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Muchos se quejan de que el revuelo de las elecciones, en vez de aclarar las cosas, las ha complicado aún más. Pues bienvenidos al mundo real. La situación en la Cataluña pre-25N no era precisamente de color de rosa. Y el 26N sigue siendo la misma, con la diferencia de que más gente ha votado, y que el nivel de implicación y politización ciudadana entiendo que se ha incrementado. Quien pensara que se podía apropiar de la oleada de rechazo que se produjo el 11 de septiembre, así como en muchas otras ocasiones a lo largo de los dos años de la legislatura pasada, de manera sencilla y rápida, se ha llevado una buena guantazo. Frente a la personalización de la política y de los liderazgos carismáticos, se ha reforzado la política plural y la divergencia o el disenso democrático. Frente a los que decían que todo se resumía en conseguir por la vía rápida el derecho a decidir y posteriormente la independencia, hemos constatado que mucha gente está también interesada en saber qué pasará con la educación, con la sanidad, cómo detendremos los desahucios o cómo podremos volver a generar puestos de trabajo. El día 25 de noviembre todo ha comenzado de nuevo. Nada se ha resuelto. Y con más humildad, tendremos que aprender que la solución está en las manos de todos nosotros y no sólo en manos de aquellos que entienden que lo que nos hemos de limitar a hacer es decidir quién manda en nuestro nombre.
Nos falta cultura de coalición. Reclamamos que nos reconozcan en nuestra diversidad y que nos entiendan, pero nos cuesta reconocer y entender la diversidad de los que nos rodean. No hay soluciones simples a problemas complejos, y cada vez se encuentran menos atajos. Ahora sabemos mejor dónde estamos, y podemos ir viendo, mientras hacemos el camino, de quien hay que fiarse y de quien desconfiar. A muchos ya los tenemos muy vistos, y pocas sorpresas podemos esperar. Hace falta pues construir nuevas líneas de avance y transformación, situando en el centro de cualquier salida la justicia social como elemento central de la construcción de país. Coaliciones desde el trabajo conjunto, no desde el acuerdo de las élites. La cultura política que ha ido predominando desde la transición y la estricta lógica de partido como instrumento de cambio han encontrado en estas elecciones un nuevo momento de tropiezo. Y van emergiendo nuevas lógicas, más horizontales y abiertas, con contradicciones y conflictos, como no puede ser de otra manera, pero significativas por lo que representan de renovación y de reivindicación de la política y de lo público que va más allá de instituciones y partidos. Un buen presagio.
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