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¿Qué nos ha pasado a los catalanes?

Albano-Dante Fachín

Secretario General de Podem Catalunya y diputado de Catalunya Sí que es Pot —

Guste o no, España es un estado plurinacional donde millones de personas comparten un sentido de pertenencia nacional doble. Personas que, por ejemplo, además de sentirse españoles se sienten vascos, catalanes o gallegos. Esto es una realidad política que tiene siglos de historia.

Ante esta realidad caben dos opciones: construir un marco político, democrático y constitucional que refleje la plurinacionalidad y facilite la convivencia o, por el contrario, intentar someter esa realidad a la pretensión de que España es una nación uniforme. Lamentablemente, el nacionalismo español siempre ha optado por la segunda opción.

A lo largo de décadas han surgido propuestas republicanas para construir un Estado capaz de acomodar la pluralidad de los pueblos de España.  Pero siempre se han encontrado con un muro de centralismo e imposición. “Más de 150 años de intentos federales –explica Miquel Caminal en su Trilogía Federal- han acabado en fracaso”. La historia de España se ha movido en la tensión de reconocer la pluralidad de los pueblos que la componen o negarla. Lo que hoy está pasando en Catalunya es la consecuencia más clara de esta negación que siempre se ha acabado imponiendo. Lo que hoy está pasando en Catalunya demuestra, como en la teoría del psicoanálilsis, que por más que una realidad se quiera negar, ésta siempre acaba aflorando a la superficie. Y cada vez con más fuerza. 

Hoy en Catalunya, casi el 80% de la población quiere decidir en un referéndum si quiere seguir formando parte del Estado español tal y como lo conocemos. Ante esta realidad algunos quieren ver en este hecho un simple capricho de unos pocos dirigentes o de un partido. Cuesta entender que los responsables del Estado hayan optado por una visión tan reducida de la realidad. Pero no nos debería extrañar: el Partido Popular es fiel heredero de esa larga historia de negación de la realidad plural de nuestro país. De nuestros países. Y también de su estrepitoso fracaso.

Un poco de historia reciente

El fin del franquismo trajo consigo la esperanza de que la historia podía cambiar. La fuerte presión social ejercida por millones de catalanes en las calles al grito de “llibertat, amnistía, estatut d’autonomía” forzaba por primera vez en 40 años a imaginar un Estado capaz de acoger su pluralidad en su organización político-territorial. La resistencia fue enorme, incluso militar. Però el “ruido de sables” no pudo evitar dejar atrás esa España “una, grande y libre”. El nacimiento del Estado de las Autonomías (descafeinado a fuerza de repartir café para todos) apareció como un primer paso en la dirección adecuada. 

Pero otra vez, la historia fue en sentido contrario. Hoy, cuarenta años más tarde, el Estado de las Autonomías ha fracasado y Catalunya es un indicador de este fracaso. Lo que en su momento se presentó por parte de Adolfo Suárez y la Monarquía como un primer paso se acabó convirtiendo en un nuevo capítulo de imposición. 

Desde 1979 hasta hoy no sólo no se ha avanzado en la profundización de ese marco potencialmente federal, si no que se ha retrocedido sin cesar. El último episodio fue el acoso y -finalmente derribo- del Estatut de 2006. Una lectura retrógrada por parte del Tribunal Constitucional envió un mensaje claro y nítido a la sociedad catalana: “abandonad toda esperanza”. Pero esto no sucedió.

Como decíamos al principio, no es cosa de unos pocos. Sin duda gente como Artur Mas o Convergència han aprovechado para hacer sus maniobras y esconder sus numerosas corrupciones. 

Pero sería muy obtuso pensar que lo que hoy pasa en Catalunya es cosa de un presidente o de un partido concreto o empecinamiento de los distintos movimientos independentistas. Es cosa de que la gente de Catalunya ya no está dispuesta a aceptar tutelas. El “ruido de sables” ya pasó y la gente es mayor de edad. La prepotencia de esa España del Partido Popular ha dinamitado la convivencia. En su trabajo “Plurinacionalidad y vertebración territorial del poder político en España” Raúl Digón explica perfectamente lo que pasa en Catalunya:  

“El principal malestar de las naciones plurinacionales (…) no responde tanto a un cálculo racional sobre la conveniencia o no de permanecer sujeto al Estado ”sino de la imposibilidad de poder elegir entre permanecer o separarse de aquel. La falta de autorización (…) es inaceptable por motivos de principio“

El PP ha desistido de España: son la peor amenaza para su unidad

Pablo Iglesias se ha referido al PP como “una máquina de fabricar independentistas”. Una frase sencilla que esconde una realidad profunda: en el año 2011 las personas que se declaraban a favor de la independencia suponían el 28% de la población. En solo 3 años esa cifra subió hasta el 48,5%. ¿Que les ha pasado a los catalanes? La respuesta es clara: para muchos, sentirse catalán y español a la vez es cada vez más difícil. 

Una postura que significa dos cosas muy claras: que el PP a lo largo de estos cuarenta años no ha logrado sacudirse de encima una visión de España propia del franquismo, y demuestra la poca confianza democrática en su proyecto de Estado. El PP sabe perfectamente que hoy, en Catalunya, el Estado tal y como ellos lo conciben, ya no genera la mínima complicidad necesaria para mantener un mínimo acuerdo. Todo el mundo sabe en Catalunya que si hace 5 años se hubiera hecho un referéndum, el NO a la independencia hubiera ganado con absoluta comodidad. Hoy ya nadie pondría la mano en el fuego. 

La propuesta de Podemos

Ante esta situación Podemos propone una manera diferente de ver el Estado, que haga posible que las naciones y pueblos del Estado vivan en el respeto mutuo, en pie de igualdad y con reconocimiento de todos sus derechos. Un proyecto que haga posible que los diversos pueblos de España puedan trabajar conjunta y coordinadamente por una sociedad justa y más democrática. Unos anelos de justicia y democracia que el pueblo catalán comparte, sin duda, con andaluces, extremeños, madrileños, vascos, gallegos, manchegos, valencianos, murcianos, aragoneses… 

Lamentablemente ese Estado fraterno e imprescindible por el que luchamos en Podemos está bloqueado por un PP más cercano a la concepción franquista de España (“una, grande y libre) que a una idea más democrática del Estado. Un PP que mientras se hunde en el fango de la corrupción masiva, se atrinchera y ve en el conflicto catalán una manera de mantenerse en el poder. 

Así, y ante este bloqueo irresponsable del PP, el pasado viernes el Govern de la Generalitat ha anunciado la convocatoria de un “referéndum unilateral” con el objetivo de que la ciudadanía se pronuncie el futuro de Catalunya en España. Una convocatoria que nos lleva a un escenario de choque institucional sin precedentes en las últimas décadas. 

Podem Catalunya ante esta situación

Desde Podem Catalunya siempre hemos puesto en cuestión el relato engañoso de una parte importante del independentismo que aseguraba que la situación se resolvía “desconectando”. En las pasadas elecciones autonómicas la coalición de JxS acudió a las elecciones con la promesa de una “desconexión” automática en 18 meses. La realidad se acabó imponiendo. 

Sabemos que ese Estado plurinacional capaz de respetar a la naciones que la conforman no se construirá de la noche a la mañana. Décadas de errores, mentiras y usos partidistas de este tema nos juegan en contra. Pero no nos dan miedo las luchas largas. Sabemos que frenar el avance del neoliberalismo salvaje que se lleva por delante nuestros derechos será una tarea de años. Estamos preparados. Sabemos que una Europa fraterna, democrática y al servicio de las personas está lejos, pero vamos a dar la batalla los años que haga falta. Estamos preparados. La lucha será larga y difícilmente las resuelva una “desconexión” o un “referéndum unilateral”.

¿Pero esto quiere decir que hay que esperar de brazos cruzados? ¿Quiere decir que el pueblo catalán debe esperar sine die la llegada de ese Estado respetuoso? No, en absoluto. Igual que al final de la dictadura la fuerza expresada por el pueblo catalán en las calles puso freno a los “ruidos de sable”  hoy ese 80% del pueblo catalán debe seguir movilizándose si quiere dejar atrás la España trágica, inútil y carcomida que quiere imponer el PP. 

Un referéndum unilateral difícilmente tenga efectos jurídicos reconocidos. Ahora bien, Podem Catalunya y Podemos nacen de la concepción radical de que la movilización es el principal motor del cambio político y social. Y, guste a o no, a pesar de la falta de capacidad jurídica de la convocatoria hecha por el Govern de la Generalitat, sin duda provocará una enorme ola de movilización popular.

Algunos datos: el 51% de los votantes de Ciudadanos, el 61% de los votantes del PP y el 41% de los votantes del PSC irían a votar en una convocatoria sin acuerdo. Una parte muy importante de ellos, sin duda, iría a votar NO a una Catalunya independiente. Pero iría a votar.   

En Podem Catalunya creemos que podemos construir un Estado español a la altura de sus pueblos. De la misma manera que cuestionamos la viabilidad del “referéndum unilateral” entendemos que es total y absolutamente inaceptable la irresponsable unilateralidad de un PP que se niega a escuchar al pueblo de Catalunya.

El escenario de choque que vivimos en Catalunya no es nuestro escenario. El “referéndum unilateral” difícilmente será la solución. Al mismo tiempo, pero, creemos que cualquier avance democrático en Catalunya pasa indefectiblemente por una movilización masiva de ese 80% que quiere decidir su futuro. En este contexto, Podem Catalunya no puede estar en contra de la celebración de ningún acto democrático que pase por poner las urnas a Catalunya. A finales del franquismo fue el pueblo catalán –movilizado y llenado las calles pese a las prohibiciones y las amenazas- el que hizo frente al “ruido de sables”. Hoy ese mismo pueblo reclama poder decidir su futuro y se moviliza. En ese contexto, Podem Catalunya debe estar al lado de la gente. 

Guste o no, España es un estado plurinacional donde millones de personas comparten un sentido de pertenencia nacional doble. Personas que, por ejemplo, además de sentirse españoles se sienten vascos, catalanes o gallegos. Esto es una realidad política que tiene siglos de historia.

Ante esta realidad caben dos opciones: construir un marco político, democrático y constitucional que refleje la plurinacionalidad y facilite la convivencia o, por el contrario, intentar someter esa realidad a la pretensión de que España es una nación uniforme. Lamentablemente, el nacionalismo español siempre ha optado por la segunda opción.