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El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.

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No es eso, Esperanza

Esperanza Aguirre señala que "España necesita ser catalanizada"

Jordi Mercader

Esperanza Aguirre, sea por fastidiar a Rajoy o actuando como portavoz de quienes, desde Madrid, creen que el “problema catalán” exige una respuesta inteligente en lugar de los exabruptos habituales, propone catalanizar España como fórmula para evitar la ruptura con Cataluña. Quizá por la reminiscencia de Unamuno, esta propuesta nos conduce a Maragall y a su nieto Pasqual, quien solía defender que Cataluña tomara el puente de mando de España. La música puede parecer la misma, pero la letra no.

Cuando determinadas voces de la clase dirigente española, dicha Estado, hablan de incorporar el diseño catalán a la gobernación de España para mejorar y consolidar su configuración veo más a Franco que a Unamuno. Imagino la reedición del plan de estabilidad para salvar de la quiebra al régimen franquista, diseñado para unos cuantos tecnócratas catalanes bien intencionados, y algunas concesiones culturales y económicas en contrapartida. El retorno a los años 60 pero con la experiencia del “café para todos” de los años 80 es una pesadilla. Una salida de manual del siglo pasado, seguramente inviable en la circunstancia actual, se supone plenamente democrática y, sobre todo, muy marcada por el deterioro casi absoluto de la confianza mutua.

Sin embargo, la aparición de algunas voces de la derecha española asumiendo la gravedad del momento, tomando en serio el reto soberanista y la deriva independentista de una buena parte de la sociedad catalana es una señal positiva; como lo es el voluntarismo de los socialistas con la propuesta de reforma constitucional. Los viejos estados burocratizados y bipolarizados viran lentamente, quizás demasiado, y a veces dejan pasar oportunidades históricas por miedo o por desidia.

Incorporar Cataluña al mando del Estado español tal como defendía el presidente Maragall implicaba la reforma del Estado, empezando por el artículo 2 de la Constitución, modificándolo para reconocer la pluralidad de los pueblos de España; siguiendo con la aceptación de la relación bilateral entre Cataluña y España -la clave de cualquier solución- y terminando por la construcción de una federación de estados sustentada en la asimetría competencial, en función de la personalidad histórica y política de sus miembros. Se le llamaba la España Plural, para no herir sensibilidades, y no sería cosa de un día. Por ello, el plan político tenía una vertiente académica: enseñar en todas las escuelas españolas la verdadera historia de los pueblos de España. Para ir poniendo manos a la obra y para evitarnos la vergüenza de afirmaciones históricas grotescas por parte de los ministros y de los centuriones del unionismo en sus actuaciones en el circo de las tertulias.

No se trata pues de catalanizar a los españoles, ni mucho menos de españolizar a los niños catalanes. Es el reconocimiento mutuo, sin recelos, el que puede garantizar la lealtad imprescinsible para rehacer una construcción política satisfactoria para todos. Si ha de haber un futuro en común, deberá ser sin tergiversaciones de lo que somos y de lo que habíamos sido. Enterrar a los Reyes Católicos y al 1714 podría ser una manera de empezar... y un descanso.

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