Desde que se inició la “crisis”, en los discursos dominantes se ha hablado de pobreza, de desigualdad y de la clase media de maneras diferentes. Esta es la impresión que tenemos. La pobreza aparece como una realidad fruto de la época, algo que difícilmente podemos revertir. La desigualdad ha aparecido como una evidencia de que en tiempos de supuesta “crisis” hay quien gana -los sectores que se están enriqueciendo por arriba- y quien se está empobreciendo de forma considerable -por abajo-. Y el concepto de clase media ha aparecido en los lamentos por su desaparición. Lamentos que no se preocupan por la existencia de clases que estén en peores condiciones que la media, sino que quedan en señalar esta pérdida. Josep A. Duran Lleida en este sentido se lamentaba porque “hemos proletarizado a las clases medias y eso es letal para la sociedad”, y mostraba la gravedad de este hecho. Estas maneras muy presentes de hacer frente a las realidades que estamos viviendo nos hacen pensar en la desconsideración de las clases populares, obreras... Todo aquello que supuestamente no tiene la “importancia” de la clase media.
De la misma manera que no debemos poner los libros en el foco con motivo del día de Sant Jordi, tampoco convendría relegar la situación laboral, los derechos de las personas trabajadoras y sus aspiraciones al Primero de Mayo. Por eso hemos considerado oportuno recoger tres publicaciones recientes que nos pueden ayudar a conocer todo aquello de lo que hablamos insuficientemente, la condición obrera de tantas y tantas personas que, a lo largo de la historia, los primeros de mayo y siempre que han podido se han movilizado para conseguir vivir en unas condiciones que no fueran de explotación.
Simone Weil (1909-1943), filósofa, profesora de filosofía, trabajadora manual, participante en la guerra civil española en el bando republicano, en la Resistencia durante la II Guerra Mundial, trabajadora en Londres para la sociedad que había de venir después... es un personaje fascinante por diferentes motivos. Una parte de su obra, no publicada en vida, la podríamos presentar con el título de un volumen de reciente aparición, La condición obrera (Trotta). Su experiencia como obrera en diferentes fábricas fue una decisión voluntaria (su trabajo era de profesora de filosofía de instituto) para tener un conocimiento que no consideraba posible de otro modo. Su interés, sus preocupaciones y todo lo vivido intensamente con rabia, dolor, incomprensión... la llevaron a analizar, reflexionar y proponer sobre las condiciones de trabajo y explotación de las personas.
Este ámbito de preocupación de Weil ya podíamos encontrarlo en una de sus obras clave: Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social. Ahora este volumen nos ofrece un conjunto de materiales de enorme interés para continuar pensando: su diario de fábrica, cartas, conferencias, artículos... Weil es una pensadora y activista radical porque va a la raíz de lo que quiere conocer y probar de contribuir a resolver. En este volumen se reproduce parte de la transcripción de una conferencia del 23 de febrero de 1937 (La racionalización), que apunta cuestiones que hoy nos siguen preocupando. Sobre la opresión expone y lo desarrolla: “El obrero no sufre solo por la insuficiencia de la paga. Sufre porque está relegado por la sociedad actual a un rango inferior, porqué está reducido a una especie de servidumbre”. Y sin voluntad señalará un asunto de gran importancia a la hora de buscar soluciones: “Si mañana se echanan a los patronos, si se colectivizaran las fábricas, eso no cambiaria en nada el problema fundamental que consiste en que lo que es necesario para sacar el mayor número posible de productos no es necesariamente lo que satisfaga a los hombres que trabajan en la fábrica”. Para ella el problema más grande de la clase obrera es: “encontrar un método de organización del trabajo que sea aceptable para la producción, para el trabajo y para el consumo”. Este método tendría mucho que ver con algunas de las propuestas que hoy podemos encontrar relacionadas con el bien común, el decrecimiento, el reparto del trabajo, la horizontalidad o la participación.
Mientras Weil experimentaba la dureza del trabajo en la fábrica en Francia, otra dureza era vivida por los agricultores pobres de Alabama, después de la Gran Depresión y cuando ya se había aplicado el New Deal. James Agee (1909-1955), periodista, escritor, poeta, guionista, entre otras ocupaciones, en 1932 viajó a Alabama, en el Sur de Estados Unidos, donde conviviría con agricultores arrendatarios dedicados al cultivo de una tierra que tenían alquilada y ahogados por deudas con el terrateniente. Una mala climatología podía hacer terminar la temporada más pobres y endeudados que al principio. Agee escribe este reportaje para la revista Fortune, de la que era redactor y que le había hecho este encargo que no publicaría. Hay realidades que siempre cuesta mucho que se conozcan. Ese reportaje no se ha publicado hasta 70 años más tarde. Hay voces que demasiado a menudo son silenciadas. Tenemos tendencia a ocultar lo que no gusta, que nos resulta doloroso o que no nos hace quedar bien. Actualmente los contratos de arrendamiento agrícola no existen en Estados Unidos, pero la sumisión por el endeudamiento sigue existiendo. Ahora Capitan Swing publica Algodoneros. Tres familias de arrendatarios. El texto se acompaña de las conocidas fotografías de Walker Evans (1903-1975), un imprescindible de la fotografía documental de los Estados Unidos.
En 1941 pudo publicar una gran obra, Elogiemos ahora a hombres famosos, editada en 2008 por Planeta en casa, pero los especialistas señalan alguna diferencia importante. En Algodoneros intenta presentar un sumario para la actuación contra lo que considera injusticias económicas y sociales: “Una civilización que por cualquier razón relega una vida humana a una situación de desventaja; o una civilización cuya existencia radica en relegar la vida humana a una situación de desventaja, no merece llamarse así ni seguir existiendo. Y un ser humano cuya vida se nutre de una posición aventajada adquirida de la desventaja de otros seres humanos, y que prefiere que esto permanezca de este modo, es un ser humano solo por definiciones, y tiene mucho más en común con el chinche, la tenia, el cáncer y los carroñeros del hondo marz”. Conocer, difundir, actuar. Pero alrededor de la opresión y la condición obrera hay mucho silencio.
Michael Moore (1954) en el prólogo del libro Historias desde la cadena de montaje (Capitan Swing) de Ben Hamper (1956) afirma que tanto él como el autor son hijos de trabajadores de fabrica y por tanto, sus voces nunca debían ser oídas. Afortunadamente no ha sido así. Es necesario conocer las condiciones precarias y deplorables en las que trabajamos, en las que trabajan muchas personas, y en las que se producen los bienes que utilizamos. Moore se pregunta si podemos aceptar un sistema que niega la individualidad y la valía de las personas. Ben hampa pudo dejar de trabajar en la fábrica de General Motors gracias al trabajo de periodista en el diario local dirigido por Michael Moore y a las oportunidades que a partir de allí fueron surgiendo. Hamper relata en primera persona su experiencia en la fábrica durante los años setenta y todo lo que lo rodea, la vida. Hamper es un obrero en el Flint de los años setenta, ciudad del “Rust bello”, el cinturón industrial de Estados Unidos, que verá cómo el inicio de las deslocalizaciones industriales en los ochenta la convertirán en cinturón oxidado. Roger and me (1989), de Michael Moore muestra esta evolución hacia el empobrecimiento de una ciudad con un pasado industrial deslumbrante.
Hoy, seguramente no es fácil responder a la pregunta ¿cuál es la condición obrera? Weil, de manera muy rápida y clara, definía los obreros en 1937 como toda persona que trabaja sometida a órdenes y a un salario. Seguramente es un poco más complicado, pero puede ser una buena manera de empezar si también incorporamos el factor paro en el momento actual. Otra cosa es cuántas personas se sienten obreras. Pier Paolo Pasolini (1922-1975), en los años setenta, vio muy bien lo que él llamó la mutación antropológica que nos convirtió, entre otras cosas en consumidores, y nos distanció de otras concepciones de la sociedad. Un consumidor parece que inevitablemente debe estar más cerca de la clase media, los sectores acomodados. ¿Es así? Weil, Agee, Evans, Pasolini, Moore, Hamper, y tanta otra gente, nos pueden ayudar a pensar en nuestras sociedades, en nuestra condición, en todo lo compartido por amplios sectores sociales a lo largo de la historia. Pensar en cómo nuestra sociedad, nuestra civilización, sigue fundamentada en la explotación de muchas personas por pocas y que hay que seguir avanzando buscando soluciones si creemos en otra concepción de lo que significa ser un ser humano.