La PAH, desalojada pero sonriente
No es lo más habitual que después de un desalojo la gente salga aplaudiendo, cantando y riendo. Pero es lo que ocurrió ayer cuando los Mossos d'Esquadra sacaron, uno por uno, escoltados por dos agentes, el medio centenar de activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que seguía en la sucursal del Banco Popular, ocupada desde primera hora de la mañana en las Ramblas de Barcelona, para forzar la dación en pago del piso de José Antonio, que ha pasado de deber 390.000 euros a 590.000 con la hipoteca multidivisa que firmó.
Rosario, una afectada de 60 años, decía que para ella el canto más importante es el que dice “se nota, se siente, la PAH está presente”, porque para ella la plataforma es “más que una familia, y cuando estamos todos juntos en una acción, lo notas, y yo me quedo muy a gusto”. Esta sensación fue la que imperó en los alrededores del Banco Popular, donde Rosario resistió pacíficamente el desalojo con el resto de esta gran familia.
El buen humor ya predominaba desde primera hora, cuando los activistas se vistieron de curas y monaguillos para señalar la influencia que ejerce el Opus Dei sobre la entidad, y remarcar que, en el caso del José Antonio, el banco no ha mostrado nada parecido a la caridad cristiana. El calor les hizo abandonar los vestidos, pero no los ánimos.
A media tarde, parecía que la PAH llegaba a un acuerdo con la entidad, que había aceptado firmar la dación en pago de José Antonio con la mediación del Col·legi d'Advocats. El banco, sin embargo, no aceptó la condición que pedía la plataforma: leer la propuesta de acuerdo antes de abandonar el vestíbulo de la entidad. El Banco Popular no estaba dispuesto a demostrar su buena voluntad y se echó para atrás.
Algunos hicieron caras largas, pero la intención era evitar que decayeran los ánimos: “Tenemos agua y comida, tenemos cuarenta PAHs en Cataluña, tenemos el precedente de Sabadell, y haremos los turnos que hagan falta; si alguien quiere aprovechar que estamos por el centro para salir de fiesta, incluso podemos hacer turnos para ello”, decía el activista Adrià Alemany. Con el “precedente de Sabadell” se refería Alemany a la ocupación de una sucursal de Unnim el pasado febrero para pedir la dación por Ahmed. Después de un desalojo similar recibieron el apoyo de las PAH de todo el Estado, que ocuparon oficinas de Unnim y BBVA, hasta que la entidad aceptó la dación.
En el caso de José Antonio, la PAH denuncia que el banco le vendió una hipoteca multidivisa “con desinformación y engaño”. Si su hipoteca inicial era de 390.000 euros, después de cinco años se ha incrementado hasta los 590.000, a pesar de que el afectado ya ha abonado 100.000 tras cinco años de pagar mensualidades. Hace cuatro años que José Antonio se quedó sin trabajo, y hace dos que no tiene ningún ingreso. El pasado día 28, las PAH catalanas ya ocuparon 20 oficinas de la entidad para pedir al banco que aceptara la dación, pero ante la falta de respuesta, ayer optaron por resistir en la sede de Barcelona.
La habitual resistencia pacífica en el desalojo
Sentar precedentes es algo que preocupa a la PAH. También a las entidades que se resisten a ceder a la presión. Desde el momento en que el banco se hizo atrás, apareció la sombra del desalojo. Al final de la tarde comenzó a llegar gente para apoyar, pero no fue hasta las diez de la noche cuando se supo que la jueza había ordenado el desalojo. Lo primero que hicieron dentro de la entidad fue sentarse todos a tierra y cogerse de los brazos, para probar la resistencia, rápidamente dispersada por el calor.
“Cuando vengan los Mossos, ya hemos visto cómo lo tenemos que hacer, y como entrarán todos los compañeros de fuera, vámonos poniendo hacia el fondo para facilitarlo”, explicaba Alemany dentro. Y así lo hicieron. Finalmente llegó el gran despliegue de la Brigada Móvil, que cortó las Ramblas y se encontró a los activistas ya encerrados dentro de la sucursal. Mientras tanto, los turistas curiosos hacían fotos y preguntaban. Las palabras “bank”, “crisis” o “street” se iban escuchando repetidamente. Alguno incluso se atrevía con “mortgage” y “evictions” (hipoteca y desalojos) para ilustrar a los extranjeros. Quien preguntaba agradecía la respuesta, deseaba suerte o incluso se detenía a abuchear a la policía.
Mientras tanto, los agentes irrumpieron en la sucursal, fueron arrastrando uno por uno los que resistían dentro, los identificaron y les acompañado al exterior del cordón policial. Algunos se quejaban de moratones en los brazos y pellizcos, pero todos se sumaban a la multitud que ya estaba fuera dando gritos de ánimo a todos los que salían, que aprovechaban para saludar. “¡Qué ambiente más guay que hay dentro!”, remarcaban algunos una vez fuera.
El goteo de activistas arrastrados por los Mossos fue lento, y se prolongó hasta pasada la una de la madrugada. Afuera, los activistas pasaron aplaudido y vitorear el último en salir tanto como el primero. Menos resistencia presentaron los aparatos de tuiteros y streamerstuiteros streamers. Una vez fuera, la community manager de la PAH tuvo que pedir un móvil prestado para informar a quien seguía el desalojo desde la distancia: “Todas las tuiteras de la PAH nos hemos quedado sin batería. Nos van sacando. Volveremos.” Mientras tanto, Alemany, megáfono en mano, pedía a la gente que estuviera atenta a las redes sociales, porque no están dispuestos a desistir hasta lograr la victoria de José Antonio, insistió.
Una vez fuera y gestionada la vuelta a casa de los que venían de otras poblaciones, se despedían: “Ahora nos merecemos descansar, para coger fuerzas para volver y para poder ir a trabajar mañana, los que tengamos la suerte de tener trabajo”. Algunos, sin embargo, pese a las caras de agotamiento, todavía se animaron a tomar una copa. Aún no han podido celebrar la dación de José Antonio, pero sí el trabajo bien hecho. De momento las PAHs catalanas ya llevan una semana intensa, y eso que aún es jueves.