de 68 estudios aleatorizados que incluyeron a más de 200 mil participantes, comparando consumo de beta-caroteno, vitamina A, vitamina C, Vitamina E y/o selenio con placebos. Se encontró que la suplementación con beta-caroteno, vitamina A o vitamina E, en forma simple o combinada incrementaban significativamente la mortalidad total (entre un 5 y un 16% comparado con el placebo). La suplementación con vitamina C y selenio no tuvieron por el contrario un aumento de la mortalidad, pero tampoco un efecto beneficioso. Otra amplia y más reciente revisión y meta-análisis, es realizada por la “Preventive Services Task Force” de EEUU que incluye estudios con participación de más de 324.000 individuos sobre 24 estudios de alta calidad, y publicada en 2013. Confirma que el uso de suplementos de vitaminas A, C, E o D, ácido fólico, beta-caroteno, selenio o calcio no presentan una clara evidencia de beneficio ni frente al cáncer ni frente a enfermedades cardiovasculares y algunos de estos compuestos en algunos estudios aumentan la mortalidad. Un reciente amplio estudio aleatorizado en EEUU con participación de más de 35.000 hombres en más 400 hospitales, sobre suplementos de selenio y vitamina E, para prevenir el cáncer de próstata, ha mostrado que el selenio no tiene efecto mientras que la vitamina E aumento un 18% el riesgo de padecer un cáncer de próstata.
Existen también estudios aleatorizados de intervención, sobre el uso de múltiples suplementos vitamínicos (como la vitamina A, C, D, E, B1, B6 y B12) y minerales (como magnesio, zinc, y selenio) durante más de 4 años, que muestran que no reduce el riesgo de eventos cardiovasculares en pacientes que han tenido previamente un infarto de miocardio. Otro amplio estudio aleatorizado ha mostrado asimismo, que el consumo de complejos vitamínicos (A, C, E B y beta-caroteno) no aumentan la capacidad de la memoria ni la función cognitiva en personas mayores de 65 años.
Se pueden hacer sobre estos resultados diferentes interpretaciones, por un lado hay que tener en cuenta que las vitaminas que se usan en estos ensayos son compuestos de síntesis, es decir no son naturales sino fabricados a partir de una fórmula química. Las vitaminas antioxidantes contenidas en los alimentos son naturales, y para ciertos tumores como hemos visto tienen por el contrario un efecto beneficioso. Por otro lado en los suplementos se consumen aisladas, en la alimentación se consumen conjuntamente con otros compuestos y es posible que tengan algún tipo de interacción. Por ello se debe recordar que la fuente más importante de antioxidantes debe provenir de la dieta (del consumo de frutas y verduras) y no del consumo de píldoras de suplementos. Finalmente existe actualmente una evidencia que muestra que los compuestos antioxidantes, cuando su nivel en el organismo es suficiente y adecuado, actúan por el contrario como oxidantes. Por ello en población relativamente bien nutrida (sin déficit de vitaminas) el uso de suplementos no solo que no es beneficioso, sino que es perjudicial. A pesar de ello, el uso regular de suplementos vitamínicos, especialmente en los países occidentales más ricos, sorprendentemente alcanza a más del 50% de la población adulta. No hay datos de España, pero podría alcanzar a un 10 %.
Es inentendible que según los datos de evolución del mercado farmacéutico se malgasten más de 172 millones de euros en la compra de suplementos vitamínicos. Hay que tener en cuenta que es una estimación parcial, dado que no incluye las ventas de herboristerías y tiendas naturistas. Lo que es más chocante, es la comparación del crecimiento del consumo por comunidades autónomas, que muestra que Catalunya (que presume de su sistema sanitario) es donde más ha crecido el consumo, alcanzando el 13,4 % con respecto al año anterior, es decir triplicando el consumo medio español. La población consume suplementos vitamínicos para prevenir enfermedades, ayudar a aumentar las defensas del sistema inmune y combatir el cansancio, ignorando que su consumo es inocuo y/o perjudicial ¿Son conscientes de esta realidad las autoridades sanitarias de Catalunya? Los intereses de la industria farmacéutica fabricantes de vitaminas son enormes, y por ello tratan de ocultar sus efectos nulos o perjudiciales. ¿Las sociedades médicas y farmacéuticas, los gestores sanitarios hacen algo para contrarrestarlas?